Página/12 | Opinión
El viernes a la madrugada se aprobó en la Cámara de Diputados, y pasó al Senado para su tratamiento, el programa de refinanciación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Fue la primera vez que se trató un proyecto de ley vinculado al endeudamiento en el Parlamento argentino. Por lo cual, me he sentido muy honrado de ser el primer legislador que presentó, como miembro informante, una iniciativa de este tipo.
El debate por el acuerdo se produjo en el marco de una gran paradoja: por un lado, un gobierno que por sus principios jamás hubiera recurrido al FMI; por el otro, un gobierno que al recibir una auténtica bomba de tiempo, es decir, una deuda inmensa e impagable, debió negociar con el organismo la mejor refinanciación posible. Lo que se buscó fue una salida en un escenario que parecía no tenerla.
Como hemos dicho en otras oportunidades, no tenemos motivos para festejar, pero sí para valorar que se haya avanzado con el entendimiento. Sobre todo porque el mismo no pone en riesgo la recuperación de la economía, ni las estrategias de crecimiento, ni somete al país a las tradicionales políticas de ajuste y de reformas que han caracterizado la historia de todos los acuerdos con el FMI. Sin embargo, hay algunos condicionamientos que no resultan fáciles de aceptar y que hemos intentado limitar lo máximo posible.
No es fácil llevar adelante un acuerdo con el Fondo. No ayudan su historia, ni sus antecedentes, ni lo que representa en la vida de los argentinos y las argentinas. Su pasado, con relación a países como el nuestro, es negativo por donde se lo analice. Por eso, comprendo que haya compañeros y compañeras que tengan dudas más intensas o una posición más intransigente ante el organismo internacional. Tengo con ellos y ellas coincidencias plenas sobre el proyecto de país que es necesario impulsar y defender, aunque hayan aparecido algunos matices respecto a la negociación con el Fondo.
Para mí no cambia nada: voy a seguir respetándolos y queriéndolos como los respeto y los quiero desde siempre aunque en algún punto tengamos alguna divergencia. Estamos construyendo un espacio plural y estos matices son manifestaciones de esa pluralidad. Junto a las diferencias tenemos que promover ámbitos donde procesarlas. Para ello es necesaria mucha madurez colectiva y es lo que seguramente pondremos en juego en los próximos tiempos los distintos integrantes del Frente de Todos.
El problema no son estos compañeros y compañeras. El problema es Juntos por el Cambio, que es responsable de haber tomado este crédito, y que impulsa un modelo de país para pocos.
Quiero decirlo con absoluta claridad: si la discusión fuera si tomamos o no un crédito del FMI, yo estaría en primera fila oponiéndome. Pero no estamos discutiendo un préstamo del organismo internacional. Lo que estamos buscando es cómo crear una ventanita o un pequeño sendero por donde salir de la trampa que nos dejó el gobierno de Mauricio Macri.
No creemos que, de un día para otro, el Fondo se haya vuelto bueno y comprensivo.
Pero sí estamos convencidos de que se ha podido alcanzar un entendimiento que no es el tradicional al que se suele arribar con este organismo.
De la lectura detallada del acuerdo no se desprende que haya ajuste o políticas encubiertas que hagan referencia a un ajuste. Hay, por el contrario, un reconocimiento de la necesidad de una mejora del salario real y de las jubilaciones, un incremento moderado del gasto y énfasis en la inversión en Infraestructura, Ciencia y Tecnología y en el gasto social. Hay, también, el esbozo de una política de crecimiento que proyecta cuatro años seguidos de expansión del PBI.
Dice el comunicado del FMI: “Los profundos desafíos socioeconómicos de Argentina se han visto exacerbados por la pandemia global. El personal técnico del Fondo y las autoridades argentinas han llegado a un acuerdo sobre un programa económico pragmático y realista, con políticas creíbles para fortalecer la estabilidad macroeconómica y empezar a mejorar las condiciones necesarias para comenzar a atender los profundos desafíos para un crecimiento sostenible en la Argentina”.
También resulta interesante la evaluación realizada por la auditoría del mismo organismo referida al acuerdo firmado por el gobierno de Macri en 2018: “el programa no alcanzó los objetivos, a pesar de las significativas correcciones de las políticas económicas. Los crecientes pagos netos de deuda privada sumados a la fuga de los capitales de residentes, sometieron al tipo de cambio a una presión considerable. A pesar de intervenciones cambiarias que superaron las disposiciones del programa, el tipo de cambio continúo depreciándose, empujando al alza la inflación y el valor de la deuda pública en pesos, y debilitando los ingresos reales, especialmente de los segmentos más vulnerables. En resumen: el programa no cumplió los objetivos de restablecer la confianza en la viabilidad fiscal y externa, y de promover al mismo tiempo el crecimiento económico”.
Con la aprobación de la refinanciación, el país va a recibir sucesivos desembolsos para ir cancelando cada uno de los vencimientos del crédito Stand-By acordado por el gobierno anterior. Esos desembolsos se comenzarán a devolver cuatro años y medio después de que ocurran, en doce cuotas equivalentes semestrales. Esto quiere decir que el primero de estos pagos deberá producirse en el segundo semestre de 2026 y el último hacia mediados del 2034. Además, con el primer desembolso del Fondo se podrán incrementar las reservas en 6.200 millones de dólares.
En el mismo sentido, el acuerdo establece que no habrá reforma previsional: “el gasto en jubilaciones y pensiones estará guiado por el nuevo mecanismo de actualización adoptado a fines de 2020”. Se estudiarán opciones “para afianzar la equidad y la sostenibilidad a largo plazo de nuestro sistema previsional, focalizado en determinados regímenes especiales de jubilaciones alcanzados por la Ley 27.546 así como en los mecanismos para facilitar la continuidad voluntaria de la vida laboral de las personas”.
Tenemos cuatro años y medio por delante en los que la Argentina no tendrá que pagar ni un dólar al FMI. Durante ese tiempo, seguiremos insistiendo con la necesidad de eliminar las injustas sobretasas de este crédito con el organismo internacional. El rechazo del acuerdo nos llevaría al default. La aprobación nos permite seguir abriendo un camino donde no había ninguno.