Ámbito Financiero | Opinión
Aunque la salida de la pandemia aún no se vislumbra es importante pensar en el después. El Gobierno dio a conocer un avance del Presupuesto 2021, donde se vuelcan los ejes centrales de un programa económico que no hace más que seguir la línea del mandato que la ciudadanía le otorgó en las urnas.
Los objetivos y las políticas difieren notablemente de los presupuestos elaborados en la gestión previa. En materia fiscal, por ejemplo, se habla de “avanzar sobre la consolidación de un sistema tributario más progresivo y al servicio de la inversión productiva”. Me interesa detenerme en este punto, ya que las definiciones sobre la política tributaria y el gasto público son centrales en lo que respecta al modelo de país.
Para contraponer la idea, un buen disparador fueron las frases del último ministro de Hacienda de Cambiemos, Hernán Lacunza, quien señaló la semana pasada que “la deuda pública es hija del déficit fiscal”. Si fuera así, no se entiende por qué dicha deuda fue mayoritariamente contraída en dólares. Lacunza también dijo que la fuga que se registró fue “por desconfianza”. ¿Será que se desconfiaba de las políticas de ajuste y desregulación del gobierno anterior? En el informe de avance del Presupuesto se muestran los resultados fiscales de los años previos. Entre otras cuestiones, se señala que “como consecuencia de una política fiscal inconsistente basada en la reducción de la presión impositiva sobre los sectores de más altos ingresos y la caída en el nivel de actividad, entre 2016 y 2019, los ingresos (…) cayeron 1,6 p.p. en relación al PBI (…). Concomitantemente se llevó adelante un programa de austeridad fiscal que redujo el gasto primario en 5,4 p.p. del PBI, entre 2016 y 2019 (…). Al mismo tiempo se verificó un crecimiento de los intereses de la deuda pública, pasando del 1,6% en 2016 al 3,3% del PBI en 2019”. No hace falta agregar muchos más datos para dar cuenta de los problemas ocasionados por las políticas neoliberales aplicadas en el período comentado.
A escala global, son cada vez más las voces que se alzan pidiendo por sistemas impositivos progresivos, que graven la riqueza, a las empresas tecnológicas, a las contaminantes, o que se termine con las guaridas fiscales. Pero es de esperar que también estén presentes las resistencias. Por caso, el Banco Central español acaba de afirmar que “una vez afianzada la recuperación será necesario implementar un programa de consolidación fiscal para reconducir la dinámica de la ratio de deuda pública sobre PIB”. Y propone, por ejemplo, la suba de las alícuotas reducidas del IVA. Una visión que promociona algo que nunca ocurre: la idea del ajuste fiscal supuestamente expansivo (por la vía de la mejora de la confianza y el “derrame”). Son discusiones que ya deberían estar saldadas, más aún teniendo en cuenta esta pandemia.
El objetivo del equilibrio fiscal ajustando el gasto y aumentando los impuestos regresivos como el IVA, que recaen con más peso sobre los sectores de menores ingresos, es insostenible no sólo desde lo social, sino también desde la economía (por el círculo vicioso de la menor actividad y recaudación que conlleva el ajuste del gasto). El camino debe ser el inverso: por la vía del crecimiento y de la progresividad tributaria. No es concebible que se sigan convalidando los actuales índices de concentración de la renta y la riqueza, incluso en tiempos de pandemia. Por caso, en Estados Unidos entre el 18 de marzo y el 17 de junio, mientras crecían exponencialmente los pedidos de subsidio por desempleo, la riqueza de los 600 mayores multimillonarios se recuperaba de la caída del mes anterior, subiendo en promedio un 20%, aunque en algunos casos llegó al 500% (Ámbito, 30/6/20).
Desequilibrios e injusticias que existían desde antes, y que ahora se amplifican. Joseph Stiglitz acaba de alertar por el aumento de la desigualdad: “Sabemos por la teoría económica y la historia que los mercados por sí solos no son adecuados para gestionar (lo que vendrá)”. Según el Nobel, “no se podrá recuperar la economía si no se contiene el virus”. Definiciones que nos meten de lleno en el necesario rol que debe ocupar el Estado en tiempos de Covid-19 y en adelante.