Página/12 | Opinión
El ministro de Economía señaló que ya “salimos de terapia intensiva, por lo pronto logramos que el paciente no se muera y estamos en franca recuperación”. La frase se escuchó en la Cámara Argentina de la Construcción, uno de los sectores más golpeados por las políticas del gobierno. Precisamente, el presidente de esa Cámara reveló que el Estado posee una deuda de 400.000 millones de pesos con el sector, correspondiente a cerca de 3500 obras que estaban en marcha, y se paralizaron en diciembre.
Los datos del PBI del primer trimestre de 2024 permiten hacer un balance del efecto de las medidas económicas, con una caída del 5,1 por ciento comparándola con el primer trimestre de 2023, con el consumo privado cayendo un 6,7 por ciento, y la inversión desplomándose un 23,4 por ciento. Si analizamos los sectores de actividad por su peso, tenemos la contribución de cada uno al resultado final. Tomando los ítems más relevantes, Agricultura y Ganadería contribuyó positivamente con un 0,52 por ciento, y Explotación de minas y canteras con un 0,28 por ciento. En el caso de las caídas, el mayor peso lo tuvo la Industria manufacturera (-2,16 por ciento, casi la mitad de la merma del PIB), seguida por el Comercio mayorista y minorista (-1,14 por ciento); y la construcción (-0,65 por ciento). Sectores directamente afectados por las políticas de motosierra y licuadora.
El INDEC acaba de publicar los datos relativos a la evolución del empleo que surgen de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). La tasa de desocupación subió al 7,7 por ciento, la más alta para un primer trimestre desde 2021. Asimismo, la tasa de subocupación trepó a un 8,4 por ciento (afectando a 1,4 millones de personas, de las cuales 994 mil son demandantes de empleo a tiempo completo). Al analizar con más detalle, puede observarse que los grupos más afectados son los más vulnerables: los empleos no asalariados (“cuentapropistas”) y los asalariados “no registrados” (empleo informal). Una realidad laboral que empeora, en vez de mejorar.
Otro número que no menciona el gobierno es el de la distribución del ingreso, calculada también por el Indec que, como era de esperar, se deterioró fuertemente. Una medida de desigualdad utilizada es el coeficiente de Gini, que en el primer trimestre de 2024 se disparó a 0,467, el mayor valor en 16 años.
De hecho, midiendo el ingreso per cápita familiar, la variación interanual real del primer trimestre de 2024 evidencia una pérdida promedio del 21 por ciento. Lo más preocupante, es que, a menor nivel de ingreso, mayor la pérdida. Para los deciles 2 y 3 la caída fue del 26 por ciento, y para el decil 1 (los más pobres) fue del 31 por ciento; estas caídas dejan en claro la fuerte disminución, en términos reales, de los distintos programas de ayuda a los más pobres.
La Oficina del Presidente publicó que “los sueldos están creciendo aproximadamente al doble de la inflación” y que “los argentinos comienzan a experimentar una recuperación del poder adquisitivo de sus ingresos”. Conocidos los últimos datos del Indec, se observa que los salarios reales de abril tuvieron un leve crecimiento del 1,2 por ciento respecto de marzo. Pero lo que importa es la película, no el último fotograma. Comparado con noviembre de 2023, en abril el total de salarios cayó un 15,7 por ciento en términos reales. El sector privado registrado evidenció una merma del 9,6 por ciento, los salarios del sector público cayeron un 21,5 por ciento, y los del sector privado no registrado disminuyeron un 27,7 por ciento.
En las estimaciones de este mes, el Banco Mundial espera para Argentina una caída del PBI del 3,5 por ciento para 2024, cuando en enero pasado proyectaba un crecimiento del 2,7 por ciento, un cambio más que significativo. Por su parte, el FMI también proyectó una baja del 3,5 por ciento para este año en la 8va revisión del acuerdo con nuestro país, y también la empeoró respecto de la 7ma revisión (-2,75 por ciento).
Dado el aporte positivo de la producción primaria para este año, luego de superar la sequía de la campaña previa, la verdadera magnitud de la recesión derivada de las políticas puede observarse a partir de la caída del 5,7 por ciento estimada por el FMI para el PBI no agrícola en 2024.
El discurso oficial celebra la baja de la inflación y el superávit fiscal, resultados que no tienen mérito alguno, ya que se obtienen por el no pago de las deudas, y por la reducción a casi cero de la obra pública y de las transferencias a provincias, entre otros, y sobre la base de empeorar sensiblemente la situación de los hogares y de las empresas, fundamentalmente las PyMEs.