Hace unos días tuve la oportunidad de acompañar, como parte de la delegación argentina, a la presidenta Cristina Fernández en su viaje a China.
Mucho se habló del fracaso de las negociaciones con el aceite de soja y poco sobre el éxito en todo el resto de las cuestiones que se trataron, que fueron muchas.
Para comenzar a enumerarlas, me gustaría hacer hincapié en el tono de las conversaciones con el presidente Hu Jintao. Lo extraordinario de este intercambio fue que no sólo se habló de cuestiones económicas, sino de profundizar las relaciones políticas, de mantener intercambios y consultas en distintos niveles, incluso de partidos políticos de los respectivos países para intercambiar experiencias.
Entre otras cosas el presidente de China apoyó el reclamo Argentino en la soberanía de Malvinas, habló de la idea de una sola China unificada y de la importancia de la diversificación y el crecimiento de las exportaciones Argentinas hacia China, porque uno de los reclamos argentinos en realidad es que nosotros exportamos básicamente cuatro productos, que son todos productos primarios, y de China compramos todos productos con alto valor agregado.
Luego se firmaron entre 10 y 12 convenios relacionados con la compra de material ferroviario, con temas agrícolas, con biotecnología, y con desarrollos medicinales.
Lo que me gustaría resaltar es que el tema de la soja o el aceite de soja tiene una importancia relativa en este viaje, simplemente porque el eje de lo discutido fue el de la aspiración bilateral a la diversificación en las exportaciones argentinas. La idea es que la Argentina puede producir alimentos para 500 millones de personas y esto es una base para el desarrollo. Lo importante es que ni la Argentina ni la República China quieren tener una relación de clientes, sino la de socios en busca de la potenciación de todas las posibilidades.