Página/12 | Opinión
El ingreso al Poder Ejecutivo Nacional de Sergio Massa como ministro de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, Ganadería y Pesca y la recomposición del gabinete apuntan a fortalecer la coalición gubernamental alrededor del proyecto que el Frente de Todos se comprometió a llevar adelante en las elecciones de 2019.
¿Qué sucedió en el periodo comprendido entre 2015 y 2019? El pueblo argentino sufrió las consecuencias de políticas que destruyeron empleos y salarios, provocaron cierres de comercios, pulverizaron el consumo y afectaron gravemente a nuestra industria nacional. Los derechos de los trabajadores, los pequeños y medianos empresarios, los jubilados y los más humildes fueron afectados.
En ese marco, en las elecciones de 2019 la ciudadanía fue convocada a decidir entre la continuidad o la interrupción de esas políticas. Allí emergió victorioso el Frente de Todos como una alternativa a ese proyecto concentrador y excluyente. Pero, el daño ya había sido producido. La actual coalición gubernamental recibió un país en estado calamitoso: hiperendeudado, con alta inflación, caída del PBI, cierre de miles de empresas, pérdida de puestos de trabajo, deterioro del salario real y aumento de la pobreza, entre otros indicadores críticos.
A ello le siguieron la pandemia —con la crisis sanitaria, económica y social asociada a la misma— y la guerra en Ucrania —con los desequilibrios energéticos, alimentarios y demás que ha generado a escala global—. Está claro que el gobierno no hizo todo bien. Pero no equivocó el rumbo. Cometió errores pero siempre intentó avanzar en la dirección correcta.
En las últimas semanas, el poder económico concentrado trató de producir un golpe de mercado buscando, entre otras cuestiones, una devaluación sin importarle que éstas siempre perjudican a los más vulnerables.
En este escenario es donde se produce el reciente cambio de gabinete y su búsqueda de más homogeneidad, más coordinación y más fortaleza. Se trata de reorganizar el gobierno para hacerle frente a quienes intentan impedir el despliegue de las políticas de transformación legitimadas por el voto popular.
El relanzamiento del gobierno deberá girar, para ser exitoso, en torno a dos criterios generales: unidad y acuerdo político sobre la orientación general de la gestión.
Hay dos agendas paralelas a las que se debe continuar dando respuesta. Por un lado, la agenda de la crisis, con la inflación y la inestabilidad cambiaria como temas relevantes; por otro lado, la agenda emergente del triunfo de 2019 que consiste en la profundización del modelo de crecimiento con distribución e inclusión, la disminución de los indicadores de pobreza, indigencia y desempleo, la mejora de la calidad del empleo y la recuperación de los salarios, entre otros ejes.
Es unidad pero para impulsar y profundizar políticas específicas: aquellas que el gobierno viene desarrollando, en un marco de dificultades crecientes, y que emergieron como ruptura con el gobierno anterior y como memoria de las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
En este contexto, es imprescindible la cohesión de todos los integrantes de la coalición gubernamental para poder seguir avanzando. Los intereses que tenemos enfrente son muy poderosos. Hay dos proyectos opuestos en la Argentina. Uno va en una dirección, el otro en la contraria. Por lo cual, los cambios que el gobierno promueve son resistidos por los sectores que no quieren esos cambios. No se trata sólo de tener iniciativas: también hay que contar con las relaciones de fuerza que permitan llevarlas a la práctica. Las políticas neoliberales en nuestro país, y en todo el mundo, se han desplegado como un torbellino que ha arrasado con derechos sociales, económicos y culturales. En la actualidad, intentan sumir en la impotencia a un proyecto de país inclusivo y solo proponen, como alternativa, un plan de una minoría para beneficio de esa misma minoría.
El presidente Alberto Fernández se refirió, por ejemplo, a la especulación cambiaria: “esto finalmente es una pulseada para ver si vamos a devaluar o no y nosotros no vamos a devaluar porque devaluar es empobrecer a la gente y eso es lo que no queremos hacer. Así que, bueno, seguiremos peleando, hasta que entiendan que una vez deben pensar en la gente”.
El gobierno ha lanzado políticas claras tendientes a que, en un contexto de buenos precios internacionales, los productores vendan la soja que hoy está guardada en silobolsas.
Sin embargo, a poco de que saliera la normativa del BCRA, un miembro de la Sociedad Rural Argentina señaló que es una medida de “difícil implementación (…), sin consenso y eso no es bueno en ningún sector de la economía”. En la misma línea, Elisa Carrió recomendó a los productores: “hagan patria y guarden su dinero”, dando a entender que no comercialicen los granos.
Son los sectores que intentan impedir la consolidación de un proyecto que beneficie a las mayorías.
Por otro lado, se insiste en que la heterogeneidad del gobierno es un factor que influye sobre la situación económica actual. Por supuesto que incide. Y es necesario generar la mayor homogeneidad posible. Pero también tenemos que aceptar que las coaliciones tienen matices que no van a dejar de existir, porque si ello ocurriera, dejarían de ser coaliciones. Porque una coalición no es una unión de iguales, sino de parecidos. Y entre los parecidos siempre hay diferencias. ¿Y qué se hace con éstas últimas? Se generan instancias institucionales donde resolverlas o administrarlas. Los cambios ministeriales recientemente anunciados se discutieron en canales de diálogo y toma de decisiones que, seguramente, habrá que seguir perfeccionando y profundizando.
El nuevo gabinete tiene, entre otras tareas, la función de transformar las expectativas negativas en positivas, para profundizar el despliegue del modelo de crecimiento con distribución e inclusión expresado en políticas concretas, promoviendo la inversión en obras públicas, con educación y salud pública de calidad y políticas de ciencia y tecnología que promuevan el crecimiento de la producción con valor agregado, entre muchos otros temas.
La disyuntiva es la de siempre: profundizar el modelo actual, comenzando por resolver las urgencias, o retroceder al aplicado en el periodo 2015– 2019.
Con la reciente recomposición de gabinete se trata de sumar y avanzar, buscando la unidad, la cohesión y los acuerdos políticos necesarios entre los diferentes integrantes de la coalición de gobierno.