Ámbito Financiero | Opinión
En un reciente tuit, el ministro de Economía Luis Caputo da cuenta de las prioridades de su gestión: “En 6 meses terminamos con el déficit fiscal, el déficit cuasifiscal y la emisión monetaria. Consecuencia: vamos a exterminar la inflación para siempre en la Argentina”.
Con esa misma orientación se está implementando la “segunda etapa” del plan económico, que puede considerarse inspirada en el ya conocido rechazo del gobierno a la emisión monetaria, conjuntamente con un fuerte enfoque en el control de la inflación, que, a mi entender, prevalece ante otras variables, incluso la acumulación de Reservas Internacionales.
Esta etapa consiste en la “fijación” de la cantidad de dinero con relación a la base monetaria. A partir de esta decisión, se define que la misma transformará el peso en “la moneda escasa”, comentario orientado al sistema de competencia de monedas que se plantea.
Queda claro que la “escasez” de moneda generará una profundización aún mayor de la recesión, dificultando las transacciones. Además, hay una gran mayoría de personas, e incluso de empresas PyMEs, que no tiene dólares, con lo cual estarían en inferioridad de condiciones que el resto para realizar sus operaciones.
Cabe citar una frase del comunicado del BCRA anunciando las medidas integrantes de la segunda etapa: “El peso continuará siendo demandado como medio de pago exclusivo de impuestos y el BCRA continuará adecuando la normativa a efectos de facilitar la incorporación de moneda extranjera al sistema bancario doméstico”. Como vemos, se está promoviendo una práctica dolarización de la economía, y del sistema financiero.
Para seguir este camino, se tomaron varias medidas concretas. Dos de ellas se orientaron a la migración de pasivos monetarios desde el balance del BCRA al balance del Tesoro Nacional. Ese traslado de liquidez bancaria comenzó a ser implementado a través de la emisión de letras de capitalización del Tesoro (LECAPs) que permitió disminuir el costo financiero mensual para el BCRA. Fue un proceso voluntario por parte de los bancos, estimulado por las mejores tasas de las LECAPs respecto a las que otorgaban los pases.
La segunda medida en este sentido fue la suspensión de la operatoria de pases pasivos, que era el principal instrumento de administración de la liquidez bancaria, y su reemplazo por las Letras Fiscales de Liquidez (LEFI), emitidas por el Tesoro Nacional. Las LEFI son un instrumento sólo negociable entre la autoridad monetaria y las entidades financieras, tienen plazo de un año y capitalizan a la tasa de política monetaria (fijada por el BCRA), que se mantuvo en 40%.
Es claro: para el gobierno el problema es que el pago de intereses por los pases pasivos genera emisión, y por lo tanto estos pases se canjean por LECAPs y LEFIs, cuyos intereses son pagados por el Tesoro Nacional.
Estas medidas generan dos reflexiones. Por un lado, la tan mentada “independencia” del Banco Central que pregonan los neoliberales queda bastante olvidada, dada la fuerte vinculación entre el Tesoro Nacional (que emite los títulos) y el BCRA que los regula y establece su tasa de interés. Por otro lado, los intereses por las operaciones de regulación de liquidez que deja de pagar el BCRA y pasa a pagar el Tesoro Nacional, con metas de superávit fiscal mediante, generarán mayores recortes del gasto público.
El congelamiento de la emisión de dinero, el superávit fiscal y el objetivo de llevar la inflación a cerca de cero por ciento, ejes del gobierno libertario, tenderán a profundizar aún más la reducción en el consumo y la consiguiente recesión productiva.
Los datos de la economía real ya evidencian una profunda recesión. La actividad económica registró en mayo un aumento del 2,3% interanual gracias a la contribución positiva del sector agrícola que se recuperó de la fuerte sequía del año pasado. Si restamos el desempeño de ese sector, la contracción de la economía llegaría al 5% interanual. La tasa de desempleo pasó del 6,2% en el primer trimestre de 2023 al 7,7% en igual período de este año, el consumo privado se encuentra en retroceso como así también la actividad industrial y la construcción. En estos dos sectores, la merma ha sido tan intensa que, si obviamos la pandemia, ambas muestran en 2024 su peor nivel de actividad desde el 2005, momento en que la economía estaba en proceso de recuperación de la crisis de la convertibilidad.
Al analizar, no sólo los resultados ya conocidos, sino también las tendencias de las políticas que se están aplicando, se puede observar que todas ellas conducen a un empeoramiento de la situación económica, a través de un recorte del gasto público que aparece como interminable, de una escasez de moneda nacional que frenará la economía, y un impacto negativo cada vez más profundo sobre los sectores de menores recursos, incluso con sus derechos en riesgo. Por eso vengo planteando que el camino para que Argentina se recupere es para el otro lado.