LA SEMANA ECONÓMICA
De las palabras de Cristina en la Asamblea Legislativa a la postura de la oposición y la desaceleración inflacionaria.
El discurso de la presidenta Cristina Kirchner del 1 de marzo en la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso resultó contundente en los distintos temas que abordó, indicando su profundo conocimiento de la gran cantidad de cuestiones que hacen a la gestión gubernamental, y ratificándola como una verdadera estadista. No es la intención de esta nota resumir los contenidos económicos del discurso, que ya han sido suficientemente difundidos, sino resaltar los aspectos políticos de los mismos.
Puede situarse un eje del discurso en un axioma poderoso que expresó Cristina al hablar de los acuerdos con China, reflexionando que «no es la economía, es la política» la que define la dinámica de los cambios, una frase que puede considerarse como una máxima que guía su gestión, dado que ha realizado comentarios similares en otras oportunidades.
En el enfoque político se inscribe, al inicio del discurso y como logro significativo de su gestión (y la de Néstor), el haber «desendeudado completamente a la Argentina»; de la misma forma que expresó su esperanza de que no haya nunca más gobiernos que tengan que tomar deuda para pagar deuda, para luego sostener: «Si nos endeudamos, que sea para obras de infraestructura, para proyectos de crecimiento del país, pero no para ganancia del sector financiero internacional.» Esta última contraposición resulta muy aleccionadora, puesto que cuando se refinancia la deuda con el sector privado, son los especuladores los únicos que obtienen ganancia, generalmente con mayores intereses por la presión de ese refinanciamiento, una cuestión que no sólo marcó a fuego nuestra historia económica hasta 2002, sino que también resulta evidente en la actual crisis europea, con Grecia como principal ejemplo. También llamó a reflexionar sobre aquellos candidatos presidenciales que no han hecho otra cosa que endeudar en dólares a sus administraciones y proponen lo mismo para la Nación.
No puede obviarse el anuncio del envío por parte del Poder Ejecutivo al Congreso de un proyecto de ley para recuperar la administración de los ferrocarriles argentinos y de varios proyectos de leyes para el sector industrial; uno sobre modelos y diseños industriales para mejorar la protección de las patentes argentinas, otro sobre pagaré bursátil que permita agilizar el financiamiento de las empresas, y otro para fortalecer el Programa Nacional para el Desarrollo de Parques Industriales del Bicentenario.
En un plano más vinculado a lo social, Cristina señaló: «Es verdad, no será un país cómodo para los dirigentes (que la sucedan), sino un país cómodo para la gente. Va a ser incómodo, sobre todo, si piensan sacarle derechos adquiridos.» Uno de esos derechos adquiridos ha sido la vuelta al sistema previsional público de reparto (Ley 26.425), que permitió llegar a prácticamente una cobertura del 100% de las personas en edad de jubilarse, e implementar planes de inclusión social como la AUH y otras transferencias realizadas con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad. De allí que Cristina expresó que «una de las políticas que no nos perdonan los poderosos es haber recuperado la administración de los fondos de los trabajadores». Cabe recordar que la Ley 26.425 fue rechazada, entre otros, por los entonces senadores Hilda González de Duhalde, Gerardo Morales y Ernesto Sanz, y por los entonces diputados Oscar Aguad, Esteban Bullrich, Patricia Bullrich, Francisco De Narváez, Fernando Iglesias, Norma Morandini, Adrián Pérez, Federico Pinedo, Fernando Sánchez y Felipe Solá. La mayoría de ellos hoy sostiene como propuesta electoral mantener el sistema de reparto, aunque cabe preguntarse en qué condiciones funcionaría con la administración de funcionarios que ideológicamente están en contra.
