Perfil | Opinión
El Presidente Alberto Fernández habló este martes ante la Asamblea Legislativa e inauguró el período de sesiones ordinarias 2022. Entre otros temas, se refirió al endeudamiento contraído por el anterior gobierno que dejó al país al borde del precipicio: “El dinero que ingresó de ese préstamo no fortaleció las reservas del Banco Central porque fue enteramente utilizado para pagar deuda externa insostenible y financiar la fuga de capitales. No quedó nada del dinero recibido. Ni un puente ni una carretera. Sólo nos quedó una deuda externa impagable”.
Durante varios años —los de la pandemia neoliberal y los de la pandemia sanitaria— la Argentina ha estado inmersa en una intensa crisis de la cual aún intenta salir. El gobierno actual se encontró con una deuda de 100 mil millones de dólares con acreedores privados y de 45 mil millones de dólares con el FMI. En ese periodo, además, cerraron 25 mil empresas PyME y cayó el empleo, el salario real y las jubilaciones. Una tragedia nacional.
Ante ello, Juntos por el Cambio ha intentado minimizar su responsabilidad en los hechos pero el propio FMI, en la evaluación post programa del Stand-By 2018, ha sido concluyente: “ni la confianza ni el acceso a los mercados fueron restablecidos; el producto se contrajo fuertemente, y la inflación aumentó; el empleo cayó y la pobreza aumentó; el tipo de cambio se depreció, la ausencia de medidas para manejar los flujos de capitales, los desembolsos de facto financiaron una salida de capitales de magnitudes históricas, la deuda aumentó como porcentaje del PIB, y la situación se agravó por la no reestructuración de la deuda”.
Finalmente, en la semana el gobierno cerró el acuerdo con el FMI y al cierre de esta columna estaba por enviarlo para su tratamiento al Parlamento. El mismo dispone que nuestro país va a recibir, por cada vencimiento del préstamo anterior, un nuevo crédito para pagar lo que vence más un plus equivalente a lo ya cancelado. Para cada uno de esos desembolsos se establece un período de repago de 10 años, con cuatro años y medio de gracia. Por lo tanto, hasta el segundo semestre de 2026 no tendremos que hacer ningún pago al FMI. Ese periodo de gracia debería permitirnos transitar un camino de crecimiento con distribución del ingreso e inclusión social que contribuya a mejorar la situación de los sectores vulnerables, incluidos los sectores medios.
La Argentina no está tomando un nuevo préstamo del Fondo: está refinanciando un crédito acordado por el gobierno macrista que resulta impagable por los montos y por los plazos de devolución. Sólo durante este año deberíamos desembolsar 19 mil millones de dólares. La única alternativa al acuerdo era el default. Una verdadera catástrofe.
En el programa acordado con el FMI, se promueve una reducción gradual del déficit y de la emisión monetaria pero aumentando de modo sostenido los ingresos. Nosotros no somos hinchas del déficit fiscal. Somos enemigos del ajuste.
El déficit es la diferencia entre los ingresos y los gastos. Hay cuatro modos de resolver esa brecha: tomando deuda, emitiendo, aumentando los ingresos o recortando los gastos. Pero, ni tomar deuda externa ni ajustar es parte de nuestra propuesta. Por lo cual, nos queda, como principal opción, aumentar los ingresos. Al respecto, el FMI ha expresado en un comunicado: “Igualmente importante será el énfasis del programa en mejorar de manera creíble las finanzas públicas. Esto se basará en un conjunto equilibrado de políticas de ingresos, con énfasis en la progresividad, la eficiencia y el cumplimiento tributario”.
Durante los próximos días se debatirá el acuerdo en el Parlamento. Para ello, funcionarios y otros invitados expondrán sobre distintos aspectos de la propuesta. A diferencia de la deuda contraída por Macri en 2018, que no pasó por el Congreso, el proyecto de refinanciamiento atravesará un amplio proceso de discusión democrática.