Recientemente el diario La Nación publicó un comentario de Luciano Laspina y Federico Sturzenegger en el cual realizan distintas observaciones al proyecto de ley de Servicios Financieros para el Desarrollo Económico y Social que he presentado junto con otros diputados.
Sin duda sobre un tema tan trascendente existen distintos puntos de vista, y podría decirse que el expresado por los autores citados se encuentra en las antípodas de los ideales que inspiran mi proyecto.
El enfoque ideológico es esencial para entender las críticas que le realizan al proyecto, ya que no se presenta evidencia alguna que sustente sus afirmaciones.
No comparto su enfoque monetarista, que surge de varias de las observaciones al proyecto y de su crítica a las políticas públicas, cuando se muestran preocupados por el “.. Banco Central que expandirá 17% la cantidad de dinero y, podemos pensar, será responsable de un aumento equivalente de la inflación”. Con la baja monetización que existe en la economía argentina, un efecto tan directo es impensable, pero además no tienen en cuenta el crecimiento real del producto, que distintos analistas calculan rondando el 6% para 2010. Si bien éste es un tema que excede al proyecto de Servicios Financieros, creo que se debe reflexionar sobre un punto: si se desea que el crédito productivo se incremente, deberá necesariamente crecer la cantidad de dinero en la economía.
Remitiéndome a las observaciones de los autores al proyecto de mi autoría, establecen que el mismo responde a una “tentación recurrente a tomar atajos regulatorios para gambetear las verdaderas reformas” y yo estoy convencido que definir a la actividad financiera como un servicio público, al igual que concebir la ley desde el interés de los usuarios, y no de las entidades financieras, como hoy sucede, es una verdadera reforma, ya que cambia los ejes de la actividad, colocando el interés de la sociedad sobre el del mercado, y el de los usuarios por sobre el de las entidades.
Otra de las cuestiones que deseo discutir es el tope del 8% en la participación de mercado de los bancos privados, normativa que es criticada por los autores, ya que según su visión, frenaría las inversiones de una entidad exitosa y competitiva. Sin duda dan por sentado que las entidades de gran tamaño son exitosas y competitivas, lo cual ha sido demostrado como una falacia cuando precisamente han sido las grandes entidades las principales responsables de la inestabilidad financiera mundial. El sistema financiero tiene una tendencia a caer en crisis sistémicas, en muchos casos, por el excesivo riesgo moral en que las entidades incurren al considerarse “demasiado grandes para quebrar” esperando que serán salvadas por el Estado. Nuestra idea es reducir el riesgo sistémico a través de un límite al crecimiento para que no existan entidades “demasiado grandes para salvar”.
Por otra parte, debo reconocer que no son ideas originales; medidas para delimitar el tamaño y operaciones de los grupos bancarios están siendo hoy día el eje de discusión en los gobiernos de los países centrales y en los ámbitos académicos mundiales.
Respecto a las limitaciones a la banca extranjera, los autores parten de que la existencia de estas entidades genera automáticamente una mayor competencia en el sistema, lo cual no es necesariamente cierto. Grandes bancos extranjeros que poseen activos que multiplican varias veces la totalidad de los activos del sistema financiero argentino pueden incorporar fuertes distorsiones en el mercado. Nosotros sostenemos que la autorización para operar debe ser realizada por el poder político de turno, con el asesoramiento del BCRA.
Otras expresiones, como “la existencia de tasas de interés máximas… ha sido históricamente nefasta”, deberían sustentarse con propiedad. Mas bien, las tasas libres aplicadas durante los noventa y hasta la actualidad poco o casi nada han contribuido a una mayor monetización del sistema o a mejorar el acceso al crédito de empresas y personas.
La cuestión principal pasa por otro tema, que también está planteado en la nota de Laspina y Sturzenegger, que es la necesidad de recrear una moneda nacional que opere como reserva de valor. Este es un cambio cultural, necesario, pero que no está a la vuelta de la esquina, y por lo tanto, hay que establecer regulaciones para los desafíos que enfrenta hoy la economía; si esperamos lo ideal, estaremos probablemente consolidando el statu quo.
También los autores expresan que el direccionamiento del crédito a las mipymes y el establecimiento de una tasa máxima de referencia, que surge del promedio de las tasas del mercado, dejaría fuera a las pymes con mayor riesgo. Yo creo que desconocen que en muchos casos, el riesgo de las pymes es sobredimensionado por el mercado, y, demás está decirlo, éste no se resuelve por aplicar una mayor tasa de interés, sino de mejorar las condiciones de financiamiento y selección y otros problemas que enfrentan las pymes. Por ello también estoy confeccionando un proyecto de ley marco de mipymes, para contribuir a resolver parte de las limitaciones actuales con que se encuentran estas empresas.
En la medida que determinados bancos no tengan vocación de prestarle a pymes, nuestro proyecto prevé que puedan hacerlo a través de otros bancos públicos y privados especializados.
No hay en la nota aludida ningún comentario sobre las distintas normas para universalizar los servicios financieros para que lleguen a los sectores hoy postergados y a todos los rincones del país, otra verdadera reforma, por lo cual debo pensar que acuerdan con estos conceptos relevantes de mi proyecto.
Estoy convencido de que gran parte de las soluciones que se necesitan pasan por la existencia de una mayor y más eficiente participación del Estado en la economía.