Página/12 | Opinión
El Gobierno cumplió un año de gestión, y el presidente Javier Milei resaltó supuestos logros económicos en todos los aspectos, pero en esta columna me interesa profundizar sobre las cuestiones financieras.
El diario La Nación publicó la métrica de las frases más pronunciadas por Milei en su primer año. En 73 discursos dijo que la inflación viajaba a una tasa anualizada del 17.000 por ciento. Como ya se ha explicado, Milei toma el 54 por ciento mensual del índice de precios mayoristas de diciembre y asume que se replica todos los meses del año. Por empezar, fue el propio gobierno el que devaluó la moneda un 118 por ciento al tercer día del inicio de su gestión. De hecho, el 54 por ciento aludido está influenciado por un aumento del 80,6 por ciento en los productos importados.
El Presidente comparó la situación heredada con el Rodrigazo, la híper del ’89 y la crisis del 2001. Pero veamos los datos. En diciembre de 1975, el IPC tuvo una variación punta a punta de 335 por ciento. Para el año siguiente fue 347,6 por ciento. En cuanto a la híper del ’89, ese año hubo al menos un mes con inflación cercana al 100 por ciento mensual, y se llegó al 4.923,7 por ciento en el año (medido punta a punta a diciembre).
La salida de la convertibilidad alcanzó el 41 por ciento interanual para diciembre de 2002. Es decir, las tres crisis cambiarias más traumáticas del último medio siglo no tienen ningún punto de comparación con la supuesta “hiperinflación” recibida.
Otro tema referido por Milei es atribuirse “un superávit fiscal sostenido, libre de default, por primera vez en los últimos 123 años”. Pero las estadísticas muestran que de 2003 al 2008, es decir, durante todo el gobierno de Néstor Kirchner y el primer año de Cristina Kirchner (hasta estallar la crisis financiera internacional) hubo superávit fiscal (resultado financiero, con intereses incluidos).
Además, la alusión “libre de default” no es correcta, porque el gobierno kirchnerista renegoció la deuda heredada de la convertibilidad, y salió del default también heredado, con el pago anticipado al FMI, dos canjes con privados con altísimo nivel de aceptación, sólo quedando afuera algunos fondos buitre, motivados por su lógica del litigio.
Ese superávit 2003-2008 tiene el mérito de haber sido conseguido en ausencia de endeudamiento, basado en la fortaleza de la economía argentina que crecía “a tasas chinas”. En cambio, el superávit actual es de una economía recesiva, con un gobierno que ajusta, pensando que el equilibrio fiscal conseguirá el financiamiento externo privado que aún le es esquivo.
Respecto al “superávit comercial creciendo a pasos agigantados”, como mencionó el Presidente, no es la situación que se observa en los últimos meses. Primero, el superávit comercial se obtuvo porque se regularizó la cosecha y las exportaciones aumentaron. Pero también porque, debido a la recesión, las importaciones cayeron significativamente.
Con las recientes medidas liberalizadoras, las importaciones comenzaron a crecer, y si bien hay superávit comercial (de mercancías) en los últimos meses se ha reducido significativamente, pasando de un promedio de 2.961 dólares millones entre enero y mayo de este año, a uno de 639 millones entre junio y octubre.
El llamado “saneo de la deuda con los importadores” implicó la emisión del BOPREAL por 10 mil millones de dólares. A pesar de ello, no hubo una disminución del stock de deuda de los importadores: al 31 de diciembre de 2023 alcanzaba los 44.582 millones de dólares, y al 30 de junio de 2024 (último dato disponible) era de 45.288 millones. Durante el primer semestre operó un esquema restrictivo de acceso a divisas para el pago de importaciones para la mayoría de los bienes, que generó nueva deuda.
Pero un tema relacionado, y más importante aún, es el saldo de la Cuenta Corriente, que incluye al resultado de mercancías, más los déficits por servicios y por pagos netos de intereses.
Tomando los datos del Balance Cambiario (estadística que determina cuántas divisas ingresan y egresan por el mercado de cambios, y por lo tanto el resultado de las Reservas Internacionales), se observa que a partir del mes de junio se comenzó a incurrir en déficit de la Cuenta Corriente, una situación que se cubre con reducción de Reservas Internacionales o se resuelve con financiamiento externo. A partir de junio, a la reducción del saldo comercial se suma el aumento de los pagos por turismo en el exterior que amplían aún más el déficit de la Cuenta Corriente.
El sector externo y las Reservas Internacionales se encuentran en tensión, más allá de los supuestos logros del primer año de mandato que refiere el Gobierno.