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Tras el anuncio del presidente Alberto Fernández declarando servicios públicos esenciales a la telefonía celular, las prestaciones de internet y la televisión por cable, sumado al congelamiento de los precios de los mismos hasta el 31 de diciembre próximo, las empresas del sector y sus voceros políticos manifestaron su absoluta oposición.
Las empresas, entre otras cosas, dicen: tenemos que cobrarles precios altos a los consumidores para así poder invertir. Pero, entonces: ¿No es que invertían sus capitales? Lo que están diciendo es otra cosa: dicen que el inversor es el mismo consumidor. Es distinto de lo que nos explicaron que era el capitalismo: un sistema donde los empresarios invierten su capital y tratan de obtener, a partir de esa inversión, los mayores beneficios posibles. El planteo aquí está alterado: son los consumidores los que invierten su dinero a través de los precios con los que pagan los servicios. Es un argumento parecido al de los que se llevan sus capitales del país aduciendo que no tienen seguridad jurídica. Falta de seguridad jurídica que evidentemente no les impidió que ganaran ese dinero que luego se llevaron al exterior.
En una nota publicada en el diario El País se afirma que “la pandemia de coronavirus se ha tragado entre el 6% y el 8% de la riqueza global, según cálculos de la entidad que agrupa a las Bolsas mundiales”. En la misma nota también se señala el acelerado aumento del número de milmillonarios y de millonarios en el mundo. “Hablamos de las 2.095 personas con más de 1.000 millones de dólares que hay en el mundo, según Forbes. Pocas, pero casi cuatro veces más que al iniciarse el siglo XXI. Y son nada menos que 46,8 millones los que pueden llamarse millonarios -dueños de un millón de dólares al menos-, según el último informe sobre la riqueza de Crèdit Suisse. Un minúsculo grupo frente a los 5.100 millones de adultos que pueblan el planeta, pero un grupo en expansión, que se ha triplicado desde 2010. En el recuento de Bloomberg los 20 primeros ricos del planeta tenían 1,2 billones de dólares antes de que estallase la pandemia. Ahora, por obra y gracia de unas Bolsas aparentemente inmunes a la crisis, tienen 300.000 millones más. Y la fortuna conjunta de los 46,8 millones de millonarios -menos del 1% de la población adulta-, representa el 44% de la riqueza de todos los hogares”.
Es decir: mientras sucede la pandemia, la riqueza en el mundo se sigue concentrando y crece la pobreza y la indigencia. Por eso, si no se discute este enriquecimiento acelerado de una minoría y no se actúa sobre ello, el mundo parecería no tener salida.
En esta perspectiva, la discusión con las grandes empresas de telecomunicaciones es cuál es el nivel de sus tasas de ganancias. Nadie está proponiendo que no ganen. Lo que se discute, en todo caso, es cuánto ganan y qué porcentaje destinan a desarrollos tecnológicos imprescindibles en esa rama de producción. Por eso, estamos ante una excelente oportunidad para que las empresas muestren sus números y le expliquen a toda la sociedad por qué creen que este congelamiento de tarifas les va a hacer perder plata, como sus voceros están señalando.
¿De cuánto fue el aumento de tarifas durante el gobierno de Juntos por el Cambio? Según algunos medios: alrededor de un 326 por ciento entre mayo de 2016 y diciembre de 2019. ¿Cuál es la razón, entonces, por la que no van a poder absorber este congelamiento temporario de precios en el marco de la pandemia y del aumento considerable del uso de estos servicios que el gobierno está regulando? Todo ello, además, en un escenario donde presumiblemente han aumentado sus utilidades aún en el marco del congelamiento de tarifas porque, con la misma estructura y con el mismo personal, están facturando mucho más que en épocas normales.
Está claro: las medidas anunciadas por el Presidente no son contra las empresas sino a favor de los usuarios. Para poner a la Argentina de pie es necesario que todos ganen y no que sigan perdiendo siempre los mismos.