La apertura de un camino

Página/12 | Opinión

El endeudamiento que contrajo el gobierno de Juntos por el Cambio colocó al país en una trampa mortal. Este año, la Argentina debería pagar al Fondo Monetario Internacional 19 mil millones de dólares y el año que viene nuevamente la misma cifra. En dos años, 38 mil millones de dólares. Una misión imposible.

En ese marco, el preacuerdo con el FMI que se conoció este viernes puede considerarse aceptable. No es que haya mucho para festejar. Pero se le encontró una salida a una situación que no la tenía. Es como si una persona sufre una enfermedad grave y el médico le informa que hay un tratamiento. No resolvió su problema, pero encontró un alivio. Lo que la Argentina consiguió a partir de este preacuerdo es un camino posible de transitar.

¿Están ahora resueltos los problemas del país? Por supuesto que no. Pero hay un sendero para escapar del atolladero en el que nos dejó el gobierno anterior. Hace una semana nos preguntábamos si la Argentina entraba en default y cuáles iban a ser las consecuencias si ello sucedía. Desde este viernes, producto de largas tratativas y de mucha firmeza en las negociaciones, el gobierno arribó a un principio de acuerdo con el FMI sin que el resultado haya sido la imposición de un ajuste. Tampoco se incluyen referencias a una reforma laboral, ni a privatizaciones, ni a la modificación del sistema previsional. Nada de eso aparece ni siquiera esbozado. Una gran novedad con relación a la historia de los acuerdos con el Fondo.

El principio de acuerdo gira alrededor de un programa de refinanciación del crédito otorgado por el organismo internacional al gobierno macrista en condiciones inaceptables, a cambio de una serie de compromisos cuyo epicentro es la reducción gradual del déficit fiscal. Pero en ninguna parte de lo preacordado se plantea que este último objetivo debe lograrse a través del achicamiento del gasto. El déficit también puede resolverse mediante el aumento de los ingresos. Y, para ello, hay diversos caminos: el crecimiento de la economía, la mayor progresividad impositiva y/o una política de fortalecimiento de la administración tributaria para atacar los problemas de evasión y de lavado de dinero.

Como siempre decimos: nosotros no somos partidarios del déficit fiscal, lo que somos es enemigos del ajuste. Incluso, durante la presidencia de Néstor Kirchner, nuestro país llegó a tener superávit fiscal y ello no significó ni ajuste ni políticas contrarias a los intereses populares.

La Argentina, según el programa de Facilidades Extendidas que comenzó a acordarse, va a recibir, por cada vencimiento del crédito anterior, un préstamo para pagar lo que vence. Para cada uno de esos desembolsos se establece un período de repago de 10 años, con cuatro años y medio de gracia. Por lo tanto, hasta el segundo semestre de 2026 no tendremos que hacer ningún tipo de pago al FMI. El total que nuestro país recibirá equivale al monto del préstamo por más de 44.500 millones de dólares que recibió el gobierno anterior.

El país está logrando un respiro muy importante, similar al que obtuvo cuando negoció con los acreedores privados. De aquí al 2026, todos los recursos que se generen podrán ser destinados a fortalecer la economía en general, la situación de los sectores más vulnerables en particular, el desarrollo de la infraestructura y todo aquello que se necesite para seguir avanzando en un desarrollo sustentable. Es lo que el gobierno venía planteando: crecer, que ese crecimiento redunde en mayores ingresos fiscales y, estos últimos, contribuyan a reducir el déficit fiscal y a atender, cuando se produzcan, los vencimientos de deuda sin que se someta a los argentinos y las argentinas a nuevos ajustes. Es decir, a recortes en salud, educación, ciencia y tecnología, obra pública, ambiente, entre otros temas. También la coalición gobernante ha señalado la necesidad de sumar al crecimiento de la economía la transformación del sistema impositivo, para volverlo más progresivo y que, por lo tanto, paguen más los que más tienen y menos los que menos tienen.

Un reciente trabajo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) afirma en el mismo sentido: “Es crucial aumentar los niveles de recaudación y mejorar la estructura tributaria para dar sostenibilidad fiscal a una trayectoria creciente de demandas de gasto”. No dice que hay que achicar el gasto: dice que hay que recaudar más para gastar más, porque continúa habiendo muchas necesidades insatisfechas. El mismo informe hace referencia a la evasión impositiva: en la región se calculan 325 mil millones de dólares anuales de evasión, un 6,1% del producto bruto regional.

El crecimiento económico en la Argentina no es algo que va a suceder: es lo que ya viene sucediendo. De acuerdo con los datos a noviembre, el país crecería un 10,3% del PBI en 2021. Sin embargo, las proyecciones de crecimiento del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que el Banco Central elabora en base a datos de consultoras, eran, en diciembre de 2020, del 5,5% para 2021. En paralelo, el Banco Mundial sostenía que la Argentina iba a crecer 4,7% y el FMI un porcentaje similar. Es decir, el país creció el doble de lo que estas entidades pronosticaban en promedio.

No es el único indicador en el que sucedió algo mejor que lo pronosticado. El déficit primario para 2021, según el REM, iba a ser de 1,7 billones de pesos. Fue de 1,4 billones de pesos, 300 mil millones menos.

Ello no fue consecuencia de un ajuste, sino el resultado de un crecimiento de la economía mayor al previsto y, por lo tanto, de un incremento de los ingresos fiscales.

Por supuesto: hay cosas que son difíciles de aceptar. Por ejemplo, las revisiones trimestrales por parte del FMI. Pero, a diferencia de los acuerdos anteriores, donde la Argentina aceptaba condicionalidades, el actual no contiene políticas de ajuste y sí un incremento del gasto real en las partidas en obra pública, en ciencia y tecnología y en los programas sociales focalizados, entre otros. En paralelo, la política cambiaria va a seguir en la línea en la que se ha venido llevando a cabo. Es decir: no habrá saltos devaluatorios (otra gran diferencia con lo que ocurrió durante la vigencia del stand by en épocas macristas). También se mantendrán las regulaciones sobre la cuenta financiera, lo cual implica cerrar aún más el grifo de la fuga especulativa.

Se abrió un camino. Habrá que transitarlo. No hay nada para festejar. Tampoco nada para lamentar, excepto que el endeudamiento generado por el gobierno anterior nos puso en esta situación.

Nota publicada en Página/12 el 30/01/2022

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