Estas cuestiones se extienden a los candidatos presidenciales como Mauricio Macri, quien en una incalificable declaración política expresó: «Reivindico 100 por ciento las banderas del justicialismo» (La Nación 24/02/15); probablemente esté pensando en Carlos Menem y su famosa frase ‘si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie’. En otra nota, en la cual el alcalde comentó «conmigo se acaba el curro de los derechos humanos» (La Nación, 08/12/14), también dijo sobre Aerolíneas Argentinas que «es imposible sostener una empresa que pierde por año lo que costaría urbanizar las villas de Buenos Aires». En el mismo reportaje, al ser consultado si «¿se viene una ola de endeudamiento, entonces?», respondió que «endeudarse para crecer e invertir es muy saludable, las inversiones se repagan con el trabajo de los argentinos». No resulta una errónea formulación económica. La doctrina ortodoxa que sigue Macri recomienda reducir los salarios para pagar las inversiones con el bolsillo de los trabajadores, pero en ningún momento se plantea tomar la más mínima porción de las ganancias empresariales para tal fin. En la misma ideología se inscribe la premura con que Macri salió a criticar la reestatización de los trenes: «Me parece una antigüedad. Qué importa quién maneja un ferrocarril o un teléfono celular, lo que importa es que funcione bien y lo más barato posible», expresó, imitando el estilo que utilizaba Bernardo Neustadt cuando le hablaba a doña Rosa. Además, referirse a «lo más barato posible» parece una burla a los usuarios de los subtes de la Ciudad.
Los dos modelos se enfrentaron nuevamente esta semana cuando Cristina Fernández recibió las primeras 300 formaciones cero kilómetro adquiridas a China para el Ferrocarril Roca, y comentó: «Algunos se las dan de modernos pero miren lo que les compran para que viajen los porteños» (Tiempo Argentino, 06/03/15). Para sostener la postura de la presidenta, basta con citar un artículo de El País del 26/09/11: «El alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, quiso asegurarse que había hecho una buena compra»; por su parte, sostiene la publicación, «Metro de Madrid se frota las manos con los 4,2 millones de euros que ha sacado por la venta de unos vagones carne de chatarrería tras 32 años de traqueteo.» ¿Será a estas decisiones a las que se refirió Macri en su discurso del 1 de marzo al comentar: «Gobernamos dialogando y aprendiendo»?
El trasfondo de las medidas y de las promesas electorales es siempre político, más aun cuando se promete «beneficiar a todos los argentinos», o frases por el estilo. Detrás de estas frivolidades, no caben dudas de que quienes soportarán los costos serán la clase trabajadora y los estratos de menores recursos.
SE DESINFLAN LOS PRONÓSTICOS. En la semana que pasó se conocieron datos e informes que hacen referencia a una desaceleración inflacionaria, tanto desde la órbita oficial como desde la privada, que rompen la falsa idea que intentó instalar la ortodoxia de que la economía estaba predestinada a convivir con tasas de inflación cada vez mayores.
Es importarte resaltar esta noticia dado que no fue demasiado comentada en los medios que, como siempre, montan su teatro de operaciones políticas en función de ciertas variables clave y con ello buscan moldear el humor de la sociedad. Un ejemplo de ello: El Cronista, en la página 7 (04/03/15) aborda el tema de la baja de la inflación, aunque se cuida de hacer referencia alguna en su tapa, toda una omisión para un periódico especializado en economía. Sigue resultando útil recordar los pronósticos de un ex ministro de Economía durante los noventa que, luego de la corrección cambiaria de enero de 2014, había llegado a señalar que en el escenario optimista veía un 2015 con una inflación del 40%, mientras que el peor involucraría una tasa del 100 por ciento.
También aparecen en los medios opiniones oportunistas que comienzan a instalar la idea de que, para seguir la senda de la moneda brasileña, se precisa una devaluación, algo que de ocurrir los llevaría a escribir sobre el impacto que ello ocasionará en los bolsillos de la población. Es otra de las trampas que el gobierno nacional ha sabido reconocer, de la misma forma que ocurrió con los fondos buitre, cuando la oposición decía que había que arreglar como sea con quienes exigían unos U$S 1600 millones, monto que esta semana, con el reclamo de los «me too» (yo también), que en su gran mayoría son buitres, se habría elevado a U$S 8000 millones.
Cuando la presidenta sostiene en su discurso que «el gran desafío fue mantener políticas públicas activas y aumentar las que ya habíamos implementado para afrontar la crisis», así como cuando afirma que el Banco Nación «volvió a ser banca de fomento», no sólo revela una actitud proactiva ante las dificultades, sino que brinda toda una definición del proyecto político económico, social y cultural instalado a partir de 2003. –
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 08 de Marzo de 2015