Página/12 | Opinión
Se ha hablado mucho en la Argentina sobre la ausencia de previsibilidad. Es decir: sobre la falta de correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace, o entre lo que se dice en un momento y en otro. Por eso, los argentinos y las argentinas no estamos acostumbrados a que el discurso del Presidente, ochenta y un días después de haber asumido, sea el mismo que utilizaba en la campaña electoral. La promesa, en la perspectiva de Alberto Fernández, no es el anticipo de un futuro que nunca sucede: es, por el contrario, lo que se lleva todo el tiempo a la práctica. Eso es compromiso: hacer que los discursos se transformen en hechos. De allí, la reivindicación del valor de la palabra y el rechazo a la mentira que hizo el Presidente en su discurso ante la Asamblea Legislativa, el domingo pasado.
La previsibilidad de la palabra comprometida mejora, entre otras cosas, la posición en cualquier proceso de negociación. Por ejemplo, el gobierno ha definido un cronograma con pasos y plazos en el proceso de reestructuración de la deuda y está cumpliendo minuciosamente con cada uno de esos plazos y pasos. Hay un plan que, si es exitoso, debería terminar a fines de este mes. Para la primera semana de marzo el cronograma establece que “la República Argentina determina la estructura de la oferta con el objeto de restaurar la sostenibilidad de la deuda”. Además, define las “instancias de preguntas y respuestas frecuentes de la oferta distribuida a través de los agentes de distribución”. Luego, para la semana que viene, el cronograma propone el lanzamiento de la oferta. Posteriormente, sobre la segunda y tercera semana, el desarrollo de lo que se llaman reuniones informativas o road show. Finalmente, para la última semana, el cronograma se refiere a la difusión de un comunicado de prensa anunciando el resultado de la oferta y la preparación de la documentación necesaria para llevarla a cabo. Es decir: el cronograma anticipa cada uno de los pasos que se van a llevar adelante y cada uno de esos pasos se van cumpliendo. Esta secuencia incluye conversaciones con varios de los grupos de bonistas que ya están en el país y con los equipos del Fondo Monetario Internacional. La deuda que se está negociando es la emitida por el Gobierno nacional bajo ley extranjera, aproximadamente 70 mil millones de dólares. En paralelo, trascurren las negociaciones con el Fondo que no están incluidas dentro de esta operación de canje. ¿Por qué son tan importantes estas negociaciones? Porque cualquier proyecto de país viable, con la gente adentro como dice el gobierno, requiere como condición indispensable que la reestructuración de la deuda se encarrile por el sendero de sostenibilidad que se está proponiendo. Mientras tanto, todas las medidas que se han tomado van en la dirección de lograr un alivio para los sectores más débiles de la economía.
Tomemos, por ejemplo, la forma con la que el gobierno está implementando las retenciones: las aumenta para los grandes productores de soja pero ese ingreso adicional que obtiene lo redistribuye entre los productores pequeños. No se busca un ingreso fiscal. Mientras se sube un tres por ciento las retenciones a los que producen más de mil toneladas de soja, hay un cronograma de rebajas para los que producen menos de mil toneladas hasta llevarlas al 20 por ciento para los más chicos. Además, se reducen las retenciones en el girasol, los aceites, el arroz, el maní, el pescado, las carnes ovinas, entre otros productos, con lo que se corrigen distorsiones y se cumple con el mandato del Congreso de la Nación cuando se trató la ley de emergencia. Allí se autorizó al Poder Ejecutivo a implementar una suba de retenciones al mismo tiempo que se le indicó poner en práctica compensaciones a los pequeños productores. Se trata de un claro ejemplo de redistribución que favorece a los productores más chicos. Como resultado de la medida, el 74 por ciento de los productores de soja va a pagar igual o menos y sólo el 26 por ciento va a afrontar un aumento en las retenciones. Por supuesto que ese 26 por ciento es el que exporta el 77 por ciento de la producción de soja. Lo ha dicho el ministro de Agricultura, Luis Basterra: “Aplicamos los conceptos de equidad territorial y de equidad social (…). La idea es que los sectores que no tienen la capacidad de los pooles de soja tengan capacidad de desarrollarse (…) mientras más chicos sean los productores de soja más compensaciones van a recibir”.
Hay otras medidas recientes orientadas a favorecer a los sectores más débiles de la economía. El Banco Central anunció esta semana una nueva reducción de las tasas de las Leliq: las estableció en un 38 por ciento. Cuando asumió este Gobierno estaban en el 63 por ciento. Esa reducción de la tasa de política monetaria del Banco Central trae consigo una rebaja paralela del resto de las tasas del sistema financiero. Además, el Banco Central le puso tope a las tasas de las tarjetas de crédito y se habilitaron líneas a tasas mucho más convenientes para las pequeñas y medianas empresas. En simultáneo, se establecieron las moratorias para las PyMEs, que buscan aliviar su situación.
Se trata de un conjunto de políticas con una orientación común. Por ejemplo, cuando se dice que la temporada turística en la Argentina es la mejor de los últimos 30 años, no se puede desvincular este resultado de las medidas impositivas que se establecieron gravando los gastos en el exterior. Ello ha contribuido a reorientar el turismo hacia el interior del país y a generar una reactivación muy importante.
El gobierno argentino está negociando con una enorme seriedad y responsabilidad, dotando de previsibilidad a cada de uno de sus pasos y movimientos. La Argentina propone una reestructuración de la deuda sustentable y posible, que deje al país en posición de acelerar su proyecto de desarrollo con inclusión. Hubo programa económico antes de la negociación, lo hay durante la negociación y lo habrá después. En sus trazos generales, siempre es el mismo: lo que seguramente se va a ir modificando es la intensidad. La negociación exitosa de la deuda debería generar las condiciones para que lo que actualmente se está haciendo se lo haga a una mayor escala, a una mayor velocidad y a una mayor intensidad. Ello es poner a la Argentina de pie.