Nuestras Voces | Opinión
Por Carlos Heller
Tras cinco valores consecutivos negativos, finalmente se reveló que el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del INDEC de septiembre cayó 5,8% respecto al mismo mes del año anterior. Con el último dato se oficializa que la economía está en recesión y cada vez está más lejos la imagen del crecimiento invisible.
Por convención, cuando una economía muestra dos trimestres consecutivos con valores negativos en su nivel de actividad se la debe considerar formalmente en recesión. Si bien existen otros indicadores, algunos de ellos palpables en lo cotidiano (negocios del barrio que cierran, despidos, notar que hay menos automóviles circulando, etc.), los números oficiales confirman lo que ya se venía percibiendo. Tal vez por ello recientemente Marcos Peña trató de minimizar el problema, al decir que “la economía no define la elección”. Lógico cuando no hay ningún número bueno por mostrar.
La evolución de la actividad también es un componente que siguen de cerca los denominados mercados. Por intermedio de las agencias de calificación, mientras aplauden y piden consolidar el rumbo, siguen entregando una sucesión de “malas notas” sobre las principales variables macroeconómicas de la Argentina. La calificadora de riesgo Standard & Poor´s (S&P) bajó la calificación soberana argentina al advertir una “erosión del perfil de deuda de Argentina, de la trayectoria de crecimiento económico y de la dinámica de inflación tras los reveses en la implementación de su desafiante programa de ajuste económico”. Sostiene, además, que podría “volver a bajar las calificaciones durante los próximos 12 meses si acontecimientos políticos negativos o la implementación irregular del programa de austeridad dañan la confianza de los inversionistas”. En tanto, la agencia Fitch bajó la calificación de la deuda soberana argentina a “negativa”, al ver posibles riesgos “en medio de una recesión económica naciente y el ciclo electoral”. La democracia y los mercados parecieran ir por carriles separados.
Por su parte, el FMI espera para 2019 una variación del PBI del -1,6% y la CEPAL del -1,7%. Ahora se sumó la OCDE con un -1,9%. Parece la puja de una subasta, pero en vez de “quién da más?”, “quién da menos?”.
La retracción del nivel de actividad es casi generalizada. Entre los mayores perjudicados están la industria manufacturera y el comercio, tanto mayorista como minorista. Según el informe del EMAE indicado anteriormente, en septiembre la industria cayó 10,8% y el comercio 12,8%. Según FIEL, en octubre la industria cedió 3,6%, su sexta caída consecutiva. De 10 ramas, 7 fueron negativas, destacándose el retroceso en producción automotriz, metalmecánica, minerales no metálicos, químicos y plásticos. En lo que va del año la caída acumulada es de 1,9%. Al experimentar estas retracciones, es de esperar que más puestos de trabajos se vean afectados. Industria y comercio son los sectores que aportan la mayor cantidad de mano de obra.
Con el nivel de actividad en retroceso, habrá empresas que tendrán dificultad para pagar el bono dispuesto por el Gobierno. Con ese instrumento el Poder Ejecutivo intentaba mostrar interés porque el sector privado recomponga algo de la pérdida del poder adquisitivo provocada por la inflación. Una inflación que él mismo aceleró con sus políticas. En los hechos, apenas entre el 16 y el 19% de los trabajadores podrá cobrar ese bono de $ 5.000, un monto además insuficiente. Por su parte, los beneficiarios de asignaciones recibirán un bono, pero de $ 1.500.
El proceso de cambio de los precios relativos de la economía, que motorizó el gobierno con el atraso de salarios y beneficios sociales, sigue su curso. De hecho, las condiciones de vida se siguen deteriorando mes a mes. En octubre, tanto la Canasta Básica Alimentaria como la Canasta Básica Total aumentaron 7,5%. En las variaciones anuales están en 51,4 y 54,6% respectivamente, es decir, por encima de la inflación. Así, un matrimonio con dos hijos necesitó $ 24.241 para no ser pobre, sin contar el pago de alquiler, que es uno de los mayores gastos de un hogar. Para peor, hasta la canasta de Precios Cuidados aumentó más que la inflación. Según CEPA, subió 52% en el año.
Siguiendo con el cambio de los precios relativos de la economía, los monotributistas han quedado atrapados en las actualizaciones de los topes. Al utilizar la fórmula reprochable del Coeficiente de Movilidad Jubilatoria, que combina un 70% de IPC y un 30% de la suba de salarios con un desfasaje de 6 meses, los monotributistas se han visto perjudicados al igual que los jubilados. Mientras el nuevo tope avanzó apenas 20%, la inflación elevó las facturaciones a casi el 50%, obligando a muchos monotributistas a subir de categoría, y pasar a pagar un componente impositivo mayor. Ello no quiere decir que hayan progresado en su actividad, que hayan vendido más ni que sean más ricos.
La disconformidad con el esquema económico también se extiende dentro del ámbito empresario. Desde la UIA, un vice de la entidad sentenció: “si la sociedad quiere suicidarse seguirá con este modelo” y agregó que las actuales tasas de interés “son tasas de quiebre para cualquier empresa o persona que las tome. No hay margen para aguantar esta tasa ni acá ni en ningún país del mundo”. Adicionalmente, en noviembre el Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Di Tella tuvo su mayor caída en los sectores de mayores ingresos.
¿Qué esperar con este modelo? Según el Presupuesto Nacional, se espera una caída de la inversión prácticamente del 10% para 2019, avizorando otro año que aun no empezó y ya parece estar perdido. Proyectando los próximos años, una posible continuidad de estas políticas sólo agudizará los problemas de actividad económica, caída de los salarios y endeudamiento. La subordinación palpable de la soberanía seguirá también profundizándose, con las dificultades que ello genera para recuperar el trabajo, la producción nacional, y la inclusión social. Por eso, urge construir una alternativa que se encamine en pos de un proyecto de recomposición de las fuerzas productivas y que permita proyectar una vida digna para las mayorías.