Tiempo Argentino | Opinión
El viernes por la mañana el país amaneció con la noticia de que se había alcanzado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Como en toda negociación, ambas partes debieron conceder, y es un acuerdo que luce aceptable, principalmente teniendo en cuenta la situación heredada por el gobierno actual.
Hay definiciones importantes: la meta de déficit fiscal para 2022 bajaría un 0,5% del PIB respecto a 2021, muy lejos de la reducción del 3% del PIB para el 2019 que propuso al FMI el gobierno de Cambiemos. A diferencia del escenario planteado en aquel entonces, en esta ocasión no habrá reducción del gasto. Habrá incluso una expansión del gasto real, en especial con las partidas en obra pública, en ciencia y tecnología y en los programas sociales focalizados. Así lo expresó claramente Alberto Fernández, al igual que el comunicado del FMI.
Es de destacar que la convergencia fiscal (las metas de déficit fiscal) se alcanzará de forma gradual y será producto de los mayores ingresos fiscales vinculados a la actividad económica (juega aquí un papel importante, además de las políticas del gobierno, el incentivo a la inversión validado por el FMI) y de las mejoras en la administración tributaria, incluyendo la lucha contra la evasión. A su vez, la política energética y de subsidios continuará según lo previsto por el gobierno.
Es un programa a 2 años y medio, y se refinanciarán todos los desembolsos recibidos por el gobierno de Macri, tanto los que se adeudan (la mayor parte), como los que ya se cancelaron al FMI. Esta refinanciación comenzará a pagarse a los cuatro años y medio del acuerdo, y terminará diez años después del último desembolso.
Una mención importante es que no habrá saltos devaluatorios (otra gran diferencia con lo que ocurrió durante la vigencia del stand by en épocas macristas). Una postura clave para permitir que la economía se siga tranquilizando. También se mantendrán las regulaciones sobre la cuenta financiera, lo cual implica cerrar aún más el grifo de la fuga especulativa.
Además, y tal como lo manifestó Alberto Fernández: “este acuerdo no contempla restricciones que posterguen nuestro desarrollo. No restringe, no limita, ni condiciona, los derechos de nuestros jubilados, que recuperamos en el año 2020”. Tampoco hay planteada reforma laboral alguna ni privatización de empresas públicas. En resumen, y también en palabras del Presidente, el “entendimiento prevé sostener la recuperación económica ya iniciada” y preserva márgenes de soberanía que no existirían si se hubiera arreglado «en cinco minutos».
En materia monetaria se transitará gradualmente en la reducción de la asistencia del BCRA al Tesoro, pero sin ningún tratamiento de shock. En este aspecto, deseo destacar los logros que viene obteniendo el gobierno en el financiamiento en pesos en el mercado local. El año pasado logró un financiamiento neto de $140 millones, un 122% de los vencimientos. Y en este mes de enero, se refinanció el 147%. De hecho, se propone fomentar el desarrollo del mercado de capitales interno.
Una frase del comunicado del FMI que cabe resaltar: “También hemos acordado que el apoyo financiero adicional de los socios Internacionales de Argentina ayudaría a reforzar la resiliencia externa del país y sus esfuerzos para asegurar un crecimiento más inclusivo y sostenible”. Esta frase habla de la fuerte integración de Argentina al mundo, que ha sido potenciada y trabajada con inteligencia, paciencia y soberanía por el gobierno de Alberto Fernández.
La postura firme de las autoridades argentinas resultó clave para que se rubrique en el acuerdo la idea de que a la inflación hay que abordarla con un enfoque integral y, por lo tanto, como expresó el ministro Martín
Guzmán, las políticas de precios van a tener un rol principal, trabajando con el sector privado, y de forma tal que redunden en un aumento en el salario real.
Uno de los canales que impacta en las expectativas es la presión que se ejerce a través de la suba de las cotizaciones del dólar ilegal. Un conocido estudio económico informaba el viernes acerca de la fuerte baja de estas “cotizaciones”, unos diez pesos en el día, y señalaba: “en verdad, las cotizaciones de los días anteriores se dieron con poco volumen, con lo cual no indicaba una masiva demanda por parte del público”. Una observación que no hicieron en los días previos, y que tampoco apareció en los medios, que se centraban exclusivamente en los “valores récord”. Entre otros ejemplos, un mediático economista posteó el jueves: “el contado con liqui está en valores récord, anticipando el default de mañana con el FMI”: más que errónea premonición. La problemática de los precios estaba afectada por esa especulación que se basaba en que el tiempo pasaba y no se acordaba. Con el acuerdo con el FMI, muchas de esas expectativas se desinflarán automáticamente, porque nunca han estado basadas en hechos reales de la economía.
Propongo ir redondeando las características del acuerdo con dos frases: La primera, de Martín Guzmán: “Se logró que la Argentina pueda llegar a un acuerdo sin que haya políticas de ajuste. Hemos transitado negociaciones que han sido durísimas y allí es donde se ve la magnitud del daño que se le infligió a la Argentina”. La segunda frase es de Alberto Fernández: “Tengo confianza en la Argentina y en las líneas generales de este acuerdo que elevaré al Congreso de la Nación para su consideración. Necesitamos que lo apoyen y apelo así al compromiso nacional de todos y todas. Hay futuro porque estamos afianzando este presente. La historia juzgará quién hizo qué. Quién creo un problema y quién lo resolvió. Los invito a mirar hacia adelante sin olvidar el pasado”.
En síntesis, y retomando las ideas del primer párrafo, podemos decir que este es el mejor acuerdo posible con el FMI. Permite un camino transitable con mayor previsibilidad, certezas y visión de futuro.
Conceptos interesantes
El reciente informe del FMI, Perspectivas de la Economía Mundial, resulta útil para comprender algunas de las cuestiones acordadas con Argentina.
Respecto a los aumentos de precios, flagelo mundial actual, el FMI realiza una afirmación que no se puede pasar por alto: que resulta preciso “monitorear con atención los principales indicadores de presiones inflacionarias futuras, que incluyen: las expectativas de inflación; el crecimiento de los salarios y los costos laborales unitarios, en especial a medida que la demanda se equilibra de nuevo hacia los servicios; y los márgenes de beneficio de las empresas, que pueden anunciar si el aumento de las presiones de costos podría trasladarse a los precios”. Lejos del manual monetarista y cerca de la idea de que la inflación es un fenómeno multicausal, en el que también influye la puja distributiva. Y de allí que una de las herramientas acordadas para encarar la inflación, entre otras, ha sido los acuerdos de precios.