Página/12 | Opinión
El Gobierno sigue normalizando una situación extremadamente compleja y, mientras avanza en ello, se van observando los resultados de las distintas políticas, entre ellas, las financieras.
Es indiscutible, por ejemplo, que con la reestructuración de la deuda pública en 2020 y con la reconstrucción del mercado de deuda local se logró disminuir la carga de intereses que afronta el país. Según el Banco Central, “los servicios con acreedores privados, multilaterales, bilaterales y con el sector público financiero pasaron del 3,4 por ciento del PIB en 2019 a alrededor de 2,0 por ciento del PIB en 2020”. En abril de 2021 llegó al 1,6 por ciento del PIB en el acumulado de los doce meses anteriores. Sin esos recursos que se liberaron no hubiera sido posible atender muchos de los gastos generados por la pandemia.
La estrategia de profundizar el mercado local permitió extender plazos y reducir las necesidades de asistencia a ser cubiertas por el Banco Central. El Tesoro Nacional obtuvo un financiamiento neto cercano a los 200 mil millones de pesos en el año. El eje pasa por tranquilizar la economía partiendo de una coyuntura que no deja de ser muy compleja.
No obstante, en algún medio se hizo referencia a una nueva “bola” de pasivos del Banco Central, un argumento cargado de intencionalidad. Se dijo, por ejemplo, que la autoridad monetaria “pone en circulación pesos para asistir al fisco (…) y además inyecta a la economía unos 130 mil millones de pesos más por mes como resultante de los pesos que emite para posibilitar la sostenida compra de dólares (adquirió casi 5200 millones en lo que va del año)”.
¿Pensarán acaso que es mejor que el BCRA no compre dólares para fortalecer las reservas, que desde principios de año crecieron más de 2000 millones? ¿Estarán planteando la posibilidad de que en medio de la pandemia se desfinancie al fisco, impidiéndole asistir a la población y a los sectores productivos?
Cuando se analizan los números de la base monetaria se observa que creció en abril 16 por ciento interanual, muy lejos de la dinámica de la inflación (+46,3 por ciento durante el mismo lapso). Como es habitual, el pensamiento monetarista, que asocia la inflación primordialmente a la emisión monetaria, no llega a explicar lo que ocurre con el aumento de los precios, algo que también se vivió durante los esquemas de “crecimiento cero de base monetaria” del macrismo.
La inflación, nunca está de más repetirlo, es un fenómeno multicausal y tiene sus razones principales en la puja distributiva. De allí que se requiere un enfoque integral, con equilibrios macroeconómicos y que, además, atienda lo que sucede en las cadenas de valor.
También se señaló que en los dos últimos meses y medio lo que pagó el Banco Central para retirar pesos de circulación fue en promedio 23 por ciento más que en octubre de 2019. Pero un cálculo atento debiera contemplar la inflación acumulada durante ese período, lo que daría una idea muy distinta. De hecho, no es un dato menor que hoy los intereses de las Leliq están en el 38 por ciento anual, cuando en aquel entonces eran del 70 por ciento (y de un promedio del 83,5 por ciento en septiembre de 2019).
Otra diferencia sustancial es que las letras que emite el BCRA sólo están en poder de los bancos, no como cuando se permitía durante el gobierno de Macri que los particulares pudieran acceder a las mismas y se produjo entonces lo que se denominó la “bomba” de las Lebac. Son situaciones incomparables ya que en la actualidad no existe la presión potencial sobre el mercado cambiario que se produjo con las Lebac macristas. Además, a medida que la economía se vaya recuperando, el dinero emitido será necesario para seguir dinamizando las necesidades de la economía real, por ejemplo, a través de los préstamos del sistema financiero.
Las decisiones financieras son un claro reflejo de las diferencias existentes entre dos modelos: mientras que en el anterior se dejaba todas las variables en manos del mercado, buscaba seducir a los inversores con altas tasas y equilibrar la economía endeudándose en dólares de forma insostenible con los organismos financieros y particulares, el actual trata de limitar la especulación, reestructurar la deuda heredada, generar instrumentos en pesos que son aceptados por el mercado y, en definitiva, tranquilizar la economía, fomentar la actividad productiva, el empleo y la equidad.