Ámbito Financiero | Opinión
Las palabras detallan la gran pérdida de soberanía implícita en la firma del convenio con el FMI. De allí que las firmes propuestas del actual gobierno para ir cerrando un acuerdo para hacer frente a los elevados vencimientos heredados y que permita que la economía siga creciendo con mayor equidad social, deben ser evaluadas positivamente, aunque no haya nada que festejar.
No es que el FMI se haya vuelto bueno, hay dos temas que justifican algunos cambios en sus opiniones en su acuerdo con nuestro país. Primero, la firmeza del gobierno recién comentada. Segundo, el FMI ha tenido que aceptar que sus habituales prescripciones no se condicen con lo que en general termina pasando. Al respecto, en la autocrítica de diciembre de 2021 por el préstamo de 2018 se señala que hay que tener en cuenta “las circunstancias de cada país, incluidas las consideraciones de economía política, lo cual podría implicar el uso de medidas no convencionales si es poco probable que las políticas macroeconómicas tradicionales den resultado”.
En el caso de la cuestión fiscal, además de un moderado aumento del gasto real, en el principio de acuerdo se plantea mejorar la recaudación, y podría pensarse también en ampliar la progresividad recaudatoria, por ejemplo, como lo expresa la Cepal, que propone “consolidar el impuesto a la renta a personas físicas y corporaciones, extender el alcance de impuestos sobre el patrimonio y la propiedad”.
El esquema antiinflacionario del FMI parte hoy de la perspectiva de que se trata de un fenómeno multicausal. De allí que puede resultar factible que acepte que el tipo de cambio debe estar administrado, de forma tal de que no haya devaluaciones que se trasladen a los precios. Es uno de los ejes del entendimiento actual, calificado de “pragmático” por las autoridades del Fondo.
Desde la oposición se ha escuchado el argumento de que en el hipotético caso de que llegaran nuevamente a ser gobierno, recibirían una bomba de tiempo. Una nueva mentira. Por un lado, porque es una deuda que ellos generaron (acordaron pagar unos 19 mil millones de dólares este año, y una cantidad similar el año próximo. Un cronograma imposible). Por otro lado, en este principio de acuerdo el primer pago se realizaría luego de más de dos años de entrada en funciones del próximo gobierno (sea del signo que fuere). Además, está claro que intentan confundir, haciendo creer que se perjudica tal o cual gestión, y tratando de esconder su responsabilidad en el gran endeudamiento que produjeron.
Lo concreto es que recibieron en diciembre de 2015 una economía con los ratios de endeudamiento más bajos de la región y se fueron en 2019 dejando al país liderando la tabla de posiciones de la deuda, y en default. No mostraron prurito alguno a la hora de resignar soberanía y, en línea con su intención de seguir aplicando políticas de ajuste, metieron nuevamente al FMI entre nosotros. Con sus políticas, hicieron crecer la deuda, reducir el nivel de actividad y subir la inflación, entre otros tantos daños. Un verdadero desastre económico y social.
Por eso ahora no hay senderos a transitar que sean simples. La argentina ha sido llevada a un lugar de inviabilidad. Sólo resta ir en búsqueda de aquel camino que implique los menores costos para la sociedad y que permita que la actividad se siga recuperando, junto con la mejora en la distribución del ingreso.