Ámbito Financiero | Opinión
Entre los temas que hoy más preocupan está el de los altos niveles de inflación y uno de los mayores desafíos pasa por evitar que las medidas terminen afectando los niveles de actividad y empleo.
En primer lugar, no hay que perder de vista el contexto, ya que actualmente la inflación afecta a todos los países, principalmente por la suba de los precios de la energía, producto de la guerra. En Estados Unidos ha subido entre el 1 y 2% de un año atrás a valores cercanos al 9%, y algo similar está ocurriendo en la Eurozona. Ante ello, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo ya están aumentando fuertemente las tasas de interés, a ritmos no vistos por décadas.
Si bien hay un fenómeno de carácter global, la inflación argentina tiene características atípicas, y está muy influida por la especulación y las expectativas que se dan en el marco de una economía bimonetaria, en la que los precios suelen verse muy afectados por la dinámica del mercado de cambios.
En este marco, el gobierno implementa una estrategia de múltiples herramientas para combatir los aumentos. Una de ellas tiene que ver con la suba de tasas para estimular el ahorro en pesos. Al respecto, el BCRA elevó la tasa de las Leliq a 28 días hasta el 69,5% (+9,5 puntos porcentuales) y la tasa mínima garantizada de los plazos fijos a 30 días por hasta $ 10 millones (personas humanas), que subió al 69,5% (+8,5 puntos porcentuales). Por el lado de las tasas activas, las reguladas de los préstamos también se incrementaron en similar proporción que las de las Leliq, tanto para la Línea de Inversión Productiva destinada a MiPyMEs como para las tarjetas de crédito.
Como vengo sosteniendo, la política de tasas de interés es un tema muy sensible y hay que monitorearla de cerca, para evitar que los ahorros pierdan poder adquisitivo y a la vez para reducir el impacto que la suba del costo de los créditos pueda tener sobre la producción, la inversión y el consumo. Es muy importante que el Estado mantenga un rol activo y no hay que perder de vista lo señalado por el ministro de Economía el jueves pasado, respecto de que se estaría por lanzar una línea de crédito para el aumento de capacidad instalada y bienes de capital ($ 400.000 millones hasta fin de año), así como otra asociada a la primera exportación PyME por $ 130.000 millones.
Otro rubro que importa es el de la recomposición de las reservas, esencial para reducir la volatilidad de los dólares “alternativos”, que impacta negativamente en la inflación. La brecha cambiaria había llegado a valores inusuales no como consecuencia de un supuesto atraso del dólar oficial sino a raíz de la especulación y los intentos de generar una suerte de golpe de mercado. En las últimas jornadas el BCRA ha venido realizando compras netas de reservas. Además, en una clara muestra de accionar coordinado, la AFIP incautó 7 mil toneladas de granos no declarados y listos para comercializar, que estaban almacenados en silobolsas en una localidad bonaerense.
Los gobiernos de signo neoliberal históricamente han recurrido a las políticas de shock, que siempre son recesivas. A través del ajuste del gasto público y del salto de la tasa de interés generan caídas sensibles del salario, el consumo y la inversión, y por esta vía se le quita cierta presión a los precios. Sin embargo, no garantizan efectividad en la lucha contra la inflación. De hecho, en el macrismo se aplicó todo el recetario ortodoxo, pero así y todo se terminó con indicadores de inflación muy superiores a los de fines de 2015.
En general se coincide en que la inflación es un problema, aunque no se suele explicitar mucho “cómo” resolverla. La guía de acción debe ser que las políticas no terminen agravando aquello que originalmente se quería evitar, es decir, que se genere un mayor golpe sobre los ingresos de los sectores más vulnerables. La buena determinación de las herramientas pero también sus dosis, su duración, o los apoyos que complementariamente brinde el Estado serán claves para el buen resultado integral de las políticas.