Página/12 | Opinión
Lo venimos diciendo: la Argentina sufre dos pandemias. La producida por el virus y la que ha generado la gestión de Mauricio Macri. En el escenario crítico de ambas pandemias, el gobierno presentó la propuesta de reestructuración de la deuda bajo ley extranjera con los acreedores privados. Se trata de una propuesta sostenible que le permitiría a la Argentina, superada la crisis sanitaria y sus derivaciones económicas, iniciar un sendero de crecimiento sin hipotecar al país ni a los que vivimos en él. Es lo que siempre se dijo: crecer primero para generar los recursos que, a partir de allí, le permitan al país comenzar a pagar. De los 21 bonos elegibles de esta reestructuración, 17 fueron emitidos en los últimos cuatro años. Sólo 4 de ellos son anteriores y son los bonos de la reestructuración de los canjes 2005 y 2010 que se pagaron normalmente hasta que el juez Griesa decidió impedir dichos pagos por el conflicto con los fondos buitre. Del monto total de 66.000 millones de dólares que se buscan reestructurar, 41.500 fueron emitidos en los últimos cuatro años. La propuesta contempla un periodo de gracia, una quita del 5,4 por ciento en el capital y una fuerte reducción en los altísimos intereses vigentes. Se emitirían bonos con vencimiento en 2030, 2036, 2039, 2043 y 2047. Los intereses serán del 0,5% o 0,6% pagaderos desde el 2023 para el primer año, y muy reducidos en los años siguientes. Esos niveles de intereses y amortización muy limitados en los primeros años, se irían incrementando a medida que crezca la economía. En un cálculo aproximado, no pagaríamos nada hasta el 2023 y, luego, hasta fines de 2025 la erogación de intereses rondaría los 2.500 millones de dólares, en una estimación preliminar. La primera amortización de capital del bono más corto recién se realizaría en noviembre de 2026. Pero, igualmente, la mayor tasa a pagar en el bono a 2043 es del 4,875 por ciento a partir de 2029, muchísimo menor que la tasa que devengan los bonos actuales, de algo más del 7 por ciento.
Por supuesto, la propuesta de reestructuración de la deuda fue rápidamente calificada por sectores de la ortodoxia de “dura” o “agresiva”. Es decir: con palabras que la simplifican o distorsionan. Estos comentarios no solo surgen con la propuesta de reestructuración de la deuda. Durante la semana que pasó, el denominado dólar “libre” subió de modo sostenido. ¿Qué dijeron los operadores del “mercado”? Dijeron que, dado que las tasas que pagan los bancos han bajado y entonces son negativas frente a las expectativas de inflación, “la gente” se lleva el dinero y compra dólares. Eso haría subir la cotización de la moneda estadounidense y entonces ese aumento se traslada a los precios.
Toda falacia suele requerir de eufemismos, es decir, de palabras con las que se sustituyen otras que es necesario ocultar. Así, la palabra “libre” atribuida al dólar ocupa el lugar del término “especulativo”, y los vocablos “mercado” y “gente” encubren el accionar de los grandes operadores financieros. De este modo, el establishment va construyendo su propio lenguaje de falsedades. La explicación de lo sucedido traducida a un discurso sin eufemismos es sencilla: los grandes operadores financieros hicieron subir el dólar marginal con fines especulativos. No hay ninguna otra razón de peso para que ese dólar marginal haya aumentado del modo en que lo hizo, y mucho menos para que con ese incremento se intente justificar la suba de los precios. Por un lado, su volumen es muy pequeño con relación a la actividad económica del país y, por el otro, no está relacionado con la economía real. Por ejemplo, el dólar con el que se importa y se exporta en la Argentina lo fija el mercado único de cambios y éste no ha tenido cambios significativos. Es decir: no debería haber justificación para que ese tipo de cambio especulativo se traslade a los precios.
Por otro lado, las tarifas de los servicios públicos y los combustibles están congeladas desde hace tiempo; los salarios también están congelados o en retroceso; los vencimientos impositivos sufrieron postergaciones; el costo del financiamiento ha bajado. ¿Cuál es la razón para que, en este contexto, se produzcan aumentos de los precios de los productos esenciales, revirtiendo el proceso de desaceleración inflacionaria que el país venía transitando? No hay ninguna razón. Por el contrario: los precios deberían estar bajando. Por eso el gobierno ha tomado medidas, entre ellas, la extensión de la vigencia de los precios máximos y darle poder a los intendentes para que actúen controlando esos valores establecidos.
En la semana que pasó nos reunimos junto al Presidente del Bloque de diputados y diputadas del Frente de Todos, Máximo Kirchner, con el Presidente de la Nación, Alberto Fernández y el ministro de Economía, Martín Guzmán, para analizar el anteproyecto de ley de creación de un tributo extraordinario a las grandes riquezas en el marco de la pandemia del coronavirus.
Como ya hemos adelantado, en esa reunión hablamos de que el mismo podría alcanzar a los patrimonios de personas humanas que están por encima del equivalente a los 3 millones de dólares. Ello comprendería algo menos de 12 mil personas, que tienen ese nivel de riqueza según sus declaraciones de Bienes Personales. La tasa sobre el valor de los bienes declarados sería de entre el 2 y el 3,5%. Como venimos diciendo, se trata de un aporte extraordinario, por única vez y con asignación determinada, es decir, destinado a adquirir productos vinculados a la crisis sanitaria, a fortalecer la cobertura alimentaria a personas con bajos ingresos y a asistir a las pymes más castigadas por la crisis, con el objetivo de ayudar a sostener el empleo. El universo alcanzado por el tributo sería del 1,1% del total de quienes presentan declaraciones al impuesto a los Bienes Personales o, dicho de otro modo, el 0,08% de la Población Económicamente Activa que mide regularmente el INDEC. Se trata de un aporte que responde a la necesidad imperiosa de conseguir recursos sin que éste le cambie a nadie sus condiciones de vida ni de acumulación de riqueza. Lo venimos diciendo: hay en nuestro país dos pandemias. El país las enfrenta a las dos en simultáneo: con un cúmulo de medidas entre las que destacamos las sanitarias, las vinculadas con la renegociación de la deuda y con la generación de recursos para enfrentar necesidades urgentes y crecientes de la población más vulnerable.