Ámbito Financiero | Opinión
Entre el miércoles y el jueves pasado el Gobierno nacional llevó a cabo una operatoria de conversión de bonos en pesos por 363 mil millones, reduciendo más de la mitad de los 606 mil millones de pesos en títulos que vencían a fin de mes. Es un dato positivo, cuando desde la principal fuerza opositora se echaron a correr versiones irresponsables sobre un posible default de la deuda en pesos en un próximo gobierno, que impactaron negativamente en la cotización de los bonos y generaron ciertas incertidumbres injustificadas.
En este marco el dólar ilegal, que había mostrado una importante suba en las jornadas previas, se estabilizó, aunque en valores algo superiores (7%) a los de un mes atrás: se dice que superó el récord. Sin embargo, si se toman los valores ajustados por la inflación, que es la manera correcta de hacer un análisis, los mismos se encuentran hoy algo más del 20% por debajo del mayor valor que alcanzó en enero pasado. Bien lejos de los niveles récord a los que intencionadamente se suele hacer alusión. Similar es el caso de los dólares financieros.
En el caso de la conversión de bonos, algunas voces minimizaron los resultados de la operación señalando que hubo una alta participación de entidades públicas. Se llegó a afirmar que la misma estuvo “armada” exclusivamente para el Banco Central, cuando en realidad, si bien la autoridad monetaria ha sido el principal ofertante, se recibieron muchas otras ofertas. No deja de ser un hecho positivo que exista una importante participación de la deuda intra sector público, un dato en el que nadie reparaba una semana atrás, cuando el eje estaba puesto en los elevados vencimientos a enfrentar.
Hay que decir que en lo esencial la estructura no cambió en materia de administración de la deuda pública, y el Gobierno ha conseguido más fondos en pesos que el valor de los bonos que fueron venciendo. Las colocaciones superaron a los vencimientos en 2020 en un 19,2%, en 2021 en un 21,5% y en lo que va de 2022 lo hacen en un 29,0%. Estos resultados permiten seguir reforzando la política de ir reemplazando el financiamiento monetario por la toma de fondos frescos del mercado.
El problema es que las expectativas, sobre todo las que surgen del comportamiento especulativo, por más que no tengan asidero con la realidad pueden terminar impactando en decisiones vinculadas a la economía real, por ejemplo en los precios, o en la liquidación de las exportaciones. Están muy relacionadas con la capacidad de instalación que tienen los grandes medios de comunicación, que repiten hasta el cansancio ideas que puedan generar zozobra.
Entre las cuestiones que se tergiversan deliberadamente está la de la moneda de denominación de la deuda, llegándose en estos días al extremo de escuchar de un “gurú económico” que es peor tomar deuda en pesos que en dólares. Según el también ex funcionario macrista, la primera “es más compleja, porque cada vez que renovás, la seguís teniendo en tu campo. Le pegás de punta y vuelve. Va a ser así hasta que se lo enchufen al próximo gobierno, pero no es fácil llegar al próximo gobierno. Hace unos meses teníamos la discusión de si es mejor la deuda en dólares o en pesos, que era la bandera del ministro Guzmán. Ahí tenés la deuda en pesos ahora”. Esta voz salió en realidad de la misma boca que en su momento señalaba que no iba a ser fácil arribar a un canje con los bonistas privados en moneda extranjera, porque es “un tire y afloje, del otro lado no te van a regalar nada” (mayo 2020).
En rigor, si el Gobierno logró llevar adelante un canje sumamente exitoso (tanto con los acreedores en dólares, externos e internos, como con el FMI) no fue porque era fácil hacerlo, sino por la firmeza con la que se negoció. Esta actitud permitió, en el caso de los acreedores privados, obtener un ahorro de 37.700 millones de dólares para el decenio 2020-2030, más una importante reducción de los intereses. En el caso del FMI, la posibilidad de no realizar pagos hasta mediados de 2026, sin condicionantes estructurales ni reducción del gasto real.
La economía bimonetaria que hoy padecemos está muy vinculada al endeudamiento en dólares que se ha ido gestando en los distintos gobiernos neoliberales y es una tendencia que hay que revertir. No es precisamente lo que se desprende de las declaraciones de los/as principales dirigentes de Juntos por el Cambio, que siguen dando a entender que no dudarían en hipotecar al país aún más de como lo dejaron al finalizar su mandato.