“Yo me acuso, yo me absuelvo, yo me juzgo”. Así tituló Página/12 el 22 de julio, y es sobre esta idea que me gustaría profundizar.
En principio, lo que Macri está haciendo, desde que salió el tema de las escuchas telefónicas, es abusar o bien del desconocimiento o bien de la inocencia de la gente, porque es una locura pensar que el acusado de un crimen termine indagando a un Juez Federal.
Esto fue lo que sucedió cuando Macri salió del juzgado del Dr. Oyarbide, luego de que lo citaron a declarar, y dijo a los medios que estuvo 6 horas preguntándole al juez qué pruebas tenían contra él. Cualquiera sabe que si a una persona la llaman a declarar, ya sea como acusado o testigo, tiene que responder un cuestionario. Las explicaciones en un juzgado se dan, no se piden.
Después del procesamiento por parte de Oyarbide, Macri dijo que el juez prejuzgó y que, desde luego, confiará en el fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones. Cuando ésta ratificó el procesamiento, dijo en conferencia de prensa que el escrito era un “mamarracho” y que los tres camaristas eran “títeres de Kirchner”.
Pero el Jefe de Gobierno tampoco se queda allí. En un acto, que él considera redoblar la apuesta, hace otra voltereta sensacional exigiendo juicio oral y público. Algo que tanto Oyarbide como la Cámara habían resuelto al procesarlo.
La frutilla del postre llega un día después cuando la mesa chica del PRO se da cuenta que el juicio oral y el juicio político tenían un escenario complejo. Es así que Macri sale a declarar a los medios que decidió darles instrucciones a sus legisladores para que “apuren el juicio político”. Es decir, un juicio político hecho por ellos y para ellos.
Creo que queda a la vista el manejo del discurso que hace Macri y de cómo cambia los roles, cuando la realidad es que en su procesamiento la Cámara entiende que el Jefe de Gobierno ha sido partícipe necesario de la asociación ilícita creada para realizar escuchas ilegales.