He dicho en reiteradas oportunidades que la sentencia de Griesa tiene todas las características de un fallo de colonias, cuestión que ha sido ratificada en todas sus declaraciones y decisiones con relación al caso. Tanto en la última audiencia del viernes pasado, cuando pidió que cesen las «declaraciones engañosas» del gobierno (en ningún momento observó declaraciones engañosas de los demandantes), como en el comunicado del mediador Daniel Pollack, quien expresó taxativamente que «Argentina entrará al default» y que ello tendrá graves consecuencias sobre el pueblo argentino, definición a la que cuesta encontrarle una veta de imparcialidad.
Habría una solución si los buitres no fueran buitres. Argentina ofreció a los demandantes entrar al canje, lo que les significaría, según explicó el ministro de Economía Axel Kicillof, una ganancia de un 300% debido a que compraron los bonos a precio de remate. Pero los demandantes desean no menos de lo que les concedió el juez, que en el caso del fondo NML de Paul Singer, significa una ganancia del 1600% en seis años.
Otra negociación no era posible. Luego del pago de Argentina de su deuda reestructurada, se cae en una extraña situación de un «default que no es» pero que los «mercados» consideran que sí es, incorporándole insólitos calificativos; la otra alternativa, la de pagar a los buitres según establece el fallo, implicaría entrar en un sobreendeudamiento por el reclamo del resto de los holdouts y la activación de las cláusulas RUFO. Ambas situaciones son nocivas para la Argentina, la segunda mucho más.
Tal como lo comunicó el ministro de Economía el viernes, la situación actual, si un nombre no tiene, es el de «default». Kicillof explicó que no se cumple ninguna de las tres condiciones que implicarían que el país entre en default: el no pago, la declaración de una moratoria o la invalidez de los convenios firmados oportunamente. Lo que sucede tiene que ver con «riesgo en oportunidad de cobro» que es cuando, por ejemplo, un acreedor interfiere en los cobros por un embargo, una prohibición judicial, una medida cautelar temporaria o cualquier otra acción similar, condiciones que suelen ser «transitorias».
La audiencia que citó el juez Griesa para el viernes pasado generó cierta expectativa. Pero al igual que en la anterior, no resolvió nada relevante respecto de los planteos por los fondos retenidos, sólo criticó a Argentina, y dijo que nuestro país debía cumplir el fallo. Argentina solicitó cambiar al mediador Pollack, y los demandantes solicitaron su continuidad: la decisión de Griesa no fue sorpresiva: ratificó al mediador.
Esta situación genera elevadas dosis de volatilidad, la materia prima preferida por los especuladores, y es otra de las implicancias del fallo Griesa. En la medida que el juez les concedió a los buitres la facultad de pedir la reposición de la cautelar, y que hay otras entidades interesadas en comprar el fallo, estas tienen información privilegiada, y la pueden usar para obtener elevadas ganancias.
Entre los 15 integrantes que decidieron unánimemente que se debían abonar los seguros de default sobre la deuda argentina (CDS), figuran el fondo Elliott y grandes bancos, entre otros; nuevo aliciente para incrementar la masa crítica de la especulación. El Ministerio de Economía informó que la Comisión Nacional de Valores «solicitará a la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC) información precisa sobre las transacciones con esos títulos (CDS), para investigar si los propios fondos buitre, por sí, o a través de terceros, obtuvieron ingentes beneficios al no alcanzar un acuerdo».
CONTINÚAN LAS CRÍTICAS AL FALLO GRIESA. El premio Nobel Joseph Stiglitz expresó al diario New York Times (NYT): «hemos tenido muchas bombas alrededor del mundo, y esta es una que Estados Unidos le está tirando a todo el sistema económico global», y agregó que no se sabe aún «cuán grande será la explosión y no es sólo de la Argentina». Según cita NYT, Stiglitz dijo que el fallo puede prolongar o posponer las reestructuraciones de deuda y extender la miseria económica de los países y reflexionó que «Singer y Elliott han hecho ya un gran daño».
Una carta firmada por 100 economistas de universidades y centros de estudios, principalmente de Estados Unidos, y de varios países más, también coincidió con que el fallo de Griesa: «podría causar daño económico innecesario al sistema financiero internacional». La carta expresa que «la decisión de la Corte obstaculizaría gravemente la capacidad de los acreedores y deudores de concluir una reestructuración ordenada si ocurre una crisis de deuda soberana», dado que el fallo del magistrado distrital podría «torpedear un acuerdo existente con aquellos tenedores de bonos que eligieron negociar».
Mark Weisbrot, co-director de un importante centro de pensamiento localizado en Washington que distribuyó la carta de los 100 economistas, se mostró de acuerdo con la posición del gobierno argentino con respecto a la necesidad de buscar un nuevo término para describir una situación en que un deudor quiere pagar y no puede hacerlo porque un fallo judicial no se lo permite. Agregó además que «fue una Corte la que tomó esta decisión sin precedente. Es una corte la que está forzando a Argentina a defaultear. El default no es de Argentina» (Infobae, 01.08.14).
No obstante la gran cantidad de apoyos recibidos de alto nivel y de todo tipo, algunos analistas y economistas vernáculos siguen sosteniendo que el gobierno argentino negoció mal y no toman en cuenta los terribles problemas que genera el fallo. Son los mismos analistas y economistas que pronostican una catástrofe por la caída en «el default que no es», algunos intentando engañosamente comparar esta situación con el default que sí fue de 2001. Algún economista neoliberal profetizó que «con el default podrían llegar a faltar medicamentos», una consecuencia absurda, pero que preocupa a la gente que la escucha y no tiene los conocimientos técnicos para identificar el embuste. También se ha podido leer a opinólogos locales, usualmente citados por la American Task Force Argentina, partiendo de «versiones que aseguran» actitudes del gobierno argentino que podrían gatillar las cláusulas RUFO, todo un festín para los buitres.
Argentina está en condiciones de pilotear esta situación, que no es fácil. Nuestro país tiene muchísimas fortalezas: está parado en una posición sólida y posee el control de las principales variables de la economía. Por ejemplo, la deuda pública total es del 40% del PIB, cuando en 2002 era del 166%, pero lo que más interesa, la deuda en moneda extranjera en manos de privados, es menor al 10% del PBI, y al sumar organismos internacionales es equivalente hoy al 16% del PBI, cuando en 2002 era más del 95 por ciento. Hemos vivido, desde 2003, con el cierre al financiamiento externo, y la economía creció basada en su dinamismo interno. Esto no indica que la falta de financiamiento sea neutra; con crédito a buenas tasas sería interesante financiar proyectos de inversión e infraestructura, previendo la jurisdicción de la justicia argentina en los contratos. Pero su falta no generará el derrumbe ni mucho menos, la economía argentina tiene un potencial que habrá que ir gestionando, a partir de una participación cada vez más activa del Estado en las cuestiones básicas de la economía.
Y si lo económico no tiene visos de descarrilar en lo absoluto, es válida la preocupación por lo político, como lo expresó Cristina Fernández, luego del acto en el cual anunció el nuevo aumento semestral del 17,21% en las jubilaciones, medida que llevó el haber mínimo a $ 3231. La presidenta expresó: «Tenemos que ser muy fuertes los argentinos, muy unidos, porque van a intentar tratar de dividirnos. No lo van a lograr porque realmente el Mercosur, la Unasur, la América del Sur, la CELAC, estamos definitivamente unidos, porque hemos aprendido que la unidad hace la fuerza y que solamente juntos vamos a lograr ser protagonistas en este mundo complejo.» Un mensaje que comprende que la unidad no sólo debe darse en nuestro país, sino en conjunto con nuestros hermanos latinoamericanos, un signo del cambio de época que venimos transitando desde 2003 y debemos mantener, pese a la actitud de ciertos políticos y analistas de la oposición que intentan instalar temor y desconcierto.
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino el domingo 3 de agosto de 2014.