11/07/2021
Perfil | Opinión
En los últimos días hay una campaña mediática lanzada en torno a la supuesta escalada del dólar. La estrategia es conocida: un grupo de operadores financieros y políticos, que se hace llamar “el mercado”, crea expectativas de devaluación asegurando que habrá una devaluación. Son cronistas que producen lo que anticipan: van creando las noticias sobre los hechos para tratar que estos hechos finalmente se produzcan. Dicen: las expectativas negativas van a generar una devaluación y, así, construyen expectativas para generar esa devaluación. Por supuesto, son climas de opinión artificiales e insustentables. No hay ningún dato de la economía que les dé verosimilitud.
El país lleva adelante una ordenada política en materia cambiaria. El dólar oficial se utiliza para todas las operaciones de comercio exterior: se emplea ese tipo de cambio cuando se liquidan exportaciones y también cuando se compran insumos importados. El otro dólar, el especulativo, que sube ante las expectativas negativas, es marginal y no cumple ningún rol en el funcionamiento de la economía real. Por supuesto: ocupa amplios espacios en los medios opositores y éstos lo agitan para generar inestabilidad.
El gobierno ha impuesto su política y, con ella, continúa aumentando sus reservas y logrando financiación local para hacer frente a sus compromisos. Por ejemplo, el Tesoro obtuvo en la primera licitación de junio más de 46.200 millones de pesos, cifra mucho mayor que la que vencía.
Por el contrario, los fabricantes de expectativas quieren que la situación explote. Son un gran problema: a esos lobistas les va bien en las crisis y, por eso, éstas suelen ser su objetivo a alcanzar. Lo que a ellos les conviene, es una tragedia para el país.
Más allá de estas anomalías, hay buenas noticias. Pese a las dos pandemias, la sanitaria y la producida por las políticas de Juntos por el Cambio, la economía en general ya opera sólo 2,1% por debajo de los niveles de 2019. El uso de la capacidad instalada, que había bajado en abril de 2020 a 42%, alcanza al 63,5% (aumentó aproximadamente un 50%). En esta misma línea, y a pesar de que el aislamiento en mayo por la segunda ola de Covid tuvo un costo en términos productivos, la industria manufacturera creció, en los cinco primeros meses de este año, un 3% respecto a igual período de 2019. Ello supone que, cuando se conozcan los datos de empleo, la generación de puestos de trabajo mostrará también un crecimiento significativo.
El Gobierno nacional formalizó el miércoles el adelantamiento del pago del aumento del 35% del salario mínimo, vital y móvil, y justificó la decisión en que el salario es “una prioridad y constituye una condición necesaria para que la economía sostenga la reactivación en marcha”. Hace unos días, el Presidente participó del Congreso Nacional de la Asociación Bancaria y allí convalidó la firma del convenio por el cual este gremio y las cuatro cámaras del sector acordaron un 45% de incremento de los salarios, incluyendo un 2,1% correspondiente a ajustes de 2020. En esa oportunidad, Alberto Fernández afirmó: “lo que más me importa es que el sueldo de los trabajadores no se retrase respecto de la inflación y le gane, porque ya se retrasaron muchos años”.
Así, ante la dificultad para detener el aumento de los precios, el incremento de los salarios ratifica la política del gobierno de que éstos no pierdan. Si bien no es ideal que los salarios le ganen a los precios 43% a 40%, es mejor que si la inflación le hubiera ganado a los precios 40% a 30%.
Además, como la fórmula jubilatoria se ajusta a través de una combinación de ingresos fiscales y salarios y ambos están a la suba en un contexto donde la inflación levemente desciende, las jubilaciones tenderán a estar también por encima del índice inflacionario.
Están los fabricantes de expectativas, cuyos intereses no coinciden con el interés general. Y hay un gobierno que, paso a paso, despliega políticas para reconstruir el país.