Temas como los hidrocarburos, los minerales, los recursos naturales en general, merecen una discusión amplia en la que se contemplen los diferentes aspectos en juego. En este sentido, el país tiene una asignatura pendiente como parte de las discusiones de fondo sobre cuestiones estratégicas.
Por supuesto, todo está vinculado con la preservación del medio ambiente pero, además, su explotación y utilización debe ser en beneficio de toda la población y no para que optimicen su rentabilidad las grandes corporaciones. Los recursos naturales son de la Nación; su utilización y explotación deben ser concebidas en el marco de una estrategia global de desarrollo sustentable del país y en sintonía con los procesos de integración de la región en clave emancipatoria. Claro está que el tema es de gran complejidad y merece un debate amplio y participativo de toda la sociedad, no sólo a través de las instituciones propias de la democracia, sino también a través de mecanismos complementarios que enriquezcan las visiones y logren los acuerdos de los distintos actores sociales locales, nacionales y regionales. En nuestro país, el tema de la minería y de los hidrocarburos aparece como presionando esta agenda y desde una perspectiva política introduce nuevamente el rol del Estado como protagonista frente a las conocidas lógicas de mercado.
Por ejemplo, la cuestión del petróleo y la renacionalización de YPF emerge como una alternativa necesaria. En una situación en la que surge la denuncia sobre cartelización de precios en la venta del gasoil a las empresas transportistas, si tuviéramos una compañía estatal trabajando en el sector podría haber actuado como referencia de precios y permitiría contar con elementos adicionales para evitar o castigar los abusos. La Argentina está dando una enorme ventaja al no tener una compañía estatal en el sector petrolero, como sí la tienen Brasil, Uruguay o México. La renacionalización de la empresa petrolera y el replanteo sobre el uso del subsuelo son parte de esta discusión pendiente y necesaria. La reforma constitucional de 1994, al provincializar la potestad sobre los recursos naturales, fragmentó la capacidad del Estado nacional y dificulta la puesta en práctica de un gran plan estratégico nacional con una cosmovisión avanzada del país, de la región y del mundo.
La tensión entre progreso y desarrollo versus medio ambiente no es exclusiva de la Argentina ni nace de las necesidades coyunturales. Hace ya bastante tiempo que asistimos a denuncias provenientes de un amplio espectro de organizaciones sociales acerca de los riesgos que entraña el desarrollo de un modelo capitalista que, fundado en la búsqueda incesante de lucro, no tuvo escrúpulos en promover acciones predadoras que multiplicaron los riesgos que ponen en un signo de interrogación la continuidad del género humano y de las distintas formas de vida existentes en nuestro planeta. Si el neoliberalismo fue responsable de las catástrofes sociales productivas, militares y políticas, también corresponde adjudicarle los daños en la dimensión ecológica, es decir los diversos impactos en los ecosistemas del planeta todo.
La Cepal advierte que “los principales problemas ambientales en América del Norte son la contaminación del aire y el agua, el crecimiento descontrolado de áreas urbanas y la alta intensidad en el consumo de energía basada en combustibles fósiles. A su vez, se asevera que en América Latina y el Caribe se hacen cada vez más evidentes la pérdida de biodiversidad y de bosques, y la sobreexplotación de los recursos naturales por encima de su capacidad de reposición, lo cual ha provocado la degradación de suelos y el agotamiento de pesquerías, y se señala que la urbanización acelerada y desarticulada y la persistencia de patrones insostenibles de producción y consumo están agravando problemas como la creciente generación de basura y el aumento en la contaminación del aire en las ciudades. Para todo el continente, el panorama descripto se ha visto agudizado por los impactos del cambio climático y el aumento de la intensidad y frecuencia de huracanes, inundaciones y deslizamientos”. (Cepal, Quinta Cumbre de las Américas 1994-2009 Indicadores seleccionados).
Con esta mención, queda claro que la naturaleza fue y está siendo una de las principales víctimas del modus operandi neoliberal. Desde aquí cabe recuperar la voz de quienes nos antecedieron y plantearon preocupaciones que demostraron su vigencia.
Esta nota fue publicada en la Revista Debate el 03.02.2012