En los últimos tiempos se intensificó la andanada de artículos de economistas ortodoxos que intentan sostener las viejas teorías de la inflación monetaria.
Veamos un ejemplo: «La inflación es un robo»; «Como el beneficiario de esta política es el gobierno, este ‘recauda’ esa diferencia bajo la forma de ‘impuesto inflacionario’. ¿Cómo hace para recaudar esa diferencia? Pagando gastos del Tesoro sin haber reducido, mediante impuestos, la capacidad adquisitiva de las familias o las empresas.» (Orlando J. Ferreres, La Nación, 16/10/12). Nótense los sinuosos y abstractos argumentos utilizados para culpar al déficit fiscal de la inflación. No tiene en cuenta Ferreres que la gran mayoría de los países desarrollados tienen amplios déficits fiscales que superan el 10% de su PBI y poseen una muy baja inflación, principalmente por la recesión en que se encuentran por reducir el gasto público y «la capacidad adquisitiva de las familias o las empresas». La emisión de dinero es una de las atribuciones más importantes de soberanía, y en todos los países reporta grandes beneficios en términos de políticas económicas.
Como en Estados Unidos, que para intentar paliar su crisis está inundando de dólares los mercados internacionales. Si analizamos las variaciones de la base monetaria en nuestro país durante este año, se podrá observar que el principal factor expansivo fue la compra de divisas fruto del importante superávit comercial, y sólo una tercera parte de los factores expansivos se debe a las operaciones del gobierno. Además, una importante porción de esta emisión fue esterilizada por las compras de letras del BCRA hechas por los bancos. La tesis del gasto del gobierno como generador de la inflación sólo funciona en los manuales. Hay una pléyade de economistas internacionales que están pidiendo a gritos que los países europeos incrementen el gasto público como una de las principales herramientas para salir de la crisis, aun a costa de continuar con los déficits fiscales. Porque si la economía no crece, ni el problema fiscal ni el de la deuda pública podrán resolverse.
Podría decirse que todos estos economistas vernáculos que asocian exclusivamente el fenómeno inflacionario con el gasto público se quedaron en los noventa, y no han aprendido ni un ápice de lo acontecido con la crisis mundial a partir de 2007. Pero también es cierto que centrar el fenómeno inflacionario en la creación de dinero es una excelente estrategia para esconder la responsabilidad de los formadores de precios en el proceso inflacionario. Una responsabilidad que viene siendo denunciada por muchos académicos y políticos, y tomó mayor relevancia a partir de la mención en los distintos discursos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Las causas de la inflación hay que buscarlas en la puja distributiva que lleva a que los grandes grupos concentrados suban los precios ante un aumento en el poder adquisitivo de las mayorías.