Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
El «crecimiento invisible» no tiene que ver con la metáfora de Mauricio Macri pronunciada en la apertura de las sesiones del Congreso de este año. El 1,3% de incremento del PIB para este año, según estima el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), indica que tendremos por delante tres trimestres de caída de la actividad económica. Para que se dé este número, el nivel de la actividad económica debería caer un 1,7% entre el primer trimestre (que ya pasó) y el último trimestre de este año. Estimación anual muy parecida a la nueva «proyección optimista» del ministro Nicolás Dujovne, realizada a partir de la presentación del acuerdo con el FMI.
Pero si tomamos la proyección del crecimiento económico para todo el año que hace el FMI (0,4%), la actividad económica se achicaría un -3,6% entre el primer y el cuarto trimestre de 2018. Es lo que nos espera. Es decir, si bien el promedio muy probablemente será positivo por cuestiones estadísticas, la economía se encontrará en una caída pronunciada que se extenderá, como mínimo, hasta fin de año.
No es un tema menor: el Gobierno intentará resaltar las cifras de crecimiento del PIB para 2018, sea el 1,3% anual u otro menor; y dirá que la economía está creciendo, cuando en verdad estará en baja. De hecho, lo acaba de señalar Dujovne el jueves pasado: «Nosotros pensamos que la economía va a seguir creciendo este año»; luego de anunciar el acuerdo con el FMI no fue tan contundente.
La nueva ronda de ajustes ya empezó cuando el Presidente firmó el decreto (508/18) mediante el cual se dispuso un trámite rápido de renegociación salarial del 5% de aumento distribuido en julio y agosto, a cuenta de las cláusulas de revisión previstas a partir de septiembre. Cabe consignar que la inflación de los primeros cinco meses, que se acerca al 12%, ya se fagocitó gran parte de los aumentos de las paritarias.
Esta aparente «concesión» presidencial fue realizada justo antes de comunicar el fuerte ajuste acordado con el FMI. Hay que resaltar que el Gobierno no cambió la política, la acentuó y la adecuó a la nueva realidad inflacionaria: los salarios seguirán subiendo por la escalera y los precios por el ascensor. En el mejor de los casos, los aumentos llegarían al 20%, cuando la proyección del REM de mayo (que ya quedó desactualizada) ubica a la inflación de 2018 en un valor del 27,1% para todo el año.
El anuncio del acuerdo con el FMI fue realizado al día siguiente de cerrar la paritaria de los estatales en el 15%. No es casualidad: los «aumentos» del Decreto 508/18 no alcanzan a los empleados públicos. Esta fue la antesala del recorte del 13% de los salarios en términos reales que se plantea el FMI entre este año y 2020.
No es el único rubro que sufrirá recortes en términos reales en el trienio mencionado: los gastos de capital (inversión pública) se achicarán un 81% (casi desaparecerán), las transferencias corrientes a provincias disminuirán un 74% y los gastos totales (sin jubilaciones) caerán un 30%, casi un tercio. Es lo más parecido a un ajustazo.
Debido a la «sensibilidad social» del acuerdo, según pronuncian los funcionarios macristas y el propio FMI, entre 2018 y 2020 las jubilaciones crecerían en términos reales un 7%. No queda claro cómo podría suceder tal aumento, si la nueva fórmula ajusta un 70% por inflación y un 30% por salarios, cuando estos últimos irán a la baja respecto a la inflación. Otra muestra de la posverdad que anida en los programas del FMI.
La «salvaguarda para proteger a los más vulnerables» será una flexibilidad del 0,2% del PIB en el cumplimiento de las metas de gasto. Una gota de ayuda en un mar de dificultades sociales que se avecina en esta recesión que viviremos en lo que resta del año. Dificultades que, acuerdo con el FMI mediante, se prolongarán en los años venideros.