Página/12 | Opinión
No se puede evaluar dónde estamos sino analizamos de dónde venimos. En diciembre de 2015, la Argentina sufrió un inmenso retroceso con el advenimiento de un gobierno neoliberal que empujó al país hacia el precipicio. De allí venimos: de la pandemia generada por las políticas económicas de Juntos por el Cambio, que antecedió y después se superpuso a la pandemia sanitaria.
Aún en esas condiciones, el actual gobierno avanzó poniendo en práctica políticas estratégicas. Entre muchas otras, llevó adelante con éxito la negociación con los acreedores privados y logró reducir los montos a pagar y los intereses, además de extender los plazos. Estamos ahora en otra etapa de ese proceso: las negociaciones con el FMI y con el Club de París. Si se logra avanzar en un acuerdo en base a la posición argentina y se consolida la escala de la vacunación, la reconstrucción de la Argentina quedará encaminada.
En ese escenario, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán participaron en una serie de encuentros del más alto nivel en su gira por Europa. En la búsqueda de sumar apoyos a la posición argentina, se reunieron con los principales líderes de los gobiernos de Portugal, España, Francia e Italia. Finalmente, también lo hicieron con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. Luego de este último encuentro, el Presidente expresó su optimismo de alcanzar un acuerdo en el corto plazo y afirmó respecto a la funcionaria del Fondo: “Es muy consciente de la situación que vive el mundo y América Latina y de la situación argentina en América Latina. Ahora, esto es una negociación, todo finalmente queda reducido a eso. Fue una reunión constructiva, donde insistí en mis planteos que tienen que ver con la reducción de las sobretasas, extender los plazos, y entender que el mundo está viviendo un momento singular, y que no podemos pensar en un acuerdo que exija mayores esfuerzos al pueblo argentino”. Por su parte, Georgieva sostuvo: “discutimos la importancia de la cooperación global para asegurar una recuperación económica más equitativa y duradera especialmente en los países vulnerables”. Y agregó: “También discutimos los esfuerzos importantes que están realizando las autoridades argentinas para abordar los profundos desafíos sociales y económicos que enfrenta el país, que se han visto agravados por la pandemia. Con ese fin, expresé mi solidaridad con el pueblo argentino en estos tiempos difíciles”.
La agenda europea incluyó la intervención de Guzmán en el seminario “Solidaridad financiera y fiscal: el alivio de la deuda para los países en vías de desarrollo y la arquitectura internacional y fiscal” del que participaron también la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, la mencionada Georgieva, el premio nobel Joseph Stiglitz, los ministros de Economía de México, Alemania, España, Italia, entre otros. Durante la gira también hubo un encuentro con el papa Francisco y quedó pendiente para la próxima semana una videoconferencia con la canciller alemana Angela Merkel.
A ello se suma la reunión remota que las autoridades de la Cámara de Diputados de nuestro país, encabezadas por su presidente Sergio Massa, sostuvieron con sus pares chinos, oportunidad en la que éstos expresaron su total apoyo a la posición argentina en la negociación de la deuda. Por su participación accionaria, China es uno de los grandes protagonistas del organismo multilateral de crédito.
No es lo único que ocurrió en la Cámara de Diputados. Esta semana, el presidente del Bloque de Diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner, acompañado por un conjunto de legisladores, presentó el proyecto de ley de disminución de las tarifas de gas para zonas frías. De aprobarse, la iniciativa beneficiará a más de 3 millones de usuarios que recibirán sus tarifas con una disminución de entre el 30% y el 50%, como en la Patagonia. El beneficio abarca a localidades de Salta, Mendoza, San Luis, San Juan y provincia de Buenos Aires.
Volviendo a la gira europea, hubo señales claras de que los acuerdos con el FMI y con el Club de París están bien encaminados. Ello incluye encontrar el modo de que nuestro país no tenga que destinar recursos en los próximos años a atender deuda con esos acreedores. Además, se tiene como objetivo lograr la eliminación de las sobretasas y la redistribución equitativa de los derechos de giro, entre otras cuestiones.
Hace sólo algunos años esta posición de la Argentina en la negociación con los organismos de crédito hubiera sido una fantasía. Pero el mundo también cambia: atraviesa distintas etapas que tienen sus comienzos y sus finales. Probablemente, vivimos hoy un momento histórico donde estamos asistiendo al agotamiento del paradigma inaugurado a nivel global por Margaret Thatcher y Ronald Reagan y que se impuso durante décadas: la etapa del libremercado, la financiarización de la economía, la apertura económica descontrolada, las privatizaciones indiscriminadas y la eliminación de todas las restricciones para el libre movimiento de los capitales, entre otros aspectos. Ese paradigma fue un modo de organizar el mundo, pero no es el único. Hay otras maneras y son, quizás, las que se están intentando poner en práctica en la actualidad. Puede ocurrir que advenga un nuevo modelo global o bien que se implementen diversas regulaciones al modelo existente. No es fácil predecir cómo serán esos cambios ni se puede afirmar que los mismos se producirán por el simple devenir de los acontecimientos: los intereses en juego son inmensos. Incluso pueden verse reacciones negativas en el interior de los EEUU: allí un sector económica y políticamente poderoso intenta presentar al presidente Joe Biden como “un socialista inaceptable”.
El mundo tiende a cambiar pero los que no quieren que cambie dan una intensa batalla. Hay dos paradigmas enfrentados, uno, el que imperó en los últimos cuarenta años, dice: “el gobierno no es la solución, es el problema”; el otro responde: “el gobierno es la solución, no es el problema”. Uno impulsó la reducción al mínimo del Estado, el otro promueve que intervenga, regule, ponga límites y proteja a la población.
La Argentina negocia en el interior de ese mundo, que cruje mientras debate su transformación. De allí la importancia de esta gira presidencial: el gobierno sabe que sus demandas sólo pueden ser atendidas en el marco de un paradigma que cambie. La solución nacional es, al mismo tiempo, parte de una solución global.