Este año se realizarán elecciones en todo el país. Será sin dudas un año clave marcado por la agenda electoral. Cabe significar adecuadamente lo que estará en juego en la Argentina.
En 2011 se dirime si la Argentina mantiene el rumbo o hay un cambio. El rumbo comprende la política exterior, de derechos humanos, el rol del Estado, las políticas de inclusión social, el gasto público como instrumento de distribución, el fortalecimiento de los presupuestos de educación, todo lo que trabajosamente se está gestando. Pero nosotros no decimos que está todo bien. Durante la campaña electoral, yo hablaba del vaso medio lleno y del vaso medio vacío; decía: trabajemos para llenar la mitad de lo que le falta al vaso, pero eso no se puede hacer volcando el vaso que está medio lleno. Y lo expresamos en un slogan de campaña, “Por todo lo que se hizo bien, por todo lo que falta”, es decir, que no todo lo que se hizo, se hizo bien, y que lo que se hizo, no alcanza. Entonces, mientras tengamos informalidad laboral, desocupación, pobreza e indigencia, queda mucho por hacer. Eso no nos puede hacer perder de vista los avances logrados. Y lo que se pone en juego el año próximo es eso, el rumbo, el modelo.
Desde esta perspectiva, será necesario poner a debatir los temas centrales que hacen a la profundización del modelo. Un eje sustancial lo constituye la puja distributiva. Auspiciosamente se ha instalado algo que nosotros venimos diciendo hace bastante tiempo, el tema no es “asistencializar” la pobreza sino redistribuir la riqueza. Esto ya lo ha expresado en varias oportunidades la Presidenta. Los sectores concentrados de la economía darán dura batalla para no resignar posiciones en la distribución del ingreso, se oponen a los mecanismos distributivos indirectos provenientes de las políticas públicas con sus alertas continuos sobre el gasto público e intentan esterilizar los aumentos salariales vía aumento de los precios. Las corporaciones mediáticas acompañan estas vías de confrontación agitando el tema de la inflación y llamando a enfriar la economía y contraer el consumo. Tenemos una postura definida en esta cuestión. Si el Gobierno quiere dar batalla contra quienes hacen subir los precios, primero debe reconocer que los precios están subiendo. Siempre sostuvimos que la inflación, en la Argentina, ha sido esencialmente producto de la puja distributiva. La existencia de una economía altamente concentrada hace que los formadores de precios se apropien de buena parte de los recursos que el Estado traslada a los sectores más débiles de la sociedad. Entonces, para combatir un problema hay que reconocerlo, diagnosticar sus causas y diseñar las políticas. Estoy convencido de que se pueden mantener todas las políticas activas que se están aplicando, incluso, profundizarlas porque son insuficientes, pero, al mismo tiempo, hacen falta políticas que limiten la posibilidad de que los formadores de precios se apropien de esa transferencia de recursos. Por ejemplo, concretar la reforma impositiva pendiente o implementar un mecanismo que deberá operar de tal modo que cuando la rentabilidad aumente por encima de determinado porcentaje, en la misma proporción crezca la carga impositiva.
Además, otro camino complementario es el del acuerdo. Se trata de constituir un Consejo Económico y Social, donde estén representados todos los sectores y acuerden una política de precios y salarios. Siempre y cuando esto no signifique la resignación de los salarios como instrumento para que no aumenten los precios, sino que signifique la moderación de la rentabilidad empresaria y la creciente participación del salario en la distribución de la renta. Aunque acotado, puede ser un camino a transitar. Requiere actores sumamente responsables que respeten lo acordado, porque, si no, los salarios quedan limitados a los acuerdos pero los precios suben igual.
La agenda electoral, como decíamos, definirá un perfil netamente político del año y todos estos temas no deberán quedar fuera del debate de las opciones que la ciudadanía tendrá a la hora de votar.
Escenarios
A modo de imaginar escenarios, deberíamos pensar que la Presidenta se presentará a la reelección. Esa sería la señal más clara de la vocación de continuar y profundizar el modelo, que fue lo que la mandataria dijo en sus primeras palabras tras la muerte de Néstor Kirchner. Creemos que la Argentina está ante una enorme posibilidad y, en ese sentido, puedo decir que el sentimiento de nuestra fuerza, el Partido Solidario, y de nuestro espacio, el que estamos construyendo, Nuevo Encuentro, es que hay que apoyar la reelección de Cristina Fernández como la mejor representante del proceso iniciado en 2003, para profundizar el modelo y cumplir con las asignaturas pendientes. Desde este apoyo a un nuevo mandato de la jefa del Estado continuaremos bregando, sin perder autonomía, por la construcción de nuestro Partido Solidario y, en el espíritu del frentismo, por la conformación del espacio Nuevo Encuentro. Esto habrá de generar, en cada distrito, alianzas y coaliciones electorales con las fuerzas que mejor representen la profundización del rumbo iniciado por Néstor Kirchner y continuado por Cristina Fernández de Kirchner.
Creo que lo que llamamos oposición podrá tener diferentes expresiones. Pero, todas ellas, independientemente de cómo se autotitulen, habrán de representar las posiciones adoptadas por el autodenominado “Grupo A”. Todas ellas son lo opuesto a lo que nosotros pretendemos, aspiran a cambiar el modelo, a volver al pasado.
También han sido funcionales a las derechas las fuerzas que, con alguna tradición de izquierda o centroizquierda, han llevado agua al molino del “Grupo A”. Así actuaron en la actividad parlamentaria en el reparto de las comisiones y, luego, en el tratamiento, dando quórum para tratar cuestiones de la agenda de ese grupo. Y también serán funcionales si electoralmente plantean alternativas que, en definitiva, debilitan la posibilidad de que los sectores más avanzados puedan consolidar la gobernabilidad. ¿Qué quiero decir? Que si alguien termina representando lo que Marco Enríquez-Ominami representó en Chile o Marina Silva, en Brasil, me cuesta aceptar que son expresiones progresistas o de izquierda porque, objetivamente, terminan siendo útiles a los proyectos de las derechas. Coherentemente con esta visión, será decisivo construir las alianzas y coaliciones necesarias para impedir el triunfo de las derechas en el ámbito nacional y conquistar el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por su doble significación: instalar a la Ciudad en los cambios de fondo iniciados en 2003 y lograr que juegue proactivamente en todo lo que hay que lograr en el ámbito nacional.
Articulación
Además de asegurar la victoria electoral, es necesario promover la articulación del movimiento social y sus más variadas expresiones con lo político, generando participación y movilización, creando mayores bases de sustentación en la interpelación de los poderes fácticos para impulsar los cambios que hacen falta, defenderlos y sostenerlos en el tiempo.
Otro capítulo que deberá estar presente en la batalla de ideas es la difusión de conciencia latinoamericanista como soporte cultural de valores emancipatorios.
Todos los países de la región atraviesan procesos de cambio. En algunos casos enfrentan acciones de los grupos concentrados, en connivencia con los grandes medios de comunicación. Creo que en la región está pasando algo formidable, debe ser el lugar del mundo donde se produce la mayor confrontación contra el modelo de libre mercado, contra el modelo de Estado mínimo. Pero, obviamente, quienes representan los intereses afectados por estas políticas son muy poderosos y no son pacíficos. La integración regional es un proceso que hay que tratar de consolidar y defender, es uno de los grandes avances de los últimos años y se constituye en un gran marco de referencia para la confrontación con las derechas en cada país y, por ende, para la consolidación de procesos de unidad en la diversidad orientados a lograr perfiles frentistas amplios y liberadores, aglutinantes del campo popular.
Esta nota fue publicada en la Revista Debate el día 03.02.2011