Página/12 | Opinión
La reciente operación de deuda en pesos que llevó adelante el gobierno nacional permitió reducir muy fuertemente los vencimientos del trimestre agosto-octubre, que pasaron de 2,5 billones de pesos a menos de 0,5 billones. Además, teniendo en cuenta que aproximadamente el 60 por ciento del total de bonos estaba en manos del sector público, la adhesión total registrada (85 por ciento) indica que hubo buena aceptación por parte del sector privado.
Más allá de los resultados, la noticia tiene otros mensajes. Por un lado, indica que el Gobierno sigue en la línea de fortalecer el mercado de deuda en pesos, necesaria para no tener que recurrir al financiamiento monetario por parte del Tesoro, según la pauta que fijó para lo que queda del año el ministro de Economía, Sergio Massa.
Por el otro, sirve para refutar las voces de cierta oposición y de los medios concentrados que tratan constantemente de generar zozobra. Son las mismas que en junio comenzaron a hacer alusión a un «casi seguro reperfilamiento de la deuda pública», produciendo inseguridad sobre el desenvolvimiento de las cuentas públicas y del mercado de cambios.
En el mejor de los casos se trata de auténticos «pájaros de mal agüero», es decir, personas que acostumbran a anunciar que algo malo sucederá en el futuro, según la definición de la Real Academia Española. El problema es que aunque se basen en razonamientos infundados pueden generar profecías autocumplidas o terminar impactando en las demás variables de la economía, como ha ocurrido con la sobreacumulación de stocks de mercancías importadas o con las demoras en la venta de la cosecha.
Los «mercadogolpistas»
Cuando se observan los datos que llegan hasta mitad de año, que se conocen con un rezago lógico, se puede notar con claridad que los rumores de «reperfilamiento» coincidieron con la continuidad de la recuperación de la economía, en especial de la actividad industrial y del empleo. Bien lejos del «todo está mal».
En materia manufacturera, el índice de producción que elabora el Indec (IPI) alcanzó en junio su mayor valor en 55 meses (desde noviembre de 2017) y el nivel promedio del primer semestre fue el más alto de toda la serie, que se publica desde 2016. A su vez, en materia de empleo, según los datos del SIPA, la variación del empleo registrado entre mayo de este año y el del anterior fue de 581.016 puestos de trabajo más.
Los datos también dan cuenta de mejoras en materia social durante el primer trimestre, con caídas de la pobreza y también de la indigencia, lo cual no quiere decir que sea suficiente, pero lo interesante es la tendencia.
Estos hechos derriban una de las tesis de los «mercadogolpistas»: que todo anda mal por la falencia del Gobierno en aplicar políticas que lo eviten. Como vemos, las políticas de promoción de la actividad y el empleo funcionan; el problema es que no son las que desean los neoliberales.
Precios, energía e ingresos
Las estadísticas sociales que se irán conociendo seguramente irán reflejando el efecto de la aceleración de la inflación en julio (7,4 por ciento), producto, en gran medida, de los comentarios irresponsables que llevaron a remarcaciones de precios injustificadas. Ante ello, anuncios recientes, como la recomposición de las jubilaciones, pensiones y asignaciones vía movilidad jubilatoria, más un bono por tres meses para mitigar los efectos de la inflación, indican que el Gobierno no abandona el objetivo de preservar el poder adquisitivo de los hogares.
Los frentes abiertos son múltiples. El ministro Massa acaba de señalar que se optó por «soltar un poquito de reservas pero garantizarles a los argentinos la energía». Toda una definición de prioridades, que hay que valorar aún más teniendo en cuenta lo que está pasando con la suba de los precios de la energía y las restricciones que amenazan el abastecimiento y el consumo de los países europeos.
El Gobierno ha venido haciendo todo lo posible para garantizar un proceso virtuoso que incluye la recuperación de la actividad y el empleo. A ello se suma la necesidad de ir fortaleciendo los equilibrios macroeconómicos, totalmente necesarios, con el desafío de seguir protegiendo a los hogares, en especial a los de menores ingresos. Es este contexto, sobrevolado por los promotores de desdichas y mal humor social, el que hay que tener en cuenta para analizar todo un conjunto de medidas que ya se conocen (aún no totalmente implementadas) y otras que se irán conociendo.