Perfil | Opinión
La democracia argentina, recuperada en 1983 luego de la atroz dictadura cívico militar iniciada en 1976, protagoniza cada dos años uno de sus ritos más fuertes: la jura de los legisladores electos de todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria. El martes pasado juraron 127 diputados y diputadas nacionales y el jueves lo hicieron 24 senadores y senadoras nacionales, elegidos el 14 de noviembre.
En ese marco, tuve el honor de jurar como diputado nacional por un nuevo periodo. Llevo diez años como legislador —dos ciclos de cuatro y uno de dos— e inicio ahora otro mandato por cuatro años más. Asumo la tarea de representar a los argentinos y las argentinas en el Parlamento con una gran emoción, una inmensa alegría y las convicciones de siempre, de contribuir a llevar a la práctica un proyecto de crecimiento con la gente adentro. Más allá de algunas minorías circunstanciales, los ciudadanos y las ciudadanas de nuestro país continúan renovando su apoyo a las instituciones de la República.
En el mismo sentido, el viernes hablaron ante una multitud en la Plaza de Mayo el expresidente de Uruguay Pepe Mujica; el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva; la vicepresidenta de nuestro país, Cristina Fernández de Kirchner; y el presidente Alberto Fernández. Fue en el marco del festejo del Día de los Derechos Humanos y a 38 años de la restauración de la democracia y del final de la dictadura cívico militar. La presencia de Lula en el acto ocurrió en un contexto en el que crecen las expectativas por su triunfo el próximo año en las elecciones presidenciales en el vecino país y, como consecuencia de ello, retornan las posibilidades de construir un bloque progresista en la región tras las nocivas experiencias protagonizadas por Mauricio Macri y Jair Bolsonaro.
Volviendo al Parlamento argentino, en la llamada sesión preparatoria en la Cámara de Diputados, con la presencia de 232 legisladores, el diputado Sergio Massa fue ratificado como presidente de esa institución. Atrás quedaron los fantasmas agitados por Juntos por el Cambio acerca de su decisión de disputar la titularidad de la Cámara. El Frente de Todos, con 118 diputados, retuvo la primera minoría tras las últimas elecciones y ningún bloque objetó la legitimidad del oficialismo para continuar en la presidencia y demás cargos de la administración. Una muestra más de que no hay que prestar demasiada atención a las manifestaciones mediáticas de la principal oposición.
Luego de que este 10 de diciembre los nuevos legisladores asumieran sus bancas, el Frente de Todos pudo mostrar la continuidad de su bloque unificado. Por supuesto: sus diputados y diputadas pertenecen a distintos sectores internos de la coalición y pueden tener algunos matices entre sí. Pero, como ha venido sucediendo hasta ahora, todos ellos y todas ellas respetan una unidad de criterio asumiendo que integran el bloque que acompaña a la coalición gobernante. En esa perspectiva, hay una conducción única del espacio parlamentario que se consolida y que asume los matices como una virtud y no como un problema. Estamos lejos de la figura de la escribanía. Por el contrario, hasta el momento de alcanzar los acuerdos sobre las distintas iniciativas hay debate interno e intercambio de puntos de vista: sólo luego de lograr esas coincidencias se produce una acción común detrás de los objetivos acordados.
Sigue habiendo muchas demandas no resueltas en la Argentina. La democracia es el piso: las mayorías en nuestro país siguen buscando más a través de ella y nunca menos. Por eso insistimos con la consigna “democracia para siempre”. Pero la democracia a la que aspiramos es aquella que brinda oportunidades a todos y a todas, con promoción del crecimiento, avances en la distribución del ingreso, aumento de la generación del empleo registrado y de calidad, mejoras en los sistemas de salud, educación y ciencia y tecnología, entre tantas otras políticas públicas.