Página/12 | Opinión
El gobierno despliega una fuerte iniciativa tanto a nivel nacional como en el plano internacional a través del viaje del ministro de Economía, Sergio Massa, a China y de la participación del presidente Alberto Fernández en el cónclave regional convocado por el presidente de Brasil, Lula da Silva.
En el plano local, la recaudación por el Programa de Incremento Exportador III (“dólar soja 3”) alcanzó los U$S 5.100 millones, contabilizando el total de ventas durante la vigencia del programa. El saldo positivo para el Banco Central fue de U$S 853 millones. ¿De qué se trata? De productos agropecuarios que no se habían liquidado. El gobierno, entonces, pagó un adicional por cada dólar para que esa liquidación se produjera. Por supuesto: no todo lo que se liquida queda en el Banco Central. Una parte se utiliza para hacer diversos pagos, principalmente importaciones imprescindibles como las de energía.
El tipo de cambio diferenciado para la liquidación de las divisas provenientes de las exportaciones se mantiene hasta el 31 de agosto para las economías regionales. Éstas, dado que sus producciones también están orientadas al mercado interno, están obligadas a ajustarse a condiciones especiales: deben cumplir con el programa Precios Justos, abastecer prioritariamente el mercado local y mantener estables sus planteles de trabajadores.
Mientras, el ministro Massa y la delegación que lo acompañó concluyeron su gira por China luego de cerrar una serie de acuerdos.
Por un lado, junto al titular del Banco Central, Miguel Pesce, el ministro se reunió con Yi Gang, el presidente del Banco de la República Popular de China. Esta institución accedió a renovar el swap de monedas (formalizado en yuanes) e incrementar las divisas de libre disponibilidad por hasta unos U$S 10.000 millones (U$S 5.000 millones más que lo ya acordado) que podría utilizar el BCRA para el intercambio comercial con dicho país y para intervenir en los mercados y estabilizar la cotización de los dólares financieros. China también concedió créditos por U$S 3.000 millones destinados a obras de infraestructura, energía y transporte público.
Por otro lado, se acordó un régimen de intercambio comercial que permitirá a las empresas utilizar yuanes sin las intermediaciones habituales en este tipo de operaciones.
La medida sumará un incentivo al intercambio en moneda china y contribuirá a desdolarizar las operaciones comerciales. Además, repercutirá en la protección de las Reservas contribuyendo a evitar maniobras fraudulentas.
Según fuentes de Economía, “para el ministerio de Comercio de China, China exporta a la Argentina menos de lo que la Argentina tiene como ingreso comercial desde China. ¿Por qué? Porque hay un proceso de triangulación desde dos plazas”. Se refieren a Montevideo y a empresas radicadas en el estado norteamericano de Florida.
El gobierno también busca financiamiento para las exportaciones brasileñas hacia la Argentina. Para ello, intenta que el Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics, presidido por Dilma Rousseff, conceda esos créditos a los exportadores brasileños. En ese sentido, la titular de la entidad adelantó que el directorio votaría en su próxima reunión de agosto la incorporación de la Argentina a la institución. La economista brasileña les aseguró a Sergio Massa y a Máximo Kirchner que la incorporación de la Argentina al banco de los Brics “será postulada y defendida expresamente por Brasil”.
Es una pelea en muchos frentes al mismo tiempo.
Tanto los resultados alcanzados por el tipo de cambio diferenciado denominado “dólar soja 3”, como los acuerdos logrados en China van en una misma dirección: incrementar, por mecanismos directos e indirectos, las Reservas del Banco Central y frenar las maniobras especulativas que intentan producir una fuerte devaluación.
En paralelo, tuvo lugar en Brasil la cumbre de presidentes sudamericanos convocada por Lula. El mandatario brasileño reivindicó la experiencia de la Unasur y propuso “relanzar acciones concretas para el desarrollo sostenible, la paz y el bienestar de nuestras poblaciones”. En tanto, el presidente argentino señaló que “la unidad regional debe ser una política de Estado en cada uno de los países de América del Sur. Aprendamos de nuestros errores, no nos sirvió de nada estar divididos. Hagamos más ágil el funcionamiento de la Unasur y seamos artífices de nuestro destino”.
Los mandatarios emitieron una declaración final de nueve puntos, a la que llamaron el Consenso de Brasilia, en la que “se comprometieron a trabajar por el incremento del comercio y de las inversiones entre los países de la región; la mejora de la infraestructura y logística; el fortalecimiento de las cadenas de valor regionales; la aplicación de medidas de facilitación del comercio e integración financiera; la superación de las asimetrías; la eliminación de medidas unilaterales; y el acceso a los mercados por medio de la red de acuerdos de complementación económica, incluso en el marco de la ALADI, teniendo como meta una efectiva área de libre comercio sudamericana”.
En otro de los puntos acordaron “promover, desde ahora, iniciativas de cooperación sudamericana, bajo un enfoque social y de género, en áreas que atañen a las necesidades inmediatas de los ciudadanos, en particular las personas en situación de vulnerabilidad, incluyendo los pueblos indígenas, tales como salud, seguridad alimentaria, sistemas alimentarios basados en la agricultura tradicional, medio ambiente, recursos hídricos, desastres naturales, infraestructura y logística, interconexión energética y energías limpias, transformación digital, defensa, seguridad e integración de fronteras, combate al crimen transnacional organizado y ciberseguridad”.
No se trata de una declaración de buenas intenciones. En el mismo encuentro crearon un grupo de contacto, encabezado por los cancilleres, para avanzar en los próximos pasos. La integración latinoamericana, en un mundo que tiende a organizarse en bloques, es fundamental para contribuir a hacer viables los proyectos nacionales. De allí la gran importancia de este encuentro.
El gobierno gestiona en todos los frentes, con aciertos y con errores, tratando de afianzar el modelo de crecimiento con distribución e inclusión con el que está comprometido.