Ámbito Financiero | Opinión
Tras las recientes declaraciones del ministro Martín Guzmán, en algunos medios se pudo leer que los mercados ya no esperan saltos del dólar, así como proyectan la caída del dólar futuro y de las inversiones en títulos ajustables a esa moneda. Nada dijeron estos medios sobre los valores tenidos en cuenta en las estimaciones, que estaban “recontra adelantados”. En definitiva, la depreciación de alrededor del 25% anual que planteó Guzmán es la que está contenida en el Presupuesto 2021: un dato que ya se conocía, a lo sumo no se lo quería ver.
¿Acaso se habrán puesto a revisar de golpe el contenido del Presupuesto a la luz de los éxitos y la coherencia de las distintas políticas? ¿No era que el Presupuesto era un “dibujo” según los “gurúes de la city”? ¿Y qué pensar de las predicciones -que parecían no tener techo- acerca del dólar ilegal, que llegó a cotizar a $195 en octubre de 2020 y hoy está por debajo de los $150?
Algo parecido podría decirse de la exuberante inflación que esperan las consultoras, que excede largamente a la proyección oficial. Son las mismas que durante el macrismo subestimaron sistemáticamente las predicciones de inflación, como forma de legitimar determinadas políticas.
Por su parte, respecto de un supuesto atraso cambiario al que se llegaría a fin de 2021 (otro argumento que se trata de instalar), tanto los valores del Presupuesto como la descripción de las políticas a implementar indican que el tipo de cambio seguirá estando en similares niveles competitivos a los actuales, que son altos.
En el mensaje del Presupuesto vigente se expresa: “El Presupuesto 2021 representa la hoja de ruta para las políticas públicas necesarias para comenzar a transitar hacia una economía más tranquila, con más oportunidades para todas y todos y que, en simultáneo, permita sentar bases para un crecimiento sostenible a partir del desendeudamiento del Estado nacional, la definición de un sendero de equilibrio fiscal en el mediano plazo, el fortalecimiento del mercado interno, la defensa de un valor competitivo de la moneda local para propiciar un incremento de las exportaciones argentinas al mundo y la acumulación de reservas internacionales por parte del BCRA con el objeto de reducir la presión en el sector externo”. Es decir, el Presupuesto es la verdadera agenda de políticas de este Gobierno, que fueron aprobadas en el Congreso, y están en plena consonancia con lo que se votó en las urnas.
Respecto de la estrategia antiinflacionaria, las declaraciones de Guzmán dejan claro que el dólar no puede ser una justificación para la suba de precios. El Gobierno sigue decidido en su estrategia de recuperar la producción, el empleo y los ingresos perdidos con las dos pandemias y, en este marco, no se puede convalidar que los esfuerzos se neutralicen por la vía de la remarcación de precios. La inflación, como dijo el ministro, es un fenómeno multicausal y la postura para enfrentarlo debe ser integral. Además de las herramientas macroeconómicas (fiscales, monetarias y cambiarias), es preciso revisar las cadenas de valor, actuar ante situaciones de desabastecimiento, y lograr que se desacoplen los precios internos de los alimentos de sus precios internacionales.
Y las políticas públicas se enfocan en este sentido. Hay una señalización clara de cuál es el camino. Buscar reactivar la economía del lado de la demanda e incrementar la inversión en infraestructura como una cuestión necesaria para expandir la economía y también para resolver problemas que están pendientes de hace mucho tiempo. Mejorar los salarios reales y recuperar capacidad instalada que se encuentra ociosa. Y que todo esto derivará en mayores ingresos tributarios, que contribuirán gradualmente a mejorar la situación fiscal. Una lógica que cierra, y sin ajuste.
Considero que el gobierno ha logrado poner en la agenda sus valores y sus objetivos, y lo hizo en un contexto sumamente adverso. Una gestión que va mostrando sus logros y sigue avanzando con paso firme.