Página/12 | Opinión
La gestión de Juntos por el Cambio dejó al país en una situación de crisis generalizada. La ley inaugural que sancionó el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, la 27541 de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, establecía “la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social”. Es decir: el gobierno que se iba le dejaba al que llegaba nueve emergencias. Entre estas, la financiera, para la que se proponía “crear condiciones para asegurar la sostenibilidad de la deuda pública, la que deberá ser compatible con la recuperación de la economía productiva y con la mejora de los indicadores sociales básicos”.
El gobierno anterior había contraído una deuda enorme con plazos de repago imposibles y, ya en esta ley inicial, la actual gestión señalaba cómo abordarla.
Pero lo de la deuda no lo decimos sólo nosotros. El Financial Times, una publicación vinculada al establishment financiero internacional, ha afirmado recientemente: “las raíces de la última crisis son profundas. El gobierno peronista heredó un desastre cuando asumió el cargo en 2019. La economía estaba sumida en la recesión y la montaña de deuda externa acumulada por el anterior presidente, Mauricio Macri, era impagable”.
En este escenario, todos los caminos eran insatisfactorios. Era inviable no negociar y, de hacerlo, eran inciertos los resultados. La deuda descomunal contraída por el gobierno anterior restringía las opciones. Había que tomar decisiones y ninguna de ellas aseguraba a priori un buen desenlace.
En un libro que publiqué en 2019, “Diez promesas falsas: por qué fracasó la economía de Cambiemos”, afirmaba con relación al acuerdo del macrismo con el Fondo en 2018: “es interesante analizar de que se trata ese objetivo innegociable de déficit cero. Primeramente, hay que tener en cuenta que sólo se refiere al déficit primario, es decir, a los ingresos y egresos fiscales antes del pago de intereses de la deuda. El verdadero objetivo es recortar las partidas del gasto público y así dejar cada vez más margen disponible para el pago de los intereses. Si tomamos los números fiscales de 2018, el déficit primario fue del 2,4%, mientras que el financiero (con intereses) llegó al 5,2% del PBI. O sea, más del doble”.
Hace alrededor de tres años esto es lo que decíamos del FMI. Por lo cual, es lógico que el actual principio de entendimiento haya generado dudas, sospechas y profundos debates entre los que integramos el espacio del Frente de Todos.
Sin embargo, el punto central del principio de entendimiento al que se habría llegado con el organismo internacional establecería la refinanciación de todos los desembolsos recibidos por el gobierno de Macri, tanto los que se adeudan, que son la mayor parte, como los que ya se cancelaron. Como venimos diciendo en otras notas, la Argentina recibiría, por cada vencimiento del crédito anterior, un préstamo para pagar lo que vence. Para cada uno de esos desembolsos se establecería un período de repago de 10 años, con cuatro años y medio de gracia. Hasta el segundo semestre de 2026 no tendríamos que hacer ningún pago al FMI.
Como contrapartida el país se comprometería a una reducción gradual del déficit fiscal y de la emisión monetaria en metas que no afecten el gasto en el marco de una economía en crecimiento. A ello hay que sumar las mejoras posibles de realizar en la administración tributaria, aplicando políticas para evitar la evasión o la elusión y sin dejar de tener en cuenta posibles modificaciones progresivas en impuestos que gravan las grandes rentas y patrimonios.
Los últimos datos de la producción industrial (IPI), a diciembre de 2021, muestran valores algo mayores a los de abril de 2018. Es decir: se está recuperando lo perdido desde la pandemia de Covid-19 y desde el anuncio del acuerdo de la anterior gestión con el FMI en mayo de 2018. Al cierre de 2021, la producción manufacturera que mide el INDEC registró un valor 11,5% mayor al de febrero de 2020. Comparado con el modelo previo, en el acumulado de todo el 2021 el nivel se encuentra un 7,1% por encima del 2019 y 0,3% respecto de 2018.
Además, en diciembre, 15 de las 16 divisiones industriales produjeron más que en el mismo mes de 2019. Hacía noviembre de 2021, el sector ya contaba con 35.800 puestos de trabajo más que a fines de 2019. Por el lado de la construcción (ISAC), en el año 2021 se registró un crecimiento de la producción del 30,8% respecto a 2020 y se superó en 5,4% al año 2019.
Por supuesto, quedan muchos problemas por resolver. Entre ellos, uno muy relevante por su impacto sobre los ingresos reales de los argentinos y de las argentinas: los aumentos de precios. El gobierno nacional viene insistiendo con la idea de que la inflación tiene múltiples causas. Hasta el FMI ha terminado aceptando ese punto de vista. De esta idea deriva otra: la de que a la inflación hay que abordarla con un enfoque integral. Ello quiere decir que, además de las cuestiones monetarias, es necesario continuar con la aplicación de diversos instrumentos, entre otros, las políticas de control y de acuerdo de precios. Estas no son una novedad: estuvieron siempre presentes en el diseño de la política económica del actual gobierno. Hace poco, por ejemplo, se renovó el acuerdo con frigoríficos y supermercados para la comercialización de siete cortes de carne vacuna a precios acordados. También se prolongó en enero pasado el programa “Precios Cuidados” para más de 1.300 productos de consumo masivo.
Otro tema a tratar es el de los precios internacionales de las materias primas que generan presiones sobre los precios domésticos. De allí que continúe siendo necesario el desacople entre ambos precios a través de distintas regulaciones y acuerdos.
El gobierno, prácticamente desde que asumió, ha estado bajo el impacto de lo que hemos llamado las dos pandemias, la generada por las políticas económicas del gobierno anterior y la producida por la circulación global del Covid-19. Venimos de nueve emergencias superpuestas. Vamos hacia la profundización de un modelo de crecimiento con la gente adentro.
El principio de entendimiento con el FMI no es para festejar ni para estar contento. Pero probablemente sea un paso más en el camino que nos aleja del precipicio.