Tiempo Argentino | Opinión
El gobierno sigue buscando los “brotes verdes” en sectores muy concretos, como la minería, los hidrocarburos y el agro, pero también se amplía a sectores con alto valor agregado, los llamados “unicornios”, es decir, casos exitosos de empresas tecnológicas, difíciles de replicar. Es común que el presidente Javier Milei visite las oficinas de esas empresas de servicios en vez de fábricas industriales.
Lo cierto es que la situación actual dista mucho de considerarse una “recuperación”. Es conocido que el dato del EMAE de septiembre mostró una merma mensual desestacionalizada del 0,3% y una caída interanual en su índice general del -3,3%. Se observan dos sectores con fuerte crecimiento, el hidrocarburífero y Agricultura, mientras que en las caídas destacan actividades importantes como la Industria manufacturera, la Construcción y el Comercio.
Para más datos, el Índice de Producción Manufacturero registró en septiembre una contracción interanual del 6,1%. El acumulado del año tuvo una merma del 12,7%. De las pocas subdivisiones que registran incrementos interanuales sobresale la fuerte incidencia que aporta Molienda de Oleaginosas (+94,1%) en el rubro Alimentos y Bebidas.
A pesar de estos números, el gobierno ha decidido avanzar en una política de apertura importadora. En su discurso, la misma es justificada apelando a la supuesta “sana competencia” entre las empresas y el beneficio del consumidor, quien gozaría de precios más bajos. En realidad, la política aperturista busca reforzar el proceso de baja de la inflación mensual, intentando disciplinar a los productores nacionales. Por más que el gobierno sostenga que el proceso inflacionario sólo se combate frenando la emisión y con motosierra, aquí lo vemos haciendo uso de otra herramienta: la apertura comercial.
Una novedad importante para ciertos sectores que enfrentan una potencial competencia importada (más aún en la presente situación de apreciación cambiaria) es la flexibilización que el gobierno dispuso para varias operaciones y formas de pago de las importaciones. En este caso, pueden mencionarse los cambios sobre las compras en el exterior realizadas a través de “couriers”, aumentando de U$S 1000 a U$S 3000 el monto máximo por envío y eliminando los aranceles para los envíos de menos de U$S 400. Se estima que la medida tendrá impacto sobre sectores como la electrónica y la indumentaria.
Pero también con la desregulación del comercio exterior veremos resentir algunos sectores productivos primarios como la carne porcina, el vino y el tomate, entre otros. Desde el Instituto de Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA) denuncian que la apertura importadora está poniendo en riesgo las cadenas agroindustriales, con su consecuente destrucción de empleos en distintas regiones del país.
Productores de economías regionales alertaron por el fuerte aumento en las importaciones de alimentos y bebidas, que en algunos casos acumulan subas de más del 500% este año a partir de la mayor apertura. En un informe, advierten que el aumento de los costos locales en dólares “asfixia” a la producción nacional al volver imposible competir.
Según el IDAA, la tendencia del incremento en las importaciones de alimentos en 2024 se podría explicar, entre otros, por un aumento “ligado a la desregulación de las importaciones, la vigencia de la ‘tablita 2.0’ implementada por Economía, y la reducción del impuesto PAIS de 17,5 a 7,5% lo cual abarató las importaciones”. Desde el Instituto agregaron: “la corriente desregulatoria que lleva adelante el gobierno nacional aniquila mecanismos de preservación del trabajo argentino agroindustrial, como eran las licencias no automáticas para determinadas importaciones”.
Se mostraron, asimismo, críticos del retiro del Estado que profesa el Presidente: “la idea de ‘un Estado ausente’, desfinanciando programas como la lucha contra el granizo o las plagas termina de sacar a muchos productores del mercado”. La política contra el INTA sin duda acarrea resultados similares.
La situación de mayor holgura de divisas llevó al Banco Central a flexibilizar la normativa de pago de importaciones, al habilitar que se puedan realizar pagos a la vista en el caso de que se cuente con dólares propios, y de manera anticipada pagos de bienes de capital. También se habilitó a las empresas que deban cancelar servicios de deuda o de títulos de deuda, a acceder a las divisas con 60 días de antelación a la fecha del vencimiento del pago a realizar.
En octubre, el valor de las importaciones anotó la primera variación positiva de 2024 (al compararla con igual mes del año anterior), con un incremento del 4,9% y con la mayoría de los ítems que las componen registrando incrementos interanuales. De acuerdo a su contribución en el total, se destacan Bienes de Capital (+16,1%), Bienes Intermedios (+8,4%), Bienes de Consumo (+18,4%) y Automotores (+49,3%).
Un problema adicional es la creciente apreciación real del peso argentino, lo que puede alterar fuertemente el presente superávit comercial. De acuerdo a datos del BCRA al 28 de noviembre, el tipo de cambio real multilateral refleja una baja del 45% en su competitividad respecto al 31 de diciembre de 2023, y tocaría este mes el menor valor desde noviembre de 2015. Tal movimiento es resultado de una pauta cambiaria mensual (2%) menor a la inflación y de la revalorización reciente del dólar frente a las monedas de nuestros principales socios comerciales. La caída más pronunciada se produjo frente a la moneda brasileña con una retracción durante el año del 50%.
En este sentido, el gobierno argentino va a contramano del mundo, incluso de Estados Unidos. Su presidente electo, Donald Trump, ya anunció que volverían las políticas de elevados aranceles contra sus socios comerciales: México, Canadá y China, para proteger la industria norteamericana. Con la sola amenaza, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, pidió a los líderes europeos “comprar americano” para apaciguar a Trump. El mundo se encamina a una guerra comercial y Argentina, por el contrario, desarma sus defensas.
Las políticas de liberalización, en general, y en especial la apertura económica no traerán bienestar, más bien lo contrario. No es cierto lo que proclama el neoliberalismo: que con estas políticas los empresarios podrán competir en igualdad de condiciones con las mercancías importadas, producidas en otras condiciones, por ejemplo, bajo la descentralización productiva a escala planetaria o el dumping realizado por varios países. Además, pretender que bajando impuestos nuestra industria no será barrida por el aluvión importador, más que nivelar la cancha es embarrarla.
Estas experiencias ya las vivimos durante la gestión de Martínez de Hoz, en la presidencia de Carlos Menem y, en menor medida, porque se trató de sólo un mandato, cuando Mauricio Macri estuvo en el Ejecutivo nacional: son muy claros los perjuicios que han causado a la producción nacional, en especial a las pymes.
Lo que se requiere son políticas activas de defensa de la producción nacional en un entorno del comercio exterior mundial que es cada vez más complicado, y en el cual los países están tomando medidas de protección, ya sean subsidios a la producción nacional, aranceles o restricciones a la importación. Resulta imprescindible que el gobierno revierta la aguda liberalización de las importaciones que está aplicando.