Tiempo Argentino | Opinión
por Carlos Heller
Un artículo de la BBC, replicado por la Web de La Nación este viernes, destaca el elevado nivel de aprobación de Cristina Kirchner en la finalización de su mandato, «pese a los vaivenes de su gestión y las crisis que ha tenido que enfrentar el gobierno». En el texto se comenta que «planes sociales como la Asignación Universal por Hijo (…) se han vuelto tan populares que incluso los candidatos de la oposición prometen conservarlos si llegan a la Presidencia tras las elecciones de octubre».
En este entorno, el PRO lanzó el subtrenmetrocleta, que no es más que un lanzamiento «ocurrente» de dos medidas ya presentadas con anterioridad. En abril de este año Horacio Rodríguez Larreta anunció el metrobus transversal, y en mayo Mauricio Macri anunció la Red de Expresos Regionales (RER), una obra faraónica que implica la construcción de 16 km de túneles ferroviarios y estaciones de traslado, para conectar todas las estaciones de trenes, con un centro neurálgico debajo del Obelisco. No sólo nos hace acordar de la incumplida promesa de Macri de construir 10 km de subte al año, sino que implica desafíos técnicos que la podrían hacer inviable, y además la Ciudad de Buenos Aires no tiene jurisdicción sobre los trenes, entre otras debilidades del proyecto. Un tema esencial que no fue explicado es su financiamiento, aunque, conociendo la filosofía neoliberal del PRO, estarán pensando en mayor endeudamiento externo.
Siguiendo con las declaraciones de campaña, la candidata del PRO, Gabriela Michetti, propone pagar a los buitres, porque «una vez que tenés el fallo encima no se puede incumplir». Declaración que coincide con las ideas de su jefe Macri, quien apenas conocida la ratificación del fallo llamó a pagarlo sin demora. También se han multiplicado los comentarios de distintos analistas en los medios concentrados, que sugieren que el próximo gobierno deberá pagar a los buitres, aunque la mayoría de ellos habla de «acordar» o «negociar». Esto también es parte del «chamuyo» de los sectores económicos concentrados.
Aunque revestidos de una supuesta formulación científica, todos estos comentarios no son más que eslóganes para edulcorar el pago a los buitres y volver a un descomunal endeudamiento externo.
Si hay una consigna que quedó clara en todos estos meses es que los buitres no quieren negociar, sino que se pague la totalidad de lo establecido por Griesa: el gobierno argentino les ofreció entrar al canje con una ganancia del 300% en dólares, y no la aceptaron. Pero sucede que pagar a ese 7% de la deuda original en manos de los buitres podría implicar un endeudamiento de más de U$S 20 mil millones, casi la mitad de lo pagado al 93% que entró al canje.
Estas posturas de algunos sectores de la oposición y del establishment coinciden con una avanzada de los buitres, que ante el escaso progreso que han tenido con el fallo Griesa, han contratado a Richard Zabel, subprocurador general del Distrito Sur de Nueva York (Manhattan), quien se encargó en los últimos años de perseguir los delitos de los bancos y de los fondos de cobertura. Zabel será el consejero general y jefe de legales de Elliott, el fondo de Paul Singer. Este magnate también ha contribuido al financiamiento de una fundación creada por iniciativa de, entre otras personalidades, Madeleine Albright –ex lobbista de Singer- y de la que –en la rama argentina- participan diputadas del PRO.
Todo aquel que entre en la página de la ATFA encontrará publicadas notas de La Nación, Clarín, El Cronista e Infobae, cuyo contenido coincide con los planteos de la fuerza de tareas de los buitres.
Otra de las posturas habituales de los analistas y candidatos de la oposición es prometer «conectarnos con el mundo», frase que a primera vista no se entiende, dado que la Argentina tiene hoy una presencia internacional destacadísima, está en todos los foros, como el G20 y el G77, jugando papeles de gran importancia; ha sido principal partícipe de la construcción de la UNASUR y la CELAC, y tiene asociación preferencial con tres de los grandes países de los BRICS , por detallar algunos de los vínculos internacionales.
En verdad, hay que decirlo descarnadamente, lo que nos están proponiendo todos los que nos quieren «amigar» con el mundo, es volver al Fondo Monetario Internacional y a sus condicionamientos, y a las relaciones carnales con Estados Unidos, entre los principales alineamientos. Pero ese mundo en el que piensan no es para nada amigable. Es el mundo que le está pidiendo a Grecia más ajuste aún, amenazándola con su expulsión de la zona Euro si no aplica medidas que se traduzcan en mayores rebajas en los haberes jubilatorios y reformas impositivas, que no son más que otra oportunidad para que los ricos acumulen más riqueza a costa de mayor cantidad de pobres. En relación a estas negociaciones, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, utilizó la frase «game over» para indicar el fracaso de las mismas, a lo que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, le contestó: «Tenemos 1,5 millón de desempleados, 3 millones de pobres y miles de familias viven sin ingresos. No es un juego.»
Un ejemplo aleccionador de este mundo al que «hay que acercarse» tal como lo plantea la oposición, se refleja en la situación de México, donde según un estudio de Oxfam la brecha entre pobres y ricos aumentó significativamente: el 46,5% del total de sus habitantes vive en la pobreza, cifra que en el caso de la población indígena alcanza al 80 por ciento. No obstante, los individuos con una riqueza neta superior a un millón de dólares –representantes de menos del 1% de la población total– concentraban en 2012 alrededor del 43% de la riqueza total del país. Un ejemplo claro es la evolución de la riqueza de los cuatro principales milmillonarios mexicanos. Comenzando por el que ocupa el primer puesto, Carlos Slim, el peso de su fortuna pasó de poco más del 1% del PIB en 2003 a casi el 6% en el periodo 2011-2014. Lo mismo ocurrió con las fortunas de los otros tres: de medio punto porcentual del PIB pasaron a casi un 3% en el mismo periodo, con un crecimiento vertiginoso a partir de 2007, inicio de la crisis financiera internacional, una «coincidencia» altamente significativa.
Para México, el índice Gini -que mide la desigualdad de ingresos- se ubica actualmente entre 0,44 y 0,48 según distintas mediciones, valor en el que se encontraba la Argentina en el 2003, cuando se estaba saliendo de la crisis. Estos guarismos pueden compararse con el último dato conocido para Argentina, correspondiente al primer trimestre de 2015, que se ubicó en el 0,364, muy discretamente por debajo del coeficiente de un año atrás, tal como lo informó la presidenta Cristina Fernández en la Pampa esta semana. Con esta información, Cristina sostuvo que «no se gobierna el país con chamuyo y globitos sino con números y gestión». Esa gestión que, volviendo al inicio de la columna, le permite tener el más alto nivel de aprobación de un presidente argentino saliente, muy superior al que poseen en este momento mandatarias de países hermanos. Un proyecto que para avanzar debe profundizarse, como se está haciendo con la actualización por ley de los haberes de la AUH. Se requiere además una nueva ley de entidades financieras y otra de inversiones extranjeras, así como impulsar la denuncia de los tratados bilaterales de inversión y la salida del CIADI. También resulta necesario avanzar en una importante reforma impositiva, una nueva ley de minería sustentable en los aspectos económicos, sociales y ambientales, y por sobre todo, hacia una mejor distribución del ingreso y la riqueza.» «
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 28 de Junio de 2015