Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
El elenco de autoridades gubernamentales parece empecinado en bajar la inflación, pero no lo logra. Lo que sí consigue es afectar la actividad económica y darles rienda suelta a los que obtienen altos beneficios con la especulación financiera.
Nunca está de más recordar que en el artículo 3º de la Carta Orgánica del Banco Central se establece que la autoridad monetaria «tiene por finalidad promover (…), en el marco de las políticas establecidas por el Gobierno nacional, la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social». La realidad se encarga de mostrar que el BCRA no sólo no cumple con su supuesto principal objetivo (digitado a partir de una interpretación sesgada del articulado), sino que tampoco lo hace con los demás. A su favor, y más allá de alguna que otra crítica puntual, cuenta con el apoyo del coro ortodoxo. En particular del FMI, que el año pasado, en el marco de la revisión del artículo IV del Convenio Constitutivo, pidió reformar la Carta Orgánica para darle prioridad a la lucha antiinflacionaria.
Lo que sí parece cumplirse es la coordinación con las políticas del Gobierno nacional, ya que todas las líneas directrices son coherentes entre sí. Entre ellas se destacan la abultada suba de tarifas, la política de apertura comercial prácticamente indiscriminada y la desregulación plena. Esto último no aplica a las paritarias libres, en las que el Gobierno trata de incidir hacia el lado empresarial. El frenazo salarial no es sólo en términos reales: queda claro al observar que, según afirmó el propio ministro de Trabajo, Jorge Triaca, luego del acuerdo de los estatales, ya se cerró el 40% de las paritarias «con un promedio del 20%». Es decir, un 60% de los asalariados vive con el mismo sueldo del año pasado. Un indicador de las dificultades que enfrenta el consumo interno, más aún considerando que la inflación en abril alcanzó al 27,5% interanual, y en términos mensuales se aceleró al 2,6% respecto de marzo.
La dinámica de la inflación remite a la persistencia de la puja distributiva, ya que los formadores de precios insisten en aumentarlos aprovechando que aún hay un alto poder adquisitivo en una parte de la población, y prefieren recomponer márgenes por esta vía. Triaca también dijo que «no deja de haber algunos que remarcan precios y sacan oportunidad en lugar de pensar en el bien común». Pero para esto también hay mecanismos institucionales vigentes, como la Ley 26.991 (Nueva Regulación de las Relaciones de Producción y Consumo), aprobada por el Congreso Nacional en 2014.
En este contexto, en algún momento la inflación tendrá que ceder, aunque el costo se presume significativo. El caso de Brasil es ilustrativo, ya que recién este año estará firmemente por debajo de la meta de inflación del 4,5%, pero luego de atravesar dos años de alta recesión. Es decir, nos queda mucho ajuste por delante. No sólo fiscal, un concepto que el ministro Guillermo Dietrich prefiere denominar «responsabilidad fiscal» para darle algo más de legitimidad; la «responsabilidad» también deberá ser monetaria.
El mantenimiento de altas tasas de Lebac es toda una decisión de política que, en la misma línea de la lucha contra la inflación, afecta el nivel de actividad. Por un lado, lo hace por la vía del costo del crédito. No obstante, dado que la intermediación financiera es baja como proporción del PIB, el verdadero mecanismo antiiflacionario viene dado por la vía del tipo de cambio, que en lo que va del año se apreció 50 centavos de dólar, ayudando a que no haya una mayor inflación aún. La dinámica se facilita en gran parte por los elevados rendimientos de las Letras, con el incentivo que le otorgan a la denominada «bicicleta financiera», que consiste en ingresar dólares del exterior y comprar Lebac en pesos, sin demasiado riesgo cambiario. Como consecuencia de ello, se verificó un sostenido proceso de pérdida de competitividad que afecta a las pymes y a las exportaciones industriales, reforzando el ingreso de importaciones y el magro panorama en términos de inversiones en la economía real.
A su vez, la política monetaria contractiva derivó en un crecimiento exponencial del stock de Letras en circulación, que en la actual gestión casi se triplicó. Más de la mitad vencía junto a la licitación del último martes, que como era de esperar terminó convalidando una nueva suba de tasas. Se trata de un escenario de concentración de vencimientos importante, muy sensible al cambio de humor de los mercados financieros y que incrementa el riesgo de inestabilidad a futuro, una responsabilidad también prevista en el mencionado artículo 3º de la Carta Orgánica del BCRA.
Mientras el Gobierno sigue con sus contradicciones discursivas en el marco de una absoluta posverdad e intenta divisar algún brote verde, la evolución de las variables económicas no deja lugar a discusión. No es obra de la naturaleza ni producto de alguna herencia: es la consecuencia directa de la implementación de un conjunto coherente de políticas que se proyecta profundizar para después de octubre, y que tiene previsible final.