Está claro que todo el mundo trata de vender más sus propios productos y de consumir menos los de los otros, es una lógica económica. Sucede que al mismo tiempo, el mundo firma compromisos de no desarrollar políticas proteccionistas, y las declaraciones en este sentido son todas coincidentes, no hay nadie que diga “yo defiendo al proteccionismo”.
El proteccionismo es un problema que se resuelve en la mesa política, en el diálogo, en la negociación. Si nosotros para exportar aceite se soja (producto de escasísimo valor agregado), tenemos que aceptar que ingresen productos textiles que destruyen mano de obra argentina y generan desempleo, deberemos que pensar bien si es eso lo que queremos hacer.
Un Gobierno en lo primero que tiene que pensar es en cómo impulsar políticas que generen empleo. Por ejemplo, cuando la venta de automotores crece, también aumentan las importaciones porque las automotrices locales son ensambladoras y las autopartes se fabrican afuera. Entonces, cabría pensar si no sería beneficioso, desde el punto de vista de la balanza comercial tanto como del de generación de empleo local, que se vaya incorporando a estas terminales mayor proporción de industria nacional. Un ejemplo muy sencillo, si en los automotores se utilizan cables que se importan, por qué no pensar que la Argentina tiene capacidad tecnológica para fabricar esos cables.
Por supuesto que todo este proceso de combinar una demanda interna fuerte, con poder mantener una situación de superávit comercial significativo, que permita mantener la fortaleza macroeconómica, requiere de equilibrio y tiene tensiones. Sobretodo en un mundo con problemas, en el que los jugadores internacionales que vendían en mercados que hoy están en recesión, como Europa, comenzaron a buscan otros mercados como el nuestro.