Página/12 | Opinión
El mundo cambia y algunos no cambian con el mundo. Por ello, la principal oposición en la Argentina, por ejemplo, tiende a quedar ubicada a la derecha hasta de los discursos del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos globales. No es que estos últimos hayan desarrollado, de repente, otras convicciones: lo que sucede es que tienen conciencia de la situación crítica y, entonces, flexibilizan sus posiciones tratando de evitar que todo vuele por el aire. Ello ocurre también con gobiernos como el de Estados Unidos.
En una nota publicada en el diario El País de España se afirma: “La Casa Blanca pretende pagar su proyecto social con un alza del impuesto sobre la renta a los más ricos -del 37 al 39,6 por ciento-, combatiendo el fraude fiscal y doblando el gravamen a las ganancias del capital a aquellos que ganen más de un millón de dólares al año. En otras palabras: se revierte parte del plan de impuestos de Donald Trump de 2017. La oposición republicana será feroz, entre otras razones por las cuales desde las filas de ese partido se repite como un mantra que semejantes subidas de los impuestos solo perjudicarán a la economía”.
Al respecto, la réplica republicana no se hizo esperar. El senador Tim Scott alertó contra los “sueños socialistas” del gobierno estadounidense y defendió la doctrina neoliberal: “Más impuestos, más gasto. Washington estará más en tu vida. Desde la cuna hasta la universidad”.
Es exactamente lo que se está debatiendo en la Argentina en torno a la modificación del Impuesto a las Ganancias de las sociedades, entre otras cuestiones. Lo que allí dicen los republicanos es lo que aquí afirman algunos legisladores opositores. En el marco de la discusión local, se preguntan: “¿Cómo le vamos a aumentar los impuestos a empresas que tienen pérdidas o atraviesan un pésimo momento?”.
Es increíble lo que dicen: porque es obvio que las empresas que no obtienen ganancias no pagan el Impuesto a las Ganancias. Es una falacia que ni siquiera cumple su función como falacia: porque se autodestruye en segundos. El problema no lo tenemos con las empresas que tienen ganancias y, por lo tanto, pagarían el impuesto: lo tenemos con las compañías que tienen pérdidas. Éstas son las que sufren de modo más intenso la crisis y las que seguramente estarían felices de tener que pagar este tributo.
Además, hay una diferencia significativa entre el impuesto determinado, que es el que supuestamente deberían pagar, y el que efectivamente las empresas abonarían de aprobarse el proyecto de ley. Por ejemplo, una compañía que tuvo pérdidas en el 2020 y se recuperó en el 2021, teóricamente tendría que pagar por sus ganancias de este último año. Pero no necesariamente sería de ese modo: porque podría descontar de lo que debería abonar en 2021 lo perdido en años anteriores.
En la misma línea, no todas las empresas pagarían lo mismo. Hay escalas con distintas tasas según el monto de sus ganancias. El único grupo al que se le aumentaría el impuesto es al diez por ciento de las compañías que más ganan. Éstas tendrían una suba del gravamen en las ganancias que estén por arriba de los veinte millones de pesos: por sobre ese diferencial el tributo se elevaría del 30 al 35 por ciento.
Como suele suceder, Juntos por el Cambio suma al debate un montón de inexactitudes: por ejemplo, presentan la reforma del impuesto como un aumento cuando, en realidad, el noventa por ciento de las empresas van a pagar menos de lo que antes pagaban.
La estimación que hace el Ministerio de Economía es que el beneficio real de esta reforma del Impuesto a las Ganancias de las sociedades, desde el punto de vista fiscal, si se aprueba, va a ser similar al costo que tiene la rebaja del Impuesto a las Ganancias a las personas humanas, sancionada hace algunas semanas. Es decir: desde un punto de vista cuantitativo, las dos reformas comparadas darán un resultado fiscal neutro. Pero, desde el punto de vista cualitativo, un millón trescientas mil personas humanas habrán dejado de pagar Impuesto a las Ganancias y un grupo reducido de empresas pagarán un poco más porque se les habrá subido un poco la alícuota. Esta es la progresividad tributaria de la que hablamos: los que menos ganan pagan menos y los que más ganan pagan más.
Junto a las críticas de la oposición, la Unión Industrial Argentina (UIA), la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el Foro de Convergencia Empresarial y la Cámara de Comercio (CAC) reaccionaron contra la aprobación del dictamen de mayoría de la modificación del Impuesto a las Ganancias a las sociedades. Jaime Campos, presidente de AEA, afirmó que “el sector privado en nuestro país está sometido a una carga tributaria muy elevada y creciente (…) No dejaremos de reiterar que los países crecen y crean nuevos puestos de trabajo cuando sus pequeñas, medianas y grandes empresas se ven incentivadas a invertir”.
El discurso sobre el exceso de carga impositiva a las empresas en nuestro país no está validado por los números. Según el documento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) “Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe 2020”, la presión tributaria en 2018 de Uruguay fue de 29,2 por ciento y de Brasil 33,1 del PBI, mientras que en la Argentina fue de 28,9, por debajo del promedio de los países de la OCDE que es del 34,3.
Tampoco el planteo de que la suba del Impuesto a las Ganancias afecta la inversión está demostrado en ninguna parte del mundo. En la Argentina, a partir del 2004, las inversiones más altas se produjeron en los años en los que el Impuesto a las Ganancias de las sociedades ascendía al 35 por ciento, por ejemplo en el 2011.
La reforma impositiva en la Argentina no es algo que está por venir: es algo que se está produciendo. El Aporte Solidario y Extraordinario de las grandes fortunas, la modificación del Impuesto a las Ganancias a las personas humanas y la reforma del Impuesto a las Ganancias a las sociedades forman parte de la transformación del sistema impositivo. Los pasos que estamos dando van en la dirección correcta. Pero hay aún mucho camino por delante. En algún momento, habrá que discutir la reducción de los impuestos horizontales, aquellos que gravan a todos por igual, sin importar la capacidad contributiva de cada uno.
Paso a paso, avanzamos en la reconstrucción de un país integrado a un mundo que cambia. Todos los días avanzamos con nuevas transformaciones.