Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Mauricio Macri nos habló a los argentinos a través de una conferencia de prensa y nos dijo que la vamos a pasar mal. Y que ello es una condición para estar bien en el futuro. Hay que estar peor para luego estar mejor.
Por un lado, el gobierno le repita una vez más a la sociedad lo que ya le viene prometiendo a “los mercados”. Hay un único discurso y es el del dolor. La reiteración sería una garantía de cumplimiento. La fase más fuerte del ajuste requiere la repetición de “la verdad”. Comunicándole a la sociedad la profundización del ajuste le estaría garantizando a “los mercados” que no habrá marcha atrás.
En simultáneo, el Presidente Macri les habla a los socios que necesita para legitimar el ajuste. Les dice: “muchachos esto va por aquí, porque si no es peor”. Es la disyuntiva entre lo malo y lo extremadamente malo. “Esto no es bueno, es cierto, pero lo otro es peor. O vamos por este camino o volvemos al anterior.” Quizás por ello ha aparecido tan fuerte esta última semana en los medios el tema de Cristina candidata. La disyuntiva que intentan construir es Cambiemos o “el retorno del populismo”.
El Presidente coloca el ajuste en el presente y el bienestar en el porvenir. Por eso, pronunció la palabra futuro en doce ocasiones en un discurso de treinta minutos. El neoliberalismo se repite: del “estamos mal pero vamos bien” al “no estamos bien pero vamos a mejorar”.
El país está entrando al quirófano. Los médicos le adelantan que la pasará mal. Pero, a cambio, tendrá un futuro maravilloso.
El gobierno nos está diciendo que tenemos por delante una dura etapa de por lo menos 6 meses. En el presupuesto que está preparando anticipa un ajuste del gasto de los 300 mil millones de pesos para el año que viene. Eso significa, entre otras cosas, recorte de los salarios de los empleados públicos, jubilaciones, recursos en salud, en educación, en ciencia y tecnología y en partidas para las provincias.
En los últimos días se conoció el índice de inflación: un 3,7% en promedio para junio. Pero para los alimentos el aumento fue de un 5,2%. Y, desagregados, para el pan francés 10,8%; la harina de trigo 25,8%; la carne picada 8,4%, entre otros. El transporte se incrementó en un 5,9; para citar unos pocos ejemplos.
Es decir: los productos y servicios que consume una familia tipo, sobre todo de los sectores de menores ingresos, son los que más continúan aumentando.
De allí que hacia adelante lo que se alcanza a ver es mucha recesión. El gobierno parece apostar a que la contención salarial y la competencia con los productos importados, entre otras medidas buscadas, vayan reduciendo la inflación. Es decir: tratan al enfermo con una medicina que lo deja al borde de la muerte.
Hacia adelante al quirófano le seguirá el quirófano. A lo peor le seguirá lo peor. No hay mejora dentro de este modelo.
Por eso, para salir de lo malo hay que preparar una alternativa política lo suficientemente fuerte para que el 10 de diciembre de 2019 haya un gobierno de otro tipo en la Argentina. Para salir del quirófano hay que salir de este modelo. Hay que construir fuerza política alternativa para llevar a la Presidencia de la Nación a un candidato o candidata que impulse otro proyecto de país.
No es un tema de temporalidades. En este tipo de modelos después del invierno no viene la primavera. Todas las estaciones son crueles. Todas son tormentosas. El ajuste no es el costo de implementación del proyecto: es el proyecto mismo. Se trata de un programa que concentra los ingresos y la riqueza en sectores minoritarios de la sociedad y condena a la exclusión y a la pobreza a la mayoría de los argentinos.
En su conferencia de prensa, Macri utilizó diez veces la palabra tormenta. Ese término le sirve para colocar fuera de sus políticas la responsabilidad de la crisis. Si es una tormenta es un fenómeno externo. Entonces, sus medidas serían totalmente independientes de la crisis que provocan. Desde su perspectiva, a las crisis las producen las tormentas no sus políticas tormentosas.
Por eso, hay dos caminos: apoyar el rumbo propuesto por el gobierno apelando a una supuesta racionalidad y responsabilidad, o denunciar sus políticas y proponer un proyecto alternativo. Porque sus medidas están muy lejos de ser racionales y responsables. No es racional cuando intenta gobernar con la mayoría de la sociedad afectada por sus políticas. No es responsable cuando excluye y empobrece a la mayoría de los argentinos. Cambiemos ha capturado esas dos palabras para hacerles decir lo contrario de lo que significan. Ser racional es proponer un gobierno con sustentabilidad política. Ser responsable es diseñar un proyecto que incluya a todas y todos los argentinos.
Este fin de semana transcurre con Christine Lagarde, la directora gerente del FMI, en Buenos Aires. Ha venido al encuentro de ministros de finanzas y titulares de bancos centrales del G20 pero cenó con el Presidente Macri y varios de sus funcionarios en la Quinta de Olivos.
Luego, en la conferencia de prensa que brindó junto al ministro Dujovne ayer a la mañana llamó la atención la insistencia sobre los logros en materia de avances en la independencia del Banco Central. Un par de días antes, Marcelo Bonelli escribió en Clarín: “El Presidente habla todos los días –varias veces– con el jefe del Banco Central, por un monitoreo dirigido al mercado cambiario. Luis Caputo le envía a la Quinta de Olivos los informes secretos de los fondos de inversión”.
Lagarde llegó al país precedida por un reporte del área técnica del FMI para la Argentina que señala que “bajo el escenario base el staff evalúa que la deuda es sustentable, pero (aclara) con una no muy alta probabilidad”. Agrega, entre otras cosas, que “dada la elevada proporción de deuda denominada en moneda extranjera, un shock sobre el tipo de cambio representa una importante vulnerabilidad”. También afirma que la Argentina enfrenta “sustanciales riesgos” y que “la firme implementación del programa será critica” así como lo es “asegurar la sustentabilidad política del programa”.
Es claro: dadas estas evaluaciones es esperable un riguroso monitoreo por parte del organismo internacional.
Hace unos días, cientos de dirigentes y personalidades de todo el arco opositor en sus más distintas vertientes firmamos un comunicado rechazando el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y diciéndole que, salvo el oficialismo y sus aliados “racionales”, no hay otros sectores políticos y sociales que estén sosteniendo el programa que comparten el gobierno y el organismo internacional. Sobresale allí, el carácter amplio de los firmantes: los directivos de la CGT y las dos CTA, legisladores de diversas fuerzas del arco opositor, personalidades de la política, del mundo de la cultura y del espectáculo, de los derechos humanos, de los movimientos sociales de la más amplia diversidad, intelectuales, académicos, religiosos, entre otros.
En el actual escenario hay, por un lado, un proyecto gubernamental que promete una viabilidad de mediano y largo plazo que no tiene. Por el otro, una diversidad de sectores políticos, gremiales y sociales que son la base de sustentación de un programa futuro que es necesario desarrollar.
La disyuntiva, entonces, es: o se sigue dentro de una tormenta permanente o, como ha insistido Lula, salimos a buscar la primavera.