Ámbito Financiero | Opinión
Estamos siendo testigos de importantes cambios a nivel global en el plano del discurso y de las políticas. Tienen que ver con los efectos de la irrupción del covid-19, aunque en la base está la creciente concentración de la riqueza y la desigualdad producto del modelo que ha prevalecido en las últimas décadas. Son cuestiones sobre las que me he referido, para el caso de nuestro país, bajo el concepto de “las dos pandemias”, que por supuesto incluye la herencia que dejaron las políticas neoliberales de Cambiemos.
No puede dejar de mencionarse la situación de Colombia, visibilizada en medio de una brutal represión de las manifestaciones. En la génesis de las protestas estuvo el intento de reforma tributaria ortodoxa del presidente Iván Duque, aunque luego los reclamos se extendieron a la salud y la educación, a las pensiones, el cese de la violencia policial, etc. Es otra muestra de resistencia ante lo inviable que resulta el modelo, un fenómeno que también se observó en Chile con el estallido social de 2019.
Estas realidades, con distinta forma e intensidad, se repiten casi en todas partes, incluso en Estados Unidos. Allí, durante décadas se han agudizado los problemas de empleo y varias de las empresas más importantes han dejado de pagar impuestos en el país; también se han atrasado el sistema de salud y la educación. Todas cuestiones que marcó Joe Biden en su discurso ante el Congreso. Entre otras cosas, pidió un salario mínimo de 15 dólares la hora. “Nadie debería trabajar 40 horas a la semana y aún estar por debajo de la línea de pobreza”, sostuvo. Parecía que estaba hablando de un país en desarrollo, no de la principal potencia.
En su discurso, Biden hizo referencia a un derrame que “nunca funcionó” y a la necesidad de subir los impuestos a los más ricos. En las antípodas del discurso desregulador, flexibilizador, y anti-Estado de los últimos 40 años. Da una idea de que hay algo que se está agotando.
En esta línea, también es una novedad la decisión de Estados Unidos de tratar en la Organización Mundial de Comercio la liberación global de las patentes de las vacunas contra el covid-19, postura a la que acaba de adscribir la Unión Europea. Ante ello, la resistencia de los laboratorios, que comenzaron a argumentar que eso desincentivará las inversiones, un argumento típico de estos megaconglomerados.
Una de las voces que ya venía predicando sobre estos temas, el papa Francisco, volvió a expresarse con contundencia en estos días acerca del funcionamiento del sistema financiero internacional: “¡Qué lejos está el mundo de las grandes finanzas de la vida de la mayoría de las personas! (…). Las finanzas, si no están reguladas, se convierten en pura especulación (…). Esta situación es insostenible. Es peligrosa (…). Todavía estamos a tiempo de poner en marcha un proceso de cambio global para practicar una economía diferente, más justa, inclusiva, sostenible, que no deje a nadie atrás”.
La concentración de la riqueza se ha vuelto tan agresiva que no hace más que aumentar la angustia y las privaciones de las mayorías, que ven el espectáculo desde afuera. Considero que estamos en presencia del final de una época y del comienzo de otra. Es una transición, que seguramente tendrá contradicciones, avances y retrocesos. Llevará más o menos tiempo, pero es indefectible.
Nuestro país participa en este contexto de cambios y el Gobierno nacional lo tiene bien en cuenta. Incluso, ya desde antes de que se conjugaran las dos pandemias. Todas las negociaciones que se están llevando a cabo en el plano multilateral, fundamentalmente con el FMI, parten de la base de que las reformas y las condicionalidades no son ni económica ni socialmente viables. Lo expresó claramente el presidente Alberto Fernández el pasado viernes: “sepan que no voy a cambiar ni un ápice lo que me comprometí en la campaña, que primero están los argentinos, que ningún acreedor va a ser priorizado a los intereses de los argentinos”.
Sin embargo, hay un sector de la oposición que insiste con situarse bien a la derecha del espectro, no por desconocimiento de lo que ocurre, sino para no ceder ninguno de los beneficios de los sectores de privilegio.