Perfil | Opinión
En la presentación de su libro en La Matanza, la candidata a vicepresidenta por el Frente de Todos, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó: “Que nadie los engañe haciéndoles creer que el fracaso de esto es por la impericia, la inutilidad o incapacidad de un presidente, que se hagan cargo los que levantaron estas políticas durante años y hoy tenemos estas consecuencias”.
Es decir: no es solo un presidente. Ni solo su equipo de funcionarios. Es un proyecto que conducen los sectores más concentrados de la economía y sus aliados internacionales y que se ha expresado en la historia argentina a través de distintos gobiernos. No se trata de un cambio de personas. Se trata de un cambio de modelo. No es solo que gestionaron mal. Hicieron lo que vinieron a hacer: favorecer a una minoría privilegiada y perjudicar a una mayoría de la sociedad argentina.
En las últimas PASO el voto de la mayoría eligió una Argentina que va en otra dirección: un país que protege su mercado interno, a sus trabajadores, a sus jubilados, incluye a sus excluidos, vuelve a darles importancia a la ciencia y la tecnología, a la cultura, a la educación, a las economías regionales, a las empresas y entidades de la economía social, que establece prioridades según los intereses de sus ciudadanos y ciudadanas. Una Argentina que vuelve a apostar, como lo ha hecho Alberto Fernández en esta gira por Bolivia y Perú, a la recomposición de los mecanismos de integración regional y al fortalecimiento de la Unasur, que fue desmantelada por los acuerdos de Macri con Bolsonaro, entre otras políticas hacia la región.
Pero así como hay una mayoría que elige ese otro modelo de Argentina, hay una minoría que no se resigna a que se abandone el proyecto actual. Tras perder las elecciones, presionan para que cambie el presidente pero no las políticas que este representa. Por ejemplo, el fin de semana pasado reapareció Anne Krueger, número dos del FMI durante la crisis de 2001, y declaró: “Argentina deberá tolerar una terapia de doloroso ajuste y los candidatos presidenciales tendrán que comprometerse ya mismo a que eso va a ocurrir”. Luego agregó: “La crisis de la Argentina requiere la continuación de las medidas fiscales monetarias y cambiarias delineadas por el programa del Fondo Monetario. Además, el país necesita reformas estructurales, especialmente una mayor reducción en el tamaño del sector gubernamental comenzando por las jubilaciones. Más gradualismo solo prolongará el dolor. La única manera posible de prevenir una profundización de la crisis antes de octubre es que los candidatos se comprometan a fuertes reformas luego de las elecciones. Los candidatos presidenciales deben comprometerse a reformas importantes o el doctor podría decidir desconectar al paciente”.
Apenas unos días antes, Eduardo Eurnekian le pedía a Fernández que apostara por los EE.UU.: “El próximo presidente argentino debería entender que no hay otro camino hacia el crecimiento que abrazar el liberalismo al estilo estadounidense basado en principios que generan progreso y prosperidad”. Paolo Rocca había afirmado algo parecido por esos mismos días. También en esa línea, Marcelo Bonelli decía en Clarín: “La Casa Blanca exigirá tres cuestiones: autorización para que la CIA opere en la Triple Frontera; intervención de la DEA en Argentina y una condena concreta y explícita a Venezuela”.
En este escenario, el Frente de Todos propone la convocatoria a un acuerdo económico y social con un punto de partida común: el respeto del voto popular que ya eligió en las PASO –y todo indica que lo volverá a hacer en las elecciones del 27 de octubre– otro proyecto para la Argentina. Deberá ser una convocatoria lo más amplia y plural posible: a la UIA y la CGT, pero también a las restantes organizaciones de los trabajadores, a las instituciones que representan a las pymes, a la agricultura familiar, a las economías regionales, a la comunidad científico-técnica, a los movimientos sociales, a las empresas y entidades de la economía social, entre otros sectores. Una de las tareas indelegables de este acuerdo, como ya dijimos, será hacer respetar la voluntad mayoritaria expresada en el voto popular.