Ámbito Financiero | Opinión
En un editorial un diario sostuvo que la pobreza es el resultado de desencuentros entre la dirigencia que no termina de acertar con las políticas adecuadas para evitar los problemas sociales. Un enfoque bastante abstracto, con una alusión a “la dirigencia” que es un concepto muy amplio. En verdad, se trata de esconder la responsabilidad del Gobierno asumido en diciembre de 2015 y de las políticas que fue implementando. Las cifras de pobreza son el resultado del brutal ajuste fiscal aplicado por el Ejecutivo. El gasto público estaría cayendo 5,3 puntos del PIB entre 2017 y 2019, una merma de una magnitud poco vista en otros países.
El propio Mauricio Macri enfoca los acontecimientos como si fueran ajenos a su gestión. Respecto a la pobreza, sostuvo que “hay que mirarla de frente” como si fuera un monstruo mitológico al cual hay que enfrentar. En plena campaña electoral, el Presidente también dijo que “los últimos tiempos fueron muy duros, especialmente el último año y medio. El mayor peso cayó sobre la clase media, tomé nota”. Pareciera que no hubiera habido conducción económica alguna responsable de dichos tiempos duros. Más grave aún, decir que el mayor peso recayó en la clase media el mismo día que se conocieron las altísimas cifras de pobreza e indigencia del primer semestre de este año. La clase media sufrió, sin duda, por la gran recesión y el atraso de los salarios reales, pero los sectores más desprotegidos son los que más padecieron.
Macri también prometió que viene una etapa de crecimiento, una promesa hecha en gran cantidad de oportunidades durante su mandato, y que siempre resultó fallida. ¿Por qué ahora debería ser distinto?
Las declaraciones de Hernán Lacunza van en el mismo sentido. Respecto a la deuda pública, señaló que no hay un problema estructural, sino que “ante la incertidumbre que se generó por el proceso electoral, todos quieren cobrar cash y eso muy pocos países podrían sostenerlo”. Los problemas de la deuda pública se originaron mucho antes de las PASO, más precisamente poco después de las elecciones de medio término de 2017 que el oficialismo presentó como una gran victoria.
Las dificultades surgieron por la gran cantidad de deuda pública tomada en poco tiempo, casi duplicando en dólares a la existente (y triplicando las colocaciones con el sector privado). La falta de financiamiento del exterior a mediano y largo plazo restringió las emisiones de deuda (en pesos y dólares) a un cortísimo plazo, un claro indicador de falta de confianza que se fue intensificando a partir de marzo de 2018. Es decir, aún antes de la llegada del FMI, pero también luego de la implementación de los programas del organismo. Así se llegó a las PASO con una baja viabilidad de la deuda: no resulta entonces culpa del proceso democrático.
El ministro de Hacienda también comentó que el error fue pensar que “se podía bajar la inflación y crecer cuando había que recomponer tarifas”. No fue un error. Las metas “optimistas” de reducción de la inflación sirvieron para bajar artificialmente los resultados de las paritarias y reducir el salario real. El aumento de tarifas aumentó los costos de producción y redujo los presupuestos de los consumidores, generando condiciones propicias para la recesión. Una estrategia pensada para reducir la inflación que resultó tener escaso impacto sobre los precios, pero un altísimo costo para la economía y la sociedad.
Casi cuatro años después, y ante la evidencia de la aguda recesión y un dramático empeoramiento de las condiciones sociales, los funcionarios intentan explicar los resultados diciendo que “cometieron errores” o que fueron muy ambiciosos o muy optimistas. Un virtual “te la debo” de Macri.
Paralelamente, las presiones sobre el candidato ganador de las PASO son cada día más fuertes. Varios analistas sostienen que Alberto Fernández aún debe demostrar que sus ideas se ajustan a un plan consistente. Una condición que nunca le exigieron a Macri, a la vez que se compraron la idea del mejor equipo de los últimos 50 años. La realidad evidenció que sólo era un eslogan.