Tiempo de ficciones

Perfil | Opinión

Las mentiras tienen sus reglas. Una de ellas es que buscan aparecer como verdades. Parafraseando el dicho: intentan tener patas largas. Una mentira que se descubre inmediatamente como mentira es ineficiente o inútil. No cumple con sus objetivos. Por eso, el oficialismo no deja de sorprender: sus recientes faltas a la verdad son de tal magnitud que son detectadas de modo instantáneo. Más aún: por momentos se dudó de que esas falsedades hayan sido pronunciadas o escritas por el gobierno. ¿Y si eran escritos apócrifos?

Es lo que sucedió con el documento “Ocho puntos sobre la economía” difundido recientemente desde la Jefatura de Gabinete. Por ejemplo, dicen allí que crearon 1.250.000 puestos de trabajo y que dejaron al país en una situación mucho mejor que como lo encontraron. Es una falsedad automática.

Hay más: agregan que el gobierno anterior les dejó en 2015 un déficit fiscal del 7 por ciento del PBI. Pero, ellos mismos, en el prospecto de la emisión de bonos a 100 años llamado “Argentina tierra de oportunidades” —un documento que el mismo gobierno preparó para estimular a posibles inversores— hablan de un déficit fiscal primario de 1,8 por ciento y de un déficit financiero del 3,9 por ciento en 2015. En otro documento, “Informe a la SEC del gobierno argentino”, de febrero de 2019, se refieren a un déficit fiscal primario de 1,8 por ciento y a un déficit financiero de 3,8 por ciento, también para 2015. Ahora, aseguran que era del 7 por ciento. Los tres son documentos emitidos por el gobierno. No sólo mienten: dejan por escrito las pruebas de que lo hacen.

Algo parecido sucede con la inflación: en este último documento hablan de una inflación en ascenso. En los dos anteriores documentos citados la fijaban en un 26,9 por ciento anual. Y, por supuesto, vuelven a anunciar que en el próximo año el consumo privado impulsará el crecimiento y que todo lo que sucedió fue culpa de las elecciones. Dice el documento: “En el 2020, las jubilaciones y pensiones y las asignaciones familiares aumentarán en términos reales. Del mismo modo se recuperará el salario real cuando la economía retome el proceso de reducción de la inflación que se dio hasta julio de 2019 interrumpido por el salto cambiario de agosto”. De nuevo, no se trata de un documento apócrifo: el gobierno actual se adjudica las mejoras de salarios, jubilaciones y asignaciones familiares que dicen que se van a producir cuando ya no sean gobierno. Por supuesto, se trata de mejoras que seguramente ocurrirán porque están entre los objetivos inmediatos que se propone el nuevo gobierno electo. Es decir: incluso lo que suceda cuando ya no estén será un logro de ellos. Son meritocráticos con el mérito ajeno.

Juntos por el Cambio termina su gestión con el máximo grado de utilización de la posverdad: si no se puede mostrar la realidad entonces hay que inventar otra y tratar de que crean en ella.

En contraposición a un gobierno que produce todo el tiempo ficciones, Alberto Fernández continuó, en su viaje a México, delineando su política exterior y reivindicando el proceso de integración regional y a los presidentes que lo llevaron adelante. Y, como lo viene haciendo, realizó una fuerte defensa de algunos de esos líderes hoy perseguidos políticamente.

También volvió a señalar el objetivo de combatir la desigualdad como eje central de su futuro gobierno. Allí realizó un interesante contraste con el modelo chileno cuando afirmó: “me hablaban del «milagro chileno» y yo les respondía que el único «milagro» era que la gente no reaccionaba”.

Es lo que hemos dicho muchas veces: esas situaciones de desigualdad extrema se sostienen mientras las toleran las mayorías. El límite del ajuste es la capacidad de resistencia de los ajustados. Cuando las mayorías dicen basta, esos modelos profundamente desiguales entran en crisis. Y ello puede suceder como en Chile, con las mayorías en la calles, o como en la Argentina, con las mayorías pronunciándose nítidamente en las urnas.

Nota publicada en diario Perfil el 10/11/2019

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