Perfil | Opinión
El 24 de marzo de 1976, hace 46 años, irrumpió la más cruel dictadura cívico militar de la historia argentina. Para que el terrorismo de Estado no se produzca nunca más, este jueves 24 de marzo conmemoramos, como todos los años, un nuevo Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
En ese periodo negro de nuestro país no sólo convivimos con la perversidad de grupos de tareas que desaparecieron a miles de argentinos y argentinas, también vimos cómo desmantelaron derechos laborales y sociales y deterioraron las condiciones de vida de las mayorías.
La consigna era “Achicar el Estado es agrandar la Nación” y uno de los principales objetivos fue destruir la política: en esa concepción, ésta constituía un gasto innecesario. Hoy, por otros medios pero con las mismas consignas, se intenta volver a lo que planteó aquella dictadura. Proliferan los duros discursos contra “el Estado ineficiente” y contra “la casta política”.
Por otro lado, vale la pena recordar que antes del golpe de 1976 la deuda externa era prácticamente inexistente. Es con la dictadura que comienza un enorme proceso de endeudamiento público a partir de la estatización de la deuda privada.
En este escenario, este 24 de marzo fue una gran oportunidad para llamarnos todos y todas a la reflexión: los fantasmas del pasado autoritario están demasiado cerca como para que pongamos en riesgo la unidad de la fuerza política que puede impedir su retorno al gobierno.
Por supuesto: no se trata sólo de unidad sino también de qué agenda y de qué políticas impulsamos desde esa unidad.
La inflación, por ejemplo, es una expresión del conjunto de los males endémicos que sufre la Argentina. No hay muchos países en el mundo que tengan una inflación por encima del 50%.
Uno de los factores más relevantes detrás de la suba excesiva de precios es la altísima concentración económica: los principales rubros están en manos de muy pocas empresas que concentran la producción y la comercialización e inciden decididamente sobre los aumentos de los precios de los productos. Es imprescindible resolver este problema. Para ello, es necesario llevar adelante iniciativas que faciliten la participación de los pequeños y medianos productores en la diversificación de la oferta de productos, estimulando al máximo el acceso directo de todos ellos a los diversos canales de comercialización, tales como supermercados, ferias barriales y otros locales de venta existentes o a crearse.
Mientras tanto, son necesarias medidas para incidir en el corto plazo. Para ello, se intenta sentar en una mesa de diálogo a los actores que generan el problema para intentar resolverlo. Hace ya muchos años, Juan Domingo Perón señaló que: “El problema es que los precios suben por el ascensor y los sueldos por la escalera”. Es decir, llevamos mucho tiempo con el tema de la inflación sin solucionar.
En este marco, insisto con definir a los procesos inflacionarios como fenómenos multicausales. Efectivamente, detrás de la inflación hay muchas causas, muchas de ellas de origen “cultural”, como, por ejemplo, el bimonetarismo. Este se manifiesta en actitudes que, en general, no se encuentran a nivel global.
El fenómeno de la inflación tiene una complejidad muy grande. El aumento de precios hoy está sostenido, entre otras, en dos variables fundamentales: una es la puja distributiva, con los grandes grupos económicos queriendo maximizar sus ganancias; y la otra es la generación de expectativas que hace que se remarquen los precios “por las dudas”. Luego, los salarios, las tarifas y el tipo de cambio vienen por detrás con correcciones que acompañan el aumento previo de los precios de los productos.
Como ya dijimos, la unidad es una condición necesaria para que, todos y todas juntos/as, enfrentemos los grandes desafíos estructurales de la Argentina, entre ellos, el flagelo de la inflación. Lo opuesto a la unidad son los fantasmas del pasado.