Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
En la semana resonaron las declaraciones de Roberto Lavagna sobre la política económica de Cambiemos. El exministro de Economía sostuvo: «Ya hemos tenido este tipo de modelo, con los militares y en los años noventa. No consiguen efectivamente dar resultados en términos de un modelo de desarrollo. Esperemos que haya tiempo de modificaciones y rectificaciones. El punto hoy es que lentamente nos hemos ido deslizando como país, y sobre todo como gobierno, hacia una política que ya vivimos.»
Los diputados que participan de su misma fuerza política, el Frente Renovador, deberían escucharlo, dado que hasta el momento han votado todas las leyes más importantes del gobierno actual, como el pago a los fondos buitre, el blanqueo de capitales y la participación público privada.
El actual ministro Alfonso Prat-Gay salió al cruce, sosteniendo que no se imaginaba a Lavagna «diciendo que el gobierno de Macri es la dictadura». Un gran error por parte de Prat-Gay. Lavagna no dijo tal cosa, sino que Cambiemos aplica las mismas políticas que se instalaron durante la dictadura y en los noventa.
De hecho, Alfredo Martínez de Hoz, allá por 1995, se refirió a los tres pilares fundamentales del programa económico anunciado el 2 de abril de 1976: la reforma del Estado; la liberalización, modernización y apertura de la economía, y un plan de estabilidad para reducir lo más posible la inflación. Tres ejes que están en el proyecto macrista y que se están aplicando en la actualidad.
Aquellos comentarios de Martínez de Hoz tienen un agregado adicional. Comentaba que la pregunta más habitual que le hacían es si se necesitaba un gobierno de fuerza para llevar adelante un programa de ese tipo. Y él decía: «No, todo lo contrario, este gobierno –el de Carlos Menem– tiene todo el poder político que le da la fuerza del voto popular para llevar adelante su programa, mucha más fuerza que un gobierno militar. Parece un contrasentido.»
Así que simplemente repasando la historia uno puede encontrar que los ejes del proyecto económico del gobierno de Cambiemos son similares a los que se aplicaron en los noventa y a los que se aplicaron en el ’76. Eso es irrefutable y fácilmente demostrable ,y no significa en absoluto que este gobierno sea una dictadura.
La importancia de este planteo es analizar en profundidad hacia dónde nos han llevado las políticas aplicadas en la actualidad, y cuál es el camino que transitan hoy día muchos otros países que también usan el recetario neoliberal: recesión, aumento de la desocupación y crisis social.
La economía sigue cayendo
Quizá el dato más significativo sea el cálculo de la producción industrial según la UIA, que se contrajo 7,6% en septiembre y anotó la octava caída consecutiva. Un dato que en general pasa desapercibido pero que es muy importante: medida en términos desestacionalizados, la producción industrial de septiembre cayó un 1,6% respecto de agosto, una reducción muy importante. Estos dos datos indican, no sólo que veníamos mal, sino también que seguimos mal.
El presidente de la UIA, Adrián Kaufmann Brea, comentó que la actividad se comportó peor que lo que esperaban : «ahora, nuestro cálculo refleja 50 mil empleos menos y 40% de capacidad ociosa en la mayoría de los sectores productivos». Agregó además que «el principal problema que tiene el país, actualmente, es la caída del consumo interno». Una cuestión que debería tener en cuenta el gobierno nacional, y que es ratificada además por los datos de la realidad. El monto de las ventas en supermercados subió en septiembre un 29% interanual, muy por debajo de la inflación que mide un 43% en el mismo período, según datos de la Ciudad de Buenos Aires. Esto da una caída real del consumo del 7,3%, muy pronunciada.
En cuanto a la evolución de los precios, los datos no son alentadores. El índice de precios al Consumidor del Indec evidenció un crecimiento del 2,4% durante octubre: esta es la variación que impacta en los bolsillos de las personas. En tanto la inflación núcleo (que elimina el efecto de los precios regulados y los estacionales) se ubicó en octubre en el 1,8%, un valor más alto que el 1,5% que había dado en septiembre. Así que, por lo visto, no hay desinflación como sostienen los funcionarios oficiales.
Por otro lado, la Canasta Básica Total, que es la que se utiliza para medir la línea de pobreza, también calculada por el Indec, subió 2,5% en octubre, por lo que una familia tipo necesitó $ 12.953 para no ser pobre. La Canasta Básica Alimentaria, que fija el límite de la indigencia, subió un 1,6%, y se ubicó en $ 5375. Con estos números puede inferirse que en la próxima medición aumentará el número de pobres, contradiciendo las promesas de Macri.
¿Emprendedores o especuladores bursátiles?
Cuando se piensa en medidas para fomentar la producción, hay que pensar en estas cuestiones: en el incremento de las importaciones, en especial de bienes de consumo, en la baja utilización de la capacidad instalada en las industrias, y en la reducción del consumo, en especial el de las clases populares. Sin embargo, el gobierno insiste con medidas generales como el fomento al emprendedurismo a través de la simplificación de las operaciones para la apertura de sociedades y de la bursatilización de estos emprendedores transformados en sociedades. Tal como fue planteado desde el gobierno nacional, la cuestión del emprendedurismo es una cubierta para instalar una nueva forma societaria, las Sociedades por Acciones Simplificadas (SAS). Esta estructura permitiría disminuir los controles y la carga tributaria sobre las SAS, y posibilitaría evadir responsabilidades previsionales y del Contrato de Trabajo, como sucedió en otros países en los que se impuso este modelo.
La normativa tratada esta semana en Diputados permitiría que las grandes empresas utilizaran «empresas satélites» que obtendrían los beneficios que prevé el proyecto aprobado, además de poder impulsar a sus trabajadores a convertirse en «emprendedores SAS», que no serían más que «trabajadores flexibilizados». Otra característica del proyecto original del oficialismo es que excluía a las empresas de la economía social y solidaria.
Desde el FpV y otros espacios opositores se hicieron propuestas (obteniendo un acuerdo del resto de los bloques, incluido el oficialista) para evitar estas amenazas, ampliando la definición de emprendedor y los beneficios de la normativa a las actividades productivas sin fines de lucro, estableciendo límites al capital de las SAS y solicitando la aplicación de la Ley de Contrato de Trabajo a las SAS.
La bancada de Cambiemos, junto con los diputados de los bloques que habitualmente consensúan con el oficialismo, aprobaron sus propias modificaciones. Por ejemplo, se definió en términos generales que los emprendimientos pueden ser lucrativos o no lucrativos, pero se creó una categoría lucrativa que es la que concentra la gran mayoría de los beneficios del proyecto de ley. De esa forma se terminó discriminando injustamente a las empresas de la economía social y solidaria.
Esta actitud no es nueva. Desde la asunción del gobierno macrista hay un Parlamento que funciona básicamente con el acuerdo de tres bloques (Cambiemos, Frente Renovador y Frente Justicialista) y excluye la voluntad del bloque opositor más numeroso de la Cámara y de otros muchos, que se enteran que se está discutiendo un texto que no conocen. Muy lejos de la «República» que tanto pregonan.