Ámbito Financiero | Opinión
Ante la gravedad de los acontecimientos recientes, comienzo expresando mi solidaridad con la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, y mi enérgico repudio al atentado contra su vida ocurrido el pasado jueves.
Este hecho, que supera los límites aceptables para la Argentina democrática, no surge por generación espontánea. Las manifestaciones irresponsables expresadas desde hace mucho tiempo por la oposición política, mediática y judicial pueden generar consecuencias graves. Los discursos de odio y de violencia, cuando se los repite muchas veces, terminan produciendo actos de odio y de violencia.
Instamos a la dirigencia toda, a los medios de comunicación y a la sociedad en su conjunto a sumarse a este repudio, como también a comprometerse con la búsqueda de la paz social por encima de cualquier diferencia. El Poder Judicial debe actuar rápidamente para esclarecer las responsabilidades de este atentado y, en su caso aplicar las sanciones a su autor y a quienes puedan haberlo alentado. Preservar la vida y la paz es imperativo para el desarrollo de la vida humana, la libertad y la democracia. No es casual que hace sólo una semana escribí sobre la amenaza a la democracia, a propósito de lo que estaba ocurriendo en el juicio a Cristina, y señalé que era una muestra de cómo los procedimientos judiciales son transformados en un armazón manipulado, ya no al servicio de la producción de verdad sino de las arbitrariedades del poder concentrado.
La posverdad desempeña un triste pero efectivo papel en la configuración de escenarios como los que vivimos, no sólo en lo político sino también en lo económico, dos cuestiones que no pueden separarse.
Desde hace varios meses se venía insistiendo con la inevitable devaluación que no ocurrió. Y también se contribuyó a generar expectativas de que “está todo mal”, de que “así no se puede seguir”, posturas absolutamente arbitrarias.
En materia cambiaria se decía que el dólar ilegal no tenía techo. Y si bien llegó a tocar los $ 350 en la tercera semana de julio, terminó cerrando este viernes en $ 285. Así, la brecha con el dólar oficial volvió a bajar y ya se encuentra en los valores de principios de año. Haberle hecho caso a los “gurúes” más consultados por los medios, que bregaban por una devaluación del dólar oficial para achicar la “brecha”, sólo habría alimentado la volatilidad de las variables, y frenado el necesario proceso de recuperación económica.
En este marco, en agosto el BCRA terminó reduciendo su posición vendedora de divisas en el mercado de futuros, que habría pasado de unos U$S 7 mil millones a fines de julio a algo menos de U$S 5 mil millones a fines de agosto, lo que redundará en ganancias para la entidad y en fuertes pérdidas para los especuladores. Esta menor intervención del BCRA en los mercados a futuro también da cuenta de que existen menores niveles de expectativas negativas. A su vez, el último día hábil del mes finalizó con un saldo comprador de reservas, por 15 días consecutivos, incrementando el stock en algo más de u$s300 millones. Si bien no son montos muy abultados, es de esperar que esto se incremente, dado el promisorio hecho de que aún restan liquidar divisas del complejo agroexportador y que comienzan a reducirse los gastos de energía importada, producto de las previsibles mayores temperaturas.
Otra de las cuestiones con las que se insiste hasta el cansancio, con infundados argumentos, es que habría un Estado que no deja vivir ni producir, que cobra muchos impuestos y que es manejado por gente “corrupta”. Cuando el argumento se repite hasta el infinito, lo que termina ocurriendo es que empieza a prevalecer en ciertos sectores de la población la sensación de asfixia y se terminan apoyando políticas que finalizan obrando en contra de los propios intereses de amplios segmentos de la población. Este fomento del individualismo y del “sálvese quien pueda” es parte de la esencia misma del neoliberalismo y solo le sirve a unos pocos sectores concentrados. En cambio, los verdaderos valores de la libertad tienen un sentido más profundo. Los mismos radican en la posibilidad de perseguir los sueños individuales pero en el marco de respeto y valoración de lo colectivo, de vivir dignamente, en paz y en democracia.