Página/12 | Opinión
Hubo un 2 de abril de 1982 en el que tropas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Esa irresponsable aventura de la dictadura cívico militar dejó un saldo de 649 compatriotas muertos y miles de heridos en los campos de batalla.
Pero hubo otro 2 de abril. Fue en 1976, cuando el recién nombrado ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz anunció por cadena nacional su plan económico durante más de dos horas.
“Todo está guardado en la memoria”, canta León Gieco. En la memoria está el recuerdo vivo de nuestros veteranos y caídos en la Guerra de Malvinas, que lucharon con patriotismo en batallas que no habían elegido y a las que llegaron desprotegidos por las conducciones militares. Pero también está el anuncio de ese plan económico devastador con el cual la dictadura intentó subordinar la economía argentina al capital financiero internacional. ¿Qué proponía aquel plan?
La propuesta impulsaba la eliminación de los controles de precios y de los controles cambiarios; la liberación del comercio exterior, libertad de exportación a través de la eliminación de impuestos, libertad de importar eliminando todo tipo de prohibiciones, liberación de las tasas de interés y reforma financiera, liberación de controles a los alquileres, eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos, eliminación de subsidios, libertad de contratación de los salarios, libertad para las inversiones extranjeras “bajo reglas justas y sanas”, libertad para la transferencia de tecnología.
José Alfredo Martínez de Hoz, descendiente de una familia de terratenientes fundadora de la Sociedad Rural Argentina, era directivo del Consejo Empresario Argentino, una entidad muy parecida al actual Foro de Convergencia Empresarial, creado en noviembre de 2013. Ambas expresan el mismo conglomerado empresarial integrado por los sectores económicos concentrados. Y ambas se constituyeron en oposición abierta a las políticas implementadas por los gobiernos populares y democráticos que ganaron las elecciones en 1973, en 2003, en 2007 y 2011.
Hay un hilo conductor entre las propuestas del Consejo Empresario Argentino, el programa de la dictadura de Martínez de Hoz, las iniciativas del Foro de Convergencia Empresarial y las políticas implementadas por Cambiemos. En el medio, se ubican también los planes diseñados por Domingo Cavallo en los años del menemismo. En síntesis: es la idea del Estado facilitador o “canchero” que prepara el terreno para que intervenga con exclusividad el mercado. El Estado sólo tiene un rol subsidiario.
En su discurso inaugural como ministro, Martínez de Hoz había afirmado: “Se abre, señores, un nuevo capítulo en la historia económica argentina. Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”. Años después, en 2017, según diversas fuentes periodísticas, el borrador del proyecto de ley de “reforma laboral”, impulsado por el gobierno, afirmaba que la norma serviría para “promover la liberación de las fuerzas de la producción y del trabajo de todos aquellos mecanismos regulatorios y fenómenos distorsivos que impiden el desarrollo de las empresas”.
Siguiendo ese hilo conductor, encontramos a los mismos sectores económicos proponiendo similares políticas a lo largo del tiempo. Lo único que varía son los modos de llegar al Estado: a través de un golpe militar o del voto popular. Martínez de Hoz decía que lo único que hace falta es decisión política y que un gobierno electo por el voto popular tenía más legitimidad para concretar las reformas estructurales que se proponía implementar.
El plan económico de la dictadura desembocó en una guerra. El plan de Macri está conduciendo al país a una crisis de grandes proporciones.
Pero hubo, también, un 2 de abril de 1916. En esa fecha, ocurrieron las primeras elecciones presidenciales con la Ley Saénz Peña, que estableció el voto universal, secreto y obligatorio. Fue el nacimiento de la democracia de masas en la Argentina, complementada a partir de 1951 con la incorporación del voto femenino. Desde entonces, los proyectos antipopulares llegaron al Estado, la mayoría de las veces, por golpes militares. Y, cuando lo hicieron por vía democrática, fue ocultando o cambiando sus verdaderos programas de gobierno. Ocurrió con el menemismo. Pasa con Cambiemos.
El deterioro del actual gobierno es inocultable. Ya se habla de una inflación del orden del 4 por ciento para abril. Intentan frenarla con más recesión. Pero el resultado, hasta ahora, es recesión con inflación. Mientras, más del 48 por ciento de los pibes menores de 14 años son pobres. Cae el salario, se derrumba el consumo, cierran pymes, aumenta el desempleo y todo ello va consolidando la exclusión de amplios sectores de nuestra sociedad.
En pocos meses habrá elecciones nacionales en la Argentina. Nuestro desafío es construir la unidad más amplia y diversa posible con el único límite en el proyecto que aplicaron la dictadura, el menemismo y ahora Cambiemos. El gobierno que llegó por vía democrática debería irse derrotado por la democracia. Todo está guardado en la memoria. También estos años de sufrimiento de las mayorías populares.