Página/12 | Opinión
La política ha cambiado de velocidad. El anuncio de la fórmula presidencial integrada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ha impactado y generado una fuerte onda expansiva sobre la totalidad del sistema político.
Por un lado, la principal fuerza opositora ha acelerado el despliegue de un proceso de Unidad amplio y plural, dialogando con diversos sectores y definiendo sus candidaturas más importantes. Por el otro, Cambiemos atraviesa una etapa de incertidumbre, con dudas sobre su candidato presidencial, críticas severas de su principal socio en la coalición de gobierno y un presente de crisis social y económica aguda.
El tercer sector con potencial electoral –Alternativa Federal– está en una fase aún más incipiente: no se sabe, entre otras cosas, cuáles serán sus integrantes definitivos. Se trata de un espacio líquido y con fronteras móviles. Roberto Lavagna, uno de sus protagonistas, parece haberse alejado definitivamente. Sergio Massa, uno de sus fundadores, ha sido facultado por el congreso del Frente Renovador a que negocie la constitución de un frente opositor, lo cual aumenta la incertidumbre acerca de si permanecerá o no en la organización. Los contornos, alcances y liderazgos de Alternativa Federal cambian todo el tiempo al ritmo de los rumores y trascendidos políticos y periodísticos. El espacio sufre un movimiento permanente en direcciones opuestas: un día parecen fuertes opositores pero al siguiente algunos de sus miembros se reúnen con el gobierno o lanzan hacia él discursos conciliatorios. Lejos de superar la “grieta”, parecen desplazarse entre sus bordes. Su identidad tiene el suspenso de lo que cambia todo el tiempo.
Por el contrario, el frente opositor se ha estructurado en torno a una frontera nítida: la oposición a Macri y lo que Macri representa. La coalición resultante es la de todos y todas los que aceptan ese límite. Por supuesto, esa confluencia amplia y diversa está sometida a una ley general: a mayor amplitud de la coalición probablemente menor profundidad en su programa y viceversa. Para resolver esa situación, es necesario trabajar, en simultáneo, en dos planos. Por un lado, ampliando la Unidad para ganar. Por el otro, definiendo un programa para saber qué hacer cuando se gane. La táctica consiste en dar permanentes pasos en esa dirección: trabajar para ganar y ganar para avanzar en una serie de políticas transformadoras. Si tenemos el mejor programa pero perdemos la elección, las políticas que podremos aplicar serán iguales a cero. Si ganamos la elección y no tenemos claro que políticas implementar, el riesgo será defraudar a los votantes que buscan un cambio nítido del rumbo actual. Por eso es que hablamos de un equilibrio entre amplitud y profundidad. En este sentido, otro avance significativo en la consolidación de la confluencia opositora ha sido la nominación de Axel Kicillof y Verónica Magario como candidatos a gobernador y vicegobernadora para la provincia de Buenos Aires. A la definición del binomio presidencial le siguió rápidamente la definición de la fórmula para el principal distrito del país. Se trata de una dupla elegida por su fuerte experiencia y capacidad de gestión. La fórmula fue anunciada por los intendentes de la provincia, despejando, de este modo, las supuestas suspicacias o contradicciones entre el ex ministro de Economía y los jefes comunales que no fueron elegidos para integrar el tándem ejecutivo. Por eso, esta fórmula sintetiza un buen acuerdo. Tiene, además, la capacidad de encolumnar a todos los sectores tras la batalla decisiva por la gobernación de la provincia de Buenos Aires.
Esta mayor velocidad de la política que disparó el anuncio de la fórmula presidencial integrada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner se produce en un contexto de profundización de la crisis económica y social. El paro de este último miércoles fue contundente. Mostró un estado de ánimo crítico de la mayoría de los argentinos y argentinas. No fue sólo un paro de los trabajadores y trabajadoras. Esta vez fue acompañado por otros sectores sociales: organizaciones de pequeños y medianos empresarios, de comerciantes, de las economías regionales, entre otros. Es lógico: a la mayoría de los argentinos y argentinas le ha empeorado su situación social y económica. Ya sea porque se importa lo que fabricaba,porque no vende lo que fabrica, porque no comercializa lo que tiene para comercializar, porque perdió su empleo o porque no le alcanza lo que gana. Los datos no dejan lugar a dudas. Las ventas en términos constantes, de acuerdo con información del INDEC, cayeron un 14,5 por ciento en los supermercados y un 16,6 por ciento en los shoppings en marzo de este año con relación al mismo mes de 2018. La producción industrial, según el índice que elabora la consultora del economista Orlando Ferreres, se redujo 6,3 por ciento interanual en abril, registrando su decimocuarta baja consecutiva desde febrero de 2018. Según el mencionado índice, la retracción de la industria alcanzó al 8,8 por ciento en el primer cuatrimestre de este año. La construcción cayó en marzo 12,3 por ciento interanual y acumula en el primer trimestre de 2019 una baja de 11,3 por ciento, según el Indec. De acuerdo con la información brindada por el Colegio de Escribanos, la caída de ventas de inmuebles en la ciudad de Buenos Aires fue del 53,3 por ciento en el primer cuatrimestre de este año, comparado con el mismo periodo del año pasado, a pesar de que hubo un pequeño repunte de 1,3 por ciento en abril con relación a marzo de este año. Estos son sólo algunos de los datos de la crisis. Hay muchos más. En esta realidad, el relato según el cual la Argentina era un país que estaba aislado y que sólo debía abrirse al mundo para que cayera sobre él la famosa lluvia de inversiones, hoy resulta totalmente insostenible.
La velocidad de la política acompaña la velocidad de la crisis. En este escenario vertiginoso, un discurso sigue cayendo y otro debe sustituirlo. Una vez más, el relato neoliberal alcanza rápido sus propios límites. La alegría que ofrecía nunca llegó a la mayoría castigada por la crisis. Pero no alcanza con que ellos no puedan. Es necesario, además, que podamos nosotros. La Unidad amplia, plural y diversa que estamos construyendo es el camino. Estamos en tiempo de descuento.