Tiempo Argentino | Opinión
Por : Carlos Heller
En la semana, el precandidato presidencial Mauricio Macri admitió haber recibido presiones de integrantes de grandes corporaciones -los que ha denominado «el Círculo Rojo»- para sellar un acuerdo electoral con el líder del Frente Renovador, Sergio Massa. Este reconocimiento no es una operación marketinera de Macri para mostrarse no influenciable por los grandes empresarios, dado que rechazó la alianza con Massa. Por el contrario, esta puesta en escena mediática del «Círculo Rojo» significa darle validez y legitimidad a tales presiones, y es la medida de cuánto valora el precandidato las opiniones empresariales, además de haberlas considerado «bien intencionadas».
Esta actitud evidencia la voluntad del jefe de Gobierno de volver a los noventa, e incluso a los postulados de la dictadura cívico militar de los setenta, períodos en los cuales los grandes empresarios se convirtieron en referentes principales y hacedores de las políticas económicas. Pero también exhibe la incoherencia del discurso de Macri, cuando comenta: «Señores, yo no voy a sus fábricas a decirles qué tienen que producir, así que ustedes no me digan cómo hacer política», (Infobae 11.06.15). Con estas palabras hoy se reconoce político, relato que se da de bruces con sus reiterados discursos –y los de los actuales candidatos del PRO- donde se critica insistentemente a los políticos, autoexcluyéndose en forma implícita de dicha categoría, una estrategia de profunda raigambre conservadora.
Otra definición política resultó la repudiable frase de Luis Barrionuevo, «con los militares había diálogo y se podía negociar» (El Cronista, 10.06.15), que no sólo debe reprobarse por sus profundas connotaciones contrarias a los Derechos Humanos, banalizando el terror impuesto por la dictadura, sino porque además intenta desdeñar todo lo que se ha avanzado en derechos laborales en todos estos años, caracterizados por la existencia de paritarias libres. Una frase rechazada incluso por sus compañeros, que no trepidaron luego en mostrarse amigablemente en la misma mesa para comentar los alcances del paro del martes pasado.
Estos enfoques prosiguen en la nueva avanzada del Foro de Convergencia Empresarial (FCE), que en las conclusiones de un reciente seminario detalló que «la soberanía reside y le pertenece al pueblo todo y no a las mayorías circunstanciales, ningún gobernante puede intentar apropiarse del Estado: es simplemente su servidor, nuestro servidor y no su dueño», como si hubiera un statu quo, un orden perenne, fuera del alcance del voto popular. Mas allá de las suspicacias que genera el FCE al hablar del Estado como «nuestro servidor», mención incomprensible salvo que pretendan representar «al pueblo todo», puede pensarse que la frase intenta encubrir, dentro de una pretendida valoración democrática, ideas que lesionan gravemente la propia democracia.
Para el Foro, «le cabe al Estado establecer reglas de juego claras y hacer cumplir las leyes, pero más allá de este marco, su injerencia en el ámbito propio de la actividad privada, interviniendo arbitrariamente en la toma de decisiones empresarias lesiona gravemente la economía y obstaculiza el desarrollo económico y social».
La esencia de las propuestas del FCE nos lleva a tiempos pasados, resumidos en dos frases: «Achicar el Estado es agrandar la Nación» de la época dictatorial, y el fallido «nada de lo que deba ser estatal quedará en manos del Estado» pronunciado en la década menemista.
Se realizó también el habitual congreso del IAEF, en el que expusieron varios economistas. Se destacan los conceptos de Miguel Kiguel, gurú que puede considerarse divulgador de las ideas del «Círculo Rojo», quien dijo sin medias tintas que se requiere un shock devaluatorio y salir inmediatamente del «cepo» cambiario, «aunque se dispare la inflación». Federico Sturzenegger, referente del PRO, se centró en «eliminar el impuesto inflacionario». Cabe señalar que ambos propusieron reducir los impuestos al trabajo, es decir, los aportes y contribuciones a la seguridad social. Para Sturzenegger, los menores ingresos se compensarían con mayor endeudamiento, una amarga medicina que ya hemos probado. El infaltable gurú Miguel Ángel Broda profetizó políticas gradualistas, y se lamentó que en ningún caso, gane quien gane, habría posibilidades de volver al FMI, organismo con el cual, dijo, más convendría endeudarse. Una opción que, agrego desde mi punto de vista, implicaría volver a soportar las pesadas cadenas de la condicionalidad externa.
Podría realizar más citas, pero lo que discuten los economistas de los candidatos de la oposición, no es más que la dosis y el ritmo del ajuste, cómo reducir el gasto, abrir los mercados y endeudarse; todas políticas de neto corte neoliberal.
Sin abandonar las cuestiones político-económicas, resulta interesante mencionar el acuerdo gremial de La Bancaria, que se gestó con ABAPPRA, la asociación de la banca pública y cooperativa, y luego se extendió al resto de las cámaras de bancos. Además de acordarse un aumento del 27,8%, se implementó una retribución adicional proporcional a las ganancias que obtenga el sistema bancario en su conjunto y no de cada entidad en particular. Según el ministro de Economía, Axel Kicillof, quien participó de las negociaciones: «Esto quiere decir que los trabajadores van a cobrar un monto que depende de la ganancia de los bancos, lo que es en definitiva fruto de sus esfuerzos», adjudicándole «un carácter novedoso e histórico». Comparto plenamente la opinión del ministro, dado que siempre he fomentado la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas y en la efectiva aplicación del artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
Desembarcando en los números de la economía, un tema a destacar es el aumento en la previsión de crecimiento para 2015 de Argentina, elaborada por el Banco Mundial (BM), que pasó de una caída del 0,3% en la anterior estimación de enero a un aumento del PIB del 1,1% en el cálculo de mayo. Esta cifra tiene mayor valor aún al compararla con una contracción del 1,3% en 2015, esperada por el BM para Brasil.
Para el organismo internacional, un desafío que deberán enfrentar los países en desarrollo es la «inminente alza de tasas de interés en Estados Unidos (que) podría reducir los flujos de capital y fomentar inestabilidad en mercados financieros» de dichos países, una amenaza a la cual Argentina está poco expuesta, dado nuestro bajo nivel de endeudamiento externo.
Sobre este último tema, el ministro de Economía, Axel Kicillof, afirmó en una reciente conferencia que «el desendeudamiento es una instancia de soberanía económica». Recalcó además que «para pagarle a ese 7% que son los fondos buitre, tendríamos que usar casi la mitad de lo que se usó para pagarle al 93% que aceptó entrar en los canjes de deuda», indicando claramente el peso extremo de las exigencias de los buitres, y lo que hubiera costado aquella idea del alcalde Macri de pagarles apenas emitida la sentencia de Griesa.
Tanto en las políticas aplicadas desde 2003, como en el discurso de los principales funcionarios nacionales, se observa la gran diferencia con lo que propone la oposición conservadora y sus candidatos. Son dos proyectos políticos opuestos, el distribucionista con un fuerte rol del Estado, respecto al ajustador que propone un Estado subsidiario. Esas son las dos opciones que estarán en juego, primero en las primarias nacionales, y luego en las elecciones. Y en función de ello la población debería decidir su voto. «
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 14 de Junio de 2015