Perfil | Opinión
El triunfo de la fórmula integrada por Sergio Massa y Agustín Rossi el domingo pasado, fue el resultado de un trabajo intenso y sistemático. Ese esfuerzo continuará y se profundizará camino al ballottage.
Los contrastes no pudieron ser más nítidos: el candidato de Unión por la Patria apareció dotado de conocimiento, racionalidad y capacidad de gestión; por el contrario, el postulante de La Libertad Avanza se presentó proponiendo destruir a la “casta”, utilizando dinamita y motosierra. Mientras Sergio Massa llamaba a la unidad nacional, el candidato libertario promovía una guerra de todos contra todos, con cada vez más sectarismo y agresividad.
Durante la campaña se fue instalando el debate entre dos modelos de gestión: uno institucional, calmo y riguroso; el otro, caótico y violento. Uno que favorece a las clases medias y demás sectores populares; el otro que promueva los intereses de las minorías que vienen concentrando los ingresos y la riqueza en el país.
Muchos electores cambiaron de comportamiento entre las PASO y las elecciones del último domingo. Según algunos estudios, se emitieron 2.220.103 votos más que en las PASO, y hubo 802.319 sufragios en blanco menos. Sumados superan los tres millones de votantes. En línea con estos números, Unión por la Patria creció 2.926.941 votos. Por el otro lado, Juntos por el Cambio perdió una cantidad de sufragios muy similar a la que ganó La Libertad Avanza. Es decir: los electores que resignaron Bullrich y su fuerza política se trasladaron a Javier Milei, entre otros movimientos.
El resultado electoral de Unión por la Patria no fue magia. El conjunto de medidas que implementó el Gobierno en las últimas semanas, la mayoría de ellas direccionadas a los sectores más castigados de la población, mostraron una gran voluntad, decisión política y capacidad de gestionar con velocidad y eficacia. A ello se sumó una estrategia de campaña que logró poner en primer plano el contraste entre Massa y el rostro más agresivo del candidato libertario.
Los resultados electorales dejaron a Juntos por el Cambio en un estado de fuertes tensiones internas, y en una virtual ruptura.
Mientras la fórmula integrada por Patricia Bullrich y Luis Petri anunciaba su apoyo al candidato de La Libertad Avanza, tras un acuerdo sellado en el domicilio de Mauricio Macri, una parte del radicalismo, con Gerardo Morales y Martín Lousteau a la cabeza, los gobernadores de Juntos por el Cambio y dirigentes como Elisa Carrió y Horacio Rodríguez Larreta, entre otros, declaraban su desacuerdo con ese apoyo y se pronunciaban por dejar a sus votantes en libertad de elección.
Muchos de ellos. seguramente expresan las reservas sobre Milei que reinan en sus propias bases electorales: es difícil, por ejemplo, imaginar a ciudadanos y ciudadanas de cultura radical votando a quien dice que la Argentina está en crisis desde que se eligió a Hipólito Yrigoyen y que el peor presidente de la historia se llamó Raúl Alfonsín.
Es altamente improbable que parte de los 700 mil votantes que eligieron a Myriam Bregman se inclinen en el ballottage por Javier Milei. Algo similar sucede con los votantes de Juan Schiaretti y con quienes apoyaron en las urnas a los gobernadores e intendentes electos por Juntos por el Cambio, ante un candidato libertario que declara que si gana va a eliminar la coparticipación y que sólo se realizará obra pública a través de la iniciativa privada.
En ese marco, la convocatoria por parte de Sergio Massa a un gobierno de unidad nacional parece despertar diversas adhesiones. No es tampoco una novedad: la búsqueda de estos acuerdos ha sido una constante en la historia reciente de la Argentina. No es muy distinto a lo que propuso Néstor Kirchner en su momento cuando promovió la concertación que terminó en la candidatura de Cristina y Julio Cobos. Tampoco se diferencia demasiado de la convocatoria de Raúl Alfonsín a la construcción del Tercer Movimiento Histórico, entre otras experiencias similares.
Mientras la coalición opositora se encuentra en un estado de fuerte crisis interna, Unión por la Patria acelera su estrategia de diálogo con sectores que le permitan la ampliación de su base electoral y la sustentabilidad de su futuro gobierno, en el caso altamente probable de que gane las elecciones